sábado, 17 de mayo de 2025

QUERIDA MAMA. TU LIBRO

Hola mama, estabas tan guapa y atenta en la presentación, -sentada en una esquinita de mi corazón, con los pies colgando de un remo de arterias y dejándote impulsar por mis palpitaciones- siempre a la retaguardia de las impresiones, a pesar que nunca te gustaba la exhibición pública, notaba ese orgullo de madre en la atención de tu mirada, en la expresión de los ojos de tu alma, aquellos ojillos que me hablaban y me pedían respuestas, y a cambio te daba unas caricias de amor y sonrisas. Ese peregrinar de tu otoño, removiendo las hojas húmedas recién caídas, apartando la hojarasca y separando los ocres del árbol leñoso y frondoso que fuiste, encontraba perlas escondidas en las mismas lecturas que me habías contado, al volverlas a repetir, verificaba nuevos detalles que me alegraban tanto. – y es que la memoria es como el paisaje, cada vez que lo escudriñes de nuevo, encontraras más detalles que lo hacen indescriptibles-.

Los genes de tu bisabuelo el Sajorín mutaron en tu persona, reforzando tu sabiduría y tus silencios. Recuerdas cuando decía que tenía que escribir estas memorias, pero que lo haría desde mi niñez, desde lo más profundo de mi nostalgia, de los cimientos de mi existencia consciente. Yo quería escribir las “Memorias del despertar”, la conciencia a la vida, estoy vivo, por lo tanto, existo. -Como en Hamlet, el eterno pensamiento de Shakespeare, ante la vida- Ser o no ser, esa es la cuestión.

Cuando hace ya más de un año decidí escribir el libro que nos recuerda quienes éramos, te pregunté que tú serías el refuerzo de mi memoria, mientras hacíamos ejercicio para mantenerla ocupada buscando recuerdos,-Constaté que habías incendiado algunos archivos tortuosos de tu existencia, porque te hubieran destruido lentamente- hoy me siento agradecido de haber tomado aquella decisión  a tiempo, -entrabas en el bucle de borrarlo todo y quedarte muda como la tía Agustina, cuando descubrió que las cosas este mundo ya no le interesaban-, en mi obstinación por conseguir los objetivos, comencé relatando los apartados más antiguos, nuestros antepasados, descubrir a través de las pocas fotografías los detalles, para centrar la atención del recuerdo.

Volví a San Francisco, al barrio artesano de mi infancia, que seguía intacto. Comencé a descubrir cuantos barrios y pueblos de Telde habían dentro de esta ciudad-, detrás de aquellas murallas blancas que encandilaban, tan gruesas y silenciosas- pero el pasaje del altozano de San Francisco era el fuerte con el castillo del cuento encantado.  Me metí dentro del cajón de madera otra vez, que me hizo mi padre, -para ayudarte en tus quehaceres-, no acostumbraba a llorar mucho, salvo para hablarte y reclamar una misera atención a mis necesidades. Pero yo no sabía que tú, una chiquilla con dieciocho años, que le dieron cuerda de su reloj biológico para hacer: de hija, hermana, nuera, mujer, esposa, madre y viuda tan niña, ahora sé, porqué San Francisco nunca te gustó. Allí se quemaron las naves de tu juventud, un episodio triste de tu vida, sin complacencia.

Estabas tan llena de ilusiones y sueños, a veces te escucho cantar en mis pensamientos, con melodías alegres de canciones de amor antiguas y siento una compensación en mi nostalgia. Lo hacías a menudo, -soltabas ese canto de joven, que guardabas en la nostalgia de los dias felices-, era una manera de liberar tu carga oprimida, de aquella mujer valiente y honesta, que siempre fue mi madre.

Gracias por regalarme el pensamiento, el recuerdo y la vida, seguiré charlando contigo, porque se que llevas el libro en el corazón y te pasaste días abrazado a sus páginas paseando, meditando las cosas del mundo y te lo llevabas a la cama contigo, -Para aliviar tus sueños con poesía- era el tesoro del amor encapsulado. Tus recuerdos serán inmortales querida mama, estas entre nosotros y te seguiré descifrando mientras viva.

 

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