Deja que suelte la palabra, que labre el pensamiento en un caudal de lectura e inspiración, la suerte de tener el mecanismo que elabora el tejido literario para disfrute del pensamiento activo. Soñar y contar los sueños, vivir y contar la vida desde la observación y las perspectivas. Es la melodía de la lectura quien lleva en volandas la suerte del encuentro. la filosofía de una vida buscando la plenitud a través de jugar con las letras y los mensajes encriptados que desvelan belleza literaria

domingo, 16 de octubre de 2022

DE LA PEPINA A GUANARTEME

 

Como debe ser la iniciativa en un chiquillo, con apenas trece años, para buscar sus raíces, o su familia. Para tomar la decisión heroica de cruzar media isla para buscar a sus tíos. Estas secuencias del cuento, vienen a explicar en el futuro las causas por que los hombres no tienen miedo, ni límites geográficos, la aventura de una imaginación avalada por cruzadas o destierros. Juan Morales “Junior”, el hijo mayor de la tía Carmen, hermana de Benita, ya contaba con antecedentes de olfateador de caminos, de cazador nato, de aventurero sin reparos, ni espacios. Casi un año después de que la tía Benita se casó con Miguel Ramirez, le dijo a su madre, que un día iba a visitar a la tía a Guanarteme. Obviamente, no tenía ni idea de donde estaba, ni su dirección para localizarla, aunque Juanillo aprendió el dicho -preguntando se llega a Roma-

Siempre fue atrevido, nunca paraba en la casa, desde que salía el sol, hasta que se ponía -andaba de la seca a la Meca- Sin mayor freno que el de su propia intuición, un día aparecía con dos o tres conejos para comer, otro día con alguna gallina extraviada que se cruzó en el camino. Frutas, almendras o castañas, era un buscavidas extraordinario, con él, nadie pasaba hambre ni necesidad, pues andaba rápido a la caza.

Aquella mañana salió temprano y tiró Lomo Peña abajo, hacia la matanza, recuerda haber ido pequeñito, cierta vez, con su madre al mercado de Piedra de Vegueta. A llevar unas cestas de juncos que trabaja Carmen artesanalmente y que llevaba a un señor en Las palmas, El tomó nota del camino mental y pronto estuvo en la cuesta Ramón. Donde con unos ahorrillos se subió a un “Pirata” que le soltó en Las Palmas, allí fue preguntando a todo el mundo, donde estaba Guanarteme y avanzó, como un perro perdiguero en el trigal, cuando vió el muelle de la Luz, y fincas unidas y los arenales comenzó a entender que la capital era grande y que había que aligerar el paso

Ya en Guanarteme, preguntó, preguntó y se hartó de preguntar, desde las canteras a la Cicer, de la Cicer a Chile y cuando el tiempo se agota y los recursos no acuden, apareció la mano de Dios, para guiarle un poco, unos pescadores de la Cicer, les dijo que la zona del Pilar, habían llegado vecinos nuevos, porque había casas de alquiler para trabajadores de carreteras y allí llegó con la esperanza bajo el brazo y las alpargatillas gastadas de dar rueda. La tía Benita cuando lo vio, suspiro con un Juanillo… Tía Benita, llevo todo el día buscándola, a donde diablo se vino a vivir, tan lejos. Benita incrédula cobijó a su sobrino y se acordó de su hermana, que estaría dando gritos por el barranco llamándole, aunque con las primeras ausencias largas, extendía que volvería tarde.

Por supuesto espero que llegara Miguel y lo enviaron de nuevo hasta el Teatro a coger los piratas para Telde. El resto lo imaginan, Juan había descubierto américa aquel día, viajaba tan entusiasmado hablando con todo el mundo que aquella noche llegó tarde a la Pepina, después de andar barranco de Telde arriba, La tía Carmen con la palmatoria en la mano, daba vueltas y cogía el farol y caminaba por las veredas con la esperanza de sentir el rastro de la figura y en algunos de aquellos rezos de soledad, escuchó la trapisonda de Juanillo que volvía de hacer las Américas entusiasmado por todas las experiencias vividas en un solo día. Tu padre te va a matar, desgraciado, que me vas a quitar del mundo, y empezó hablar y hablar y a reír y Juan Morales el viejo, comenzó a sentirse orgullo de su raza perdiguera.


sábado, 15 de octubre de 2022

LOS SUEÑOS SON UNA REALIDAD ETEREA

Miguel Ramirez, cuando joven viajó, aunque solo fuera a la guerra, el salió de su espacio geográfico, se embarcó, conoció la grandeza del mar y en su corazón aquella inmensidad tan azul, era un misterio sin estudios, en una juventud condicionada y aislada de descubrimiento era un reto a su vida futura, si el destino tenía esta expresión para enseñarle la vida, el mundo debía seguir girando, pues somos pura evolución del momento que nos toca vivir. Cuando volvió de la guerra, seguía en un sueño profundo, en unas circunstancias que el solo era un intérprete, que debía tomar riendas de la experiencia, pues su vida iba a cambiar para siempre, aferrada a sus mañas y experiencias.

