A que sabe un trozo de amor. Cuando lo espontáneo del momento lo acompaña un día espléndido de sol y sonrisa, a este cóctel afortunado le añadimos color y sabor. Y en una última secuencia de grandeza le aportamos clasicismo y recuerdos de los gozos manifiestos del pasado. Entre estas dos fotos han pasado más de cincuenta años y el sentimiento emocional que produce es exacto aquellas vivencias de entonces, con el aliciente que tal vez marcó el destino en las decadencia de los tiempos felices, al ser pequeños caprichos poco permisibles
Hoy volví a escuchar la cornetilla del heladero. El de los mantecados, esa tradición refrescante tan nuestra y atemporal, que nos devuelve la infancia en un trasiego del tiempo, saqué el infante que llevó dentro y sali en busca de un poco de felicidad helada. Gratificante, entrañable, exquisito, cuanto tiempo se diluyó con los chupetones fríos de crema azucarada, sabor a fresa, coco y toque de limón. Que rico este misterio que se come a sorbos, que te suelta la imaginación aquel momento feliz de tu infancia
Que no se pierda nunca esta profesión tan entrañable, que aun se puede ver y disfrutar en pequeños vendedores ambulantes de pueblo, que tocan la corneta con sonido a sóldadito de juguete y que acciona tu sentido a un único patrón emocional, el vuelve a tocar y espera que se active tu neurona del deseo y atajes los reproches y corras a su encuentro, como aquel niño que tenias dentro.
La vida están rica en emociones que solo tenemos que accionar nuestros sensores de momentos y disfrutar los arraigos y las tradiciones como pedacitos de amor en sorbos, como un mantecado helado..
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