En esta luna rosa de abril,
como se le conoce en el argot de la selenofilia, no por el color que emite si
no por el bautismo de la pascua, cuyos anacronismos temporales daban sentido a
su manifestación puntual antes de la semana santa.
Volvemos a mirar su atracción
como atrapados por su influjo, el dulce imán de las noches claras, que interviene
en tantas manifestaciones de la tierra y su población. Este satélite milenario,
arrancado de la creación de la tierra por un impacto, conforma la imagen bucólica
y esperada de la armonía de la tierra, sus mareas y su estado de la búsqueda
del equilibrio de sus fuerzas gravitacionales.
Cochero. Prepare el carro de caballos,
quiero viajar en la plenitud del naciente, rumbo a la Gavia, quiero ver una vez
más mi poblado aborigen, las tierras donde mis ancestros caminaron y procrearon
la vida, ellos eligieron un lugar encantado, lleno de higueras donde cantan los
pájaros, llenos de umbrías donde el sol respeta las sombras y se asentaron
guiados por sus instintos, en tierras altas, barrancos de medianías y montañas.
El Sajorín caminaba por el
lomo la Gavia, con aquella paz inmensa y de cuando en cuando se arrodillaba y
ponía los cinco sentidos más su intuición sabia, cuando escuchaba el rumor del
agua de las entrañas de la montaña, acostumbraba hablar en silencio como
masticando conversaciones intimas con su pensamiento, estaba poseído de la
extraña virtud de los sabios y cada día que el sol o la luna aparecieran de
nuevo le daba la gratitud con la mirada de fe y la fusión de su entendimiento.
Una tarde que volvía con su
nieto del lomo del vinco, bajando las crestas de las umbrías que, en la caída
del sol, proyectaban las sombras al naciente y se manifestaban los conciertos
del aire fresco sobre las hierbas, su nieto Miguel, no le preguntaba, dejaba que
el silencio, le enseñara a respetar los tiempos de preguntas y se dejaba
atrapar por el ejercicio de escudriñar todo a su alrededor, era una técnica que
bien rápido aprendió de sus abuelos. Las respuestas están todas ahí en el
paisaje, en la tierra, en el aire, en los cambios de estaciones, en el comportamiento
de los animales, de las aves. Era la
cronología del aprendizaje infantil y había que ensayar el primer defecto juvenil.
Las prisas por conseguir los objetivos.
Caminar sobre la tierra se
había convertido en una expresión de andar por la vida, con la observación como
testigo de su curiosidad, la universidad de la vida esta a tu alrededor y
tienes que aprender las lecciones que ella te regala, decía con la paz de su
fusión espiritual con los elementos.
Cuan larga es la tarde le
dijo en la fuente la Yegua, tomando agua haciendo canastilla con las manos,
esta noche dormiremos en este lugar, observa a tu alrededor, cuanta
tranquilidad y equilibrio, todos los elementos están agradecidos al proceso del
día en plenitud, los árboles, las aves, los campos. Buscaremos algunos frutos y
comeremos algo, antes del descanso. Esta
noche es mágica, por que conocerás la belleza de la luna, que aparecerá
barranco arriba en cuanto la luz del sol, le de el relevo. Una sonrisa
agradecida de nieto, le decía que tenía una lección muy importante que aprender
con la noche y la luna llena.
Los higos maduros que duermen
tras las hojas, se pueden comer, su temperatura se ha equilibrado, aunque debemos
comer pocos, tenemos algo de gofio en el zurrón y agua, haremos una pequeña
pella mezcla con higos y verás que saciaremos nuestro jilorio. Abuelo la luna
dicen que no se puede mirar mucho rato. ¿Quién te dijo eso Miguelillo? Yo la he
mirado a veces y me parece que tiene un poder hipnótico tremendo, pero no le
hago caso, mi primo Eduardo dice que no se puede mirar por que te vuelve loco.
Ja, ja. Sonrió breve el Sajorín, extrañado por las conjeturas de las mentes infantiles
aunque encaminadas a buscar sus propias respuestas de los misterios.