Miguel nunca perdió la fe, ni la pasión, ni la ilusión, ni los sueños. Su padre Antonio Ramirez “el Sajorín”, le inculcó la pasión y el sueño como bienestar interno del pensamiento, como anhelo de encontrar un camino correcto con la habilidad que otorgaba el conocimiento y la intuición. Y aquella intuición era pura inteligencia al servicio de la necesidad. Había comprado unos zapatos preciosos de charol negro en Calzados Quesada - Triana, para una futura y posible boda, y en el intento de acomodarlos al pie, entendiendo que no era tarea fácil. Sufría dolores de estrecheces. Entonces fue cuando se le ocurrió el préstamo con lo del noviazgo de su hermano Antonio con Carmela. Ya lo cuento más adelante en otras secuencias de los recuerdos, para no repetir cuentos contados por la tía nieves, detallista en los momentos pasajeros.

La boda se iba a resolver el próximo domingo, Miguel había hablado con su hermana, Maria la Monja, Sor Maria Ramirez había hablado con el cura de San Roque, de cuyo conocimiento no tengo memoria, aunque evidentemente existió. Acordaron la boda como un acto de fe por amor, entre uno de tantos sacramentos brindados por dios. Y allí acudieron aquella tarde. Benita con su hermana Carmen y los chiquillos chicos Juan y Carmen, su hermano Domingo y su padre Manuel Suarez. María Pérez, su madre, estaba con una de aquellas crisis de memoria que no se hacía responsable, bajaron el camino de la pepina, y acordaron verse en la degollada los Picos, en graciarui, el punto más cercano para acompañarse entre risas y buenaventuras. Miguel miraba de reojo la belleza de Benita, Hermosa, lozana e integra. Que mujer más valiente, pues su vida soltera había sido puro amor servicial y familiar, con una responsabilidad personal que la elevaba a los soles.

LA PEDIDA DE MANO


Las fases del destino, aunque muchos dicen que es imprevisible, otros tantos afirman que está marcado. Escrito, asignado por la mano del todopoderoso. A tantos otros estas consideraciones nos conducen al plano del pensamiento de la humanidad, como una sabiduría de hechos y contrastes históricos. El encuentro deseado de los abuelos, cuando volvió de la guerra, Miguel. Era uno de esos escritos de la biblia de los hombres que creen en el amor y en la plenitud de sus anhelos y que encuentran a su media naranja, aunque tengan que recorrer medio mundo para alcanzar el objetivo, aunque tengan que sobrevivir a una guerra de tres años y veintiún días por amor. Aunque tenga que mantener su palabra delante del pelotón de fusilamiento de los sueños.

domingo, 9 de octubre de 2022

EL REENCUENTRO QUE SABE A PASION

 

Lo volveré a comentar en estas memorias del sueño, en estas hebras de la vida de mis abuelos, ubicarse en aquel tiempo triste, desangelado, pobre, hambruna de una vida dura en cada despertar, por que el sueño era el único regalo del día y de la noche. El sueño de los pobres era el regalo de Dios, el equilibrio de la supervivencia, cuando el hambre dormía, la belleza de la sensación sacaba los pinceles del deseo para pintar en los cuadros de la imaginación, siendo todos pedacitos de ternura de sueños.

Benita Suarez, aquella mañana se levantó temprano, hizo el apego de su virtud, razonando su existencia, sus padres, sus hermanos, aunque domingo el más pequeño, que nunca quiso largarse a cuba y se quedó con las decadencias del macho que guía la vida y las tradiciones de sus hermanas, Carmen, Jesús, Benita. En aquel escenario al que nuestra imaginación nunca podrá llegar, por el desconcierto, sin embargo, la emoción del cuento -medio real- ayuda al entendimiento como extra de otra virtud, la de la imaginación de los aconteceres contados, por unos y otros.

