Caminando por las estelas de pastos secos que empieza a bizcochar el inminente verano
Me encuentro junto a unos almendreros cargados, observando con curiosa estampa un animal antiguo que a perdido la identidad y la esclavitud, Un burro bermejo, que pase tranquilo a las curiosas miradas que le estimulan su actitud.
Un paisano de las Hortecillas me saludo y simpatizo conmigo al ver mi confraternización con el animal. Yo tuve uno era rusio, trabajo duro, antes quien tenía un burro, tenía una buena ayuda y posición. Los burros son vehículos de carga indispensables en las medianías más antiguas. Era como quien tenía una carrucha y se prestaba. Hacía mucha falta un animal.
Recuerdo el burro que tenia el abuelo en casa y nunca olvidaré el día que me subió en la embalda, era rusio plateado, era un burro bueno, noble muy tranquilo, me llevo hasta la montaña del Palmital cabalgando, al Parral. Que grande el momento, creo que fue la primera vez que sentí la acción del movimiento imagine los western de vaqueros, al Sancho de Don Quijote, al San José del Belem. Era una escenificación de mi vida interpretando personajes de mis sueños aquellos que a la corta edad de 7/8 años podia atreverme en la imaginación.
Fue un pasaje feliz. Quizás por ello los burros me transfieren cierta ternura y sus orejas son tentáculos auditivos buscando sonidos y espantando moscas. Ya parecen animales de zoológicos, como un artículo de lujo, de romanticismo campestre, aún se oyen cantos de burros por estos anduarriales y su desafinada melodía de rebuzno empieza a cotizar y extrañar su esencia. Es curioso y hasta divertido oirlos rebuznar. Quien no tiene una anécdota de infancia con un burro.
Ya no quedan muchos de estos entrañables cuadrúpedos, dicen que han ido todos a la universidad y otros tantos se han metido en política. Curiosa sorna, cristiano.. Y razón no le falta. Oiga. Me dijo socarrón.
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