Palabras que son verdades, que sacuden las despedidas de la tierra que un día pisaron, sonrisas que son amables compartidas con la cercanía de la existencia, hoy es primavera y en tus campos sigue el trino de la insistencia de la vida, una intensa fortuna haber conocido tu parsimonia, tu semblanzas y tradiciones. Hombre de mirada rural, amigo de sus defensas, de su arraigo, y sencillo atardecer. Este hombre que dijo adiós a sus campos de valsequillo, me enseñó más en tres conversaciones que de otros muchos en toda una vida. Su integridad estaba resuelta de convicciones y sencilles, nobleza canaria obliga a escuchar el eco de su semblanza. Desde las laderas de Tinasia, a las Romeras, desde la cañada de Marrero al Patronato, Desde el Ferrú al lagarillo, Paco Luis repasaba con insistencia sus lindes visuales, desde ese balcón privilegiado de almendreros y trebolina, que llamaba sus tierras, donde el ganado le daba el balido del saludo y la conversación del amigo. La primera vez que conocí a Paco Luis, - hace años- iba con mi moto de trial subiendo por las veredas, y paré porque bajaba con sus cabras. Para no espantarlas. Obviamente algunas se asustaron y me quedé quieto, hasta que pasó el ganado, el estaba más arriba en una piedra controlando la situación. Yo bajé y recogí en brazos un pequeño corderillo que se había desviado del grupo y se lo llevé caminando hasta donde se encontraba Paco Luis. Nos saludamos amablemente, charlamos y encontramos razones para respetarnos de por vida.
Tiempos después, junto a la gran familia de ASAVA. He encontrado razones y memorias para la charla intensa y el compartimento de las verdades, muchos de sus cuentos divertidos los e podido grabar en la memoria y sus rincones del alma, aquellos que desgranaba en la soledad de la finca, en la sombra del pedregal, en los troncos de los almendreros, en el llanto de los baifillos y el consuelo de las ovejas. Son ese sonido agradecido del silencio que recuerda la integridad de su vida.
Hoy su cuerpo etéreo sobrevuela los alfaques y el piquillo, arropado por la luz del amor observa esa inmensa caldera de su pueblo siempre candente y sabe que el futuro, arropa un nuevo despertar, porque en los nuevos retoños están los buenos genes de sus tradiciones, de sus anhelos y la vida es un bello paseo cortejado por la esperanza.
Gracias amigo, por hacernos aquellos panes de leña con aromas antiguos, aquella poesía de gratitud e integridad que regalabas a cuantos tuvimos la suerte de conocerte y aprender de ti. Desde primera hora, escuchaba insistente el sonido de la naturaleza, trinos, balidos, murmullos, mariposas, palomas revoloteando, ladridos, mirlos marcando el territorio, aires silvestres, fresquito y soleado. Y arriba en la Mesa, las nubes de seda blanca acariciando tu paisaje. Todos aplaudían tu despedida.
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