Bajar a la Pepina, al pozo a por agua. Aunque los tiempos eran cálidos, la traída del agua era “el pan nuestro de cada tercer día” Con los cacharros en la cabeza con ruedo, la vida era lenta y permisible, era primaria y necesaria, un apéndice de apenas deseos prohibidos, es verdad que se conocían las flores silvestres, sus nombres, sus aromas, su esencia. Las medicinales, su textura, sus ramas, sus sabores, sus remedios, el cobijo de su existencia rural, era la escuela de la vida, del día a día, los lagartos un reptil que mantuvo su supervivencia, gracias al asco que les produce a los humanos, ahí cogiendo sol de regalo y comiendo tanta abundancia para su reproducción, que nadie osó erradicarlos, porque eran animales de dios.

Benita suspiró, miró al mar y pensó en sus mandados, creyó que el día estaba próximo. Y supuso por intuición femenina, que Miguel por su naturaleza ávida es capaz de sorprenderme. Ya sabía, ya, que el desenlace de las contiendas bélicas estaba liquidado por las noticias que corría como la pólvora, que él sobrevivió y que tan solo la palabra de un hombre cuando ama a una mujer es capaz de iluminar las estrellas en los días oscuros. Lo otro, es naturaleza de Dios.

El camino del pozo, siempre supuso en las reflexiones de los andantes, el pasillo del pensamiento. Los arrieros a sus labores, los labradores a sus tierras, los jornaleros a sus precarios trabajos, los aires a sus caricias, la luz a su oscuridad. Entonces adivinó en el rancho que andaba por el camino de la umbría que el sol iluminaba diferente, su corazón palpitó como un Vals de las mariposas, de repente agilizó su andar, intentó controlar sus palpitaciones y sonrió hacia sus adentros. Benita tenía la virtud cultivada de controlar sus emociones, ni frío, ni calor, ni oscuro, ni claro. Y lo más imponente de esta mujer lo adivinó su nieto 60 años después -este que suscribe- Los trapos sucios le sacaba resplandor en casa, ni las moscas se enteraban de su elegancia maternal y marital. Que grande esta abuela, por Dios. Hoy, ahora mientras escribo estas memorias inventadas, miro a la pared de mi casa y ella a través de una foto enmarcada en su honor, una foto robada, me sonríe con la discreción de la Gioconda.

sábado, 8 de octubre de 2022

EL AMOR SABE ESPERAR


Probablemente ese consuelo, es mirar al mar o al cielo buscando respuestas, por que han de venir de ahí. Benita llevaba días impaciente, con un anhelo especial en realidad conocía aquella frecuencia eran las palpitaciones del amor. La gente hablaba de que la guerra había terminado, que había ganado el bando de un tal Franco. Que hubo muchas bajas, eran noticias tristes cuando la ausencia de noticias no hablaba de la suerte de algunos vecinos, pero nadie tenía claro lo sucedido, había demasiadas preguntas sin respuestas, necesidades sin reparo, hambres sin sustentos. La vida era muy dura, pero los rayos de la luz destellaban con un calor especial, habían pasado tres años y veintidós días desde que Miguel la dejó con el ajuar en el cajón, con los sueños rotos.

Con la mirada ausente y regocijo en el alma era el único aliento en la esperanza. Volveré por ti, recordaba cuando se lo prometió. Y nos casaremos y tendremos una linda familia. Las promesas son deudas lo sabía bien Miguel Ramirez, la palabra es sagrada se la infundo su padre, el amor cuando es verdadero es milagroso se le recordó su madre Rosita, ellos -sus padres- murieron jóvenes, pero le seguían acompañando cada día en su corazón en sus actos, en la desesperación escuchaba sus consejos, en la tristeza su consuelo. Miguel aprendió el arte de servir, la habilidad de cocinar en la guerra, de atender las demandas de una camarilla de oficiales al servicio del poder militar, lo único que tenía que hacer era servir y cumplir.

Se había ganado el aprecio del mando, Miguel el canario le decían, tenía habilidad para obtener aprecios, su nobleza manifiesta, humildad y respeto le empujaban por el camino sensato. Pronto llegó la absoluta, el júbilo, la fiesta del regreso. La última carta que le envió a Benita debía andar en mulas Higuera canaria arriba, cargada de sueños y condiciones. Era la última carta de la maldita guerra, solo se leían buenos presagios y voluntades, pronto volveremos Tesoro. Y solo Dios sabe que es así. Aquellas cartas se escribían en tercera persona, a sabiendas de que no las iba a leer Benita porque no sabía leer, y los sentimientos se contenían en el pensamiento y los deseos se adivinaban, en el alma, aunque ella había acudido a la primera escuela en la Gavia, en la Casa de Manuel Cruz. Con una de aquellas maestras que hoy nadie recuerda, donde acudieron muchos abuelos ya desaparecidos hace años.

