En
la mirada perdida dibuja el vago recuerdo de lo que fue su vida, apenas si le
permite al pasado, que revuelva alguna alegría, pues en su historial de
supervivencia, el dolor y la bohemia se encapsuló encriptando la libertad.
Carmensa
era alegre, siempre llena de vida, dinámica y curiosa, en su corazón estas
vibraciones se traducían a melancolías del alma, a situaciones donde escapaba
su mente a labrar sueños de princesas, pero su reproducción se manifestaba en
el vuelo de la vida, en el poder de la juventud. Aquellos años de dureza y
supervivencia, fueron labrando el carácter de darle a la conciencia el sentido de
la existencia, con el deber y la responsabilidad como acato de virtud constante.
No tomar parte de su destino, más que con la sabiduría de los mayores y la tutela de sus padres. Fue una carga establecida que pesaba demasiado para desarrollar sus sueños escapar de la escuela, aferrarse al trabajo hostil de la supervivencia, seguir los patrones sociales establecidos como línea de conducta, casarse niña por el amor, por un dulce amor instantáneo, un pasaje tan corto e intenso que fueron lágrimas de recuerdos y fugaz felicidad evaporada
Esas
partidas que la vida te echa, como un maestro de la jugada y en la que debes encontrar
el sentido del juego, curtirte en la rivalidad de tu destino y agarrarte a tu
valentía para luchar por los designios, luchar, crecer, cuidar, alimentar, aconsejar,
sufrir, recuperarte y avanzar, agradecer y compartir. En ese juego de tronos,
la naturaleza aporta virtudes que pueden pasar desapercibidas si no canalizamos
las señales.
Luchar
por la esencia, por moldear la vida, por frenar los frentes, alejar la perversidad,
cercar la virtud, explotar el amor, reconfortando los espacios heridos del alma,
naturaleza sensible del artesano de la vida, que agita el martillo dando al
yunque las formas del aliento a la resistencia.
Cuantas
cosas quedaron prendidas y su continuidad neutralizada allá dentro en el fondo
del alma. Cuantas cicatrices curtieron tu piel, marcaron tu esencia y
modificaron tu suerte, ahora agarras la esponja de tu vida empapada en
vivencias y heridas, y la retuerces para secar tu frente cansada, para dejar solo
la sal de tu dermis consumida por el tiempo, el silencio es la orquesta de tu
pensamiento, que sigue ordenando tu sabiduría, sigues viendo las señales en tu
vida, en tu destino. Pero el miedo es una sombra del pasado que te hiere y no
te deja ser libre, el miedo a todo lo que temes, como legado de un valor cobarde
que quiso apresar tu alma.
Amor,
donde está el amor que heredas, el amor que todo lo puede, cobija y resuelve.
Está ahí, a tu lado, en tus sueños, en tu camino, en tu alma, en tus dignidades,
te han acompañado siempre. En el concejo de tus padres, en la voluntad de tus hermanos,
en el amor de tus hijos, en la magia secreta de tu familia, la profecía del bisabuelo
Sajorín que siempre hablabas de su bondad y caridad, de su sabiduría perdurable.
En la generosidad de tus palabras para alabar tus antepasados. Ese amor es
infinito y sigue alumbrando a las generaciones de hijos y nietos, ese amor es
magia e inteligencia para mantener la llama de la verdad y el regocijo de la hermandad
unidos.
Siempre
estamos sensibles de tus concejos y debilidades, de tus quimeras y esperanzas. Porque
toda tu herencia forma la continuidad y legado de tu familia. Todos te quieren.
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