El movimiento por los caminos del barrio se había acelerado por el momento, las noticias corrían de boca a oreja, como los chismes, que poco se cultivaban por falta de ética moral, los más viajeros llevaban y traían noticias de supuestas actividades acaecidas, los más valientes, se acercaban al ayuntamiento o al cuartelillo de la guardia civil, para informarse de la última hora del regreso de los salvados de la contienda.

Miguel tuvo tiempo de despedirse de los mandos, de prometerse suerte en la vida y recomendaciones de estado, de la fiabilidad que le había otorgado el servicio a la patria, que ahora se llamaba la nueva España la del generalísimo Franco, el salvador de la patria y la república libre soñada por otros. Porque los pobres solo quería el pan y alpargatas y muchos acabaron partiéndose la cara por la ambición del valiente, pero eso ya no importaba, ahora solo valía volver a Canarias, reconstruir su vida, fundar una familia, era el sueño en su mejor perspectiva. Se acabó el odio y los disparos, aunque la otra guerra la de la reconstrucción de un país, iba a ser dura y trabajosa. Con la ayuda del amor de Dios.


AMOR DE TIOS ABUELOS.



María fue junto antonio los hermanos mayores, ellos cuidaban a Isabel y al pequeño Miguel -mi abuelo- esa necesidad de protección, los llevó a lidiar con amor las decadencias, pues tanto Rosita amador como Antonio Ramirez, sus padres eran justos y buenos consejeros. María recordaba años después llevar a Miguel en el hombro -a caballete-, cuando hacían recados o mandados por el barranco. Quiso el destino que la felicidad fuera en esa medida del tiempo equilibrada, pues no se conocían otros tiempos futuros. Y en aquellos, eran niños nobles y responsables, los hijos del Sajorín y de Rosita son un ejemplo para la comunidad, advertían algunos vecinos sabiondos de la vecindad del respeto y la admiración.

María sentía la llamada religiosa, estaba iluminada por un camino hacia el culto del catolicismo y llevaba ese secreto guardado en su corazón, ya de joven y tras la muerte de sus padres, con sus hermanos ya encaminados en la vida, María dirigió sus pasos a al cultivo de la fe, se metió en la vida religiosa y en el estudio de la contemplación divina, estuvo los primeros años en Telde, en una comunidad cristiana y educativa en San Francisco y años después, tomó los votos de servir a la hermandad de Dios en un convento. A los que dedicó 58 años de su vida. Murió y ejerció la voluntad divina en el Hospital de nuestra señora de los dolores en la Isla de La Palma.

Antes de partir. Y en la fe del amor de su familia, se presentó en el gobierno militar aliada de la mano poderosa de la santa madre iglesia, cuando el alzamiento nacional y la llamada de su hermano pequeño Miguel Ramirez al frente.

Por favor, es el más pequeño de la familia, es un niño. Decía… Dios lo guarde señor, yo rezó por el todos lo días, que sea la voluntad del señor su aventura. Pero a dios ruego, no lo desampare en ninguna contienda. Tranquilidad hermana María, sus ruegos se harán oír en el mando de Canarias, para aliviar el sufrimiento de su virtud. –Y e aquí un ejemplo de diplomacia militar y religiosa- Miguel se presentó en Madrid en el batallón canarias. Y mientras el sargento chusquero comenzaba a llamar a todos los pobres desamparados a un punto u otro geográfico de España, su nombre y apellidos no salió de la boca de aquel mando mandado.

Al final quedaron, tres reclutas mirando unos para otros las ordenes de quien se siente disciplinado. Miguel Ramirez Suarez, nombró en alta voz un mando. Preséntese en el despacho de capitanía general de estado. Le recogerán en breve, lleve su macuto. Y allá partió Miguel en un viejo Land Rover militar, con otro recluta, hacia alguna parte que el destino le guardaba. El Sargento que conducía, solo se le limitó a decir en tono de sorna chusquera, con que ustedes son los niños bonitos. Miguel se acordó inmediatamente de su hermana Maria, que le dijo que haría lo posible por que no fuera al frente. Y sonrió, siempre tuvo una empatía especial con su protectora, era amor de hermanos, amor de familia y con dios mediante la familia está protegida.

A Miguel lo destinaron de ordenanza de un coronel en capitanía General, no oyó un disparo en una guerra de otros, no vió la sangre correr, ni la agonía de uno que se muere, no sintió ese frío aterrador de Belchite, ni ese sonido atronador del Pilar, no sudó sangre, ni paso hambre. La vida en el frente fue una aventura para reengancharse. Solo lo detuvo el pensamiento de otra soledad, de una promesa. Volveré a por ti Benita. Por que prometí casarme contigo y tener una familia hermosa. Pronto volveré, cuando se acabe esta maldita guerra de mi soledad. A trazos rotos y lágrimas de emoción escribía tranquilo aquellas cartas para enviar a Canarias. A unas islas desafortunadas que se morían de hambre. Mientras el misterio del tiempo ordenaba el ciclo y las contiendas. Benita no sabía leer, pero su hermana Carmen y su primo Pepe Perez le contaba las bondades de aquel soldado, que se alió con la suerte para vivir en la guerra civil y sobrevivir día a día. Mientras allá en la Pepina, solo era fiel el día, la noche y el hambre.

Maria Pérez la madre de Benita -Bisabuela mía- cuidaba y apartaba los granos, evitando que la desgracia del pulgón u otra enfermedad pudriera sus pocos recursos, que guardaba lejos de la humedad y los animales, en unos garrafones de vidrio con tapones de corcho. Con una rueca larga, cogía los tunos pintados, los barría y apartaba los de la comida del día -la única- y los que se iban a “pasar” como los higos, había que hacer provisiones, pues los tiempos seguían tiñéndose de autentica dureza. Su marido. Miguel Suarez, era un hombre listo, hablaba de las bondades de cuba, de aquellos que fueron y vinieron con perras e hicieron fortuna y en ese afán de los sueños, sus dos hijos hilvanaron el desquite a la miseria. Juan y Pepe, juntaron las perras y se largaron pal caribe. Cantando aquello de. A cuba me voy madre a comer plátanos fritos por que los pobres de canarias son esclavos de los ricos.

Ya hacía tiempo que escuchaban hablando que los cuentos de Juan Morales de su padre Miguel Morales, que arrancó para la isla del tabaco y desapareció para siempre, aunque escribía para decirle a los sobrinos, que fueran para allá, que aquí la miseria se los comería por las patas. Que en cuba se vivía bien y se comía mejor y así partieron a una aventura transoceánica con la maleta de madera y los zapatos abetunados llenos de callos y con las patas rajadas. Pepe y Juan se quedaron para siempre. A veces llegaron cartas años después, cartas que no hablaban de bondades, si no de supervivencia. Que no hablaban del dorado, si no de revolución. Y El tiempo fue enmudeciendo aquellas letras y garabatos que la tinta se empeñaba en recordar.

Les quiero mucho, familia ya tienen varios sobrinos, dile a la hermana Benita que a un hijo le hemos puesto el nombre de Pepe, y el otro Jesús, como la hermana que murió joven y que Benita cuidaba. La vida es un carrusel de emociones y momentos, es una pirámide de sensaciones y decisiones, es un monumento a la supervivencia. Pero en el corazón de Benita Suarez Perez. Solo había una sintonía. Cuando vuelva Miguel Ramirez, me casaré. El me lo prometió y se que Dios me guarda ese regalo de amor.

 


jueves, 6 de octubre de 2022

EL PORTILLO - LAS ROSAS - LOMO MATAZNO



Los encantos de las tierras altas, siempre van acompañado por paisajes seductores a la mirada, con grandes desniveles, barrancos o montañas, por ello nuestro paisaje es tan rico y variado que aparece un constante cambio paisajístico al escudriñarlo, una suerte de isla montañosa, como rezan los montañeros por toda Europa, un continente en miniatura de primer nivel de relieve. Uno de los lugares mas montañosos en tan poco espacio físico

Nos vamos a las Lagunetas de San Mateo, allí delante de su espectacular Iglesia, con el inmenso mirador del barranco de la mina. Podemos tomarnos el aperitivo en la misma plaza antes de partir. Tomamos el acceso a la general de San mateo al Parador de Tejeda GC-15, queremos descubrir los espacios cortos y lo que guardan en sus rincones...

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