Deja que suelte la palabra, que labre el pensamiento en un caudal de lectura e inspiración, la suerte de tener el mecanismo que elabora el tejido literario para disfrute del pensamiento activo. Soñar y contar los sueños, vivir y contar la vida desde la observación y las perspectivas. Es la melodía de la lectura quien lleva en volandas la suerte del encuentro. la filosofía de una vida buscando la plenitud a través de jugar con las letras y los mensajes encriptados que desvelan belleza literaria

sábado, 27 de julio de 2024

LA MUERTE EN EL PASILLO

La tarde languidece de sol que se aleja, de luz que se apaga convirtiendo en sombra la jornada, vuelvo al hospital acompañar a mi madre, ella está en fase de descuento, aunque en sus flashes de lucidez, pronuncia palabras entrecortadas con lamentos; No me quiero morir, Mamá, Papá, sus llamadas tienen un eco insonoro y no pasan más allá de sus deseos de comunicarse con sus muertos. Se queja con la única arma que le acompaña, el sonido de su voz apagada, mientras otros protestan, por los lamentos, a veces parece un hospital de guerra, cuando se ponen en contagio de tríos o coral de ensayos

Más allá en el pasillo se oyen gritos de angustia, la muerte esta vez, se apoyado en el umbral de la puerta de la habitación 271 y su presencia implacable es un misterio que ni ella sabe explicar, habla al oído a los enfermos, a veces consuela con silencio y relaja, otras cansada de oír lamentos y llantos de miedos, corta por lo sano, aplica un atraganto, se convierte en una de las mil maneras de morir en una cama. Me fui por el pasillo buscando el baño y me miró e hizo señas. Ven acércate –me dijo, convencido que le iba atender- con reparo acudí y a una cierta distancia, observé como sacaba un enorme catálogo y sin amenazas, con la firmeza de su destino. Pasaba páginas y decía. Hoy estoy aburrido, este listado de formas de morir lo e inventado para no tener que aplicar improvisaciones, en esta parte, hago lectura resumida de la vida de los individuos, y en esta casilla hay una valoración que va del uno al diez, Si su vida ha sido una mierda, la valoración es baja y hay que dejarles purgarse de culpas y desdichas, no pienso llevarme a nadie cuya existencia no le de consuelo, si no es capaz de dejar atrás sus miserias.

Observa, se acercó a la cama de una señora consumida en su pellejo con un espíritu atrapado en un esqueleto de huesos. Maúlla, le ordenó y de su cuerpo encorvado salió el sonido de un gato maltratado, un frío recorrió mi cuerpo, le miré condescendiente. No chico, no… Dijo firme, mi trabajo es un asco, estoy solo, nadie me oye, todos me llaman, nadie me responde, se alejan de mí, produzco miedo, tu me ves como un monstruo. Pues yo no lo percibo así, me paso el día poniendo trampas, tengo un ejército de inútiles que no siguen el patrón de mi padre, la muerte, que me enseñó mis antepasados. La muerte tiene que ser digna, es una obligación en nuestros estatutos y debemos proporcionarla, Pues no. Los imberbes y novatos que me asisten en este ingrato trabajo, se pasan el día matando a placer, no siguen el protocolo. Al final del pasillo. Se oyó un golpe en una habitación, que sirvió en un segundo para percatarme de su ausencia y regreso… Escuchaste, -me dijo, para confirmar su ejemplo- tuve que tirar de la cama a uno que me estaba sacando de quicio, le había advertido, que se me agotaba la paciencia, con sus agonías. Este desgraciado, se ha pasado la vida abusando de su autoridad, no ha tenido nunca nadie que le rece, ni el cura de la planta a pasado a verle, en tres meses que lleva ahí. Que asco de vida… Ahora le recogerán, pero así lo voy debilitando hasta que pague sus culpas en vida

Me quedé con el pensamiento atrapado en la secuencia actual del tiempo de meditación, sabía que todo aquello que pasaba alrededor era una comedia escrita por un custodiado destino y que la realidad superaba cualquier ficción, si podía interpretarla con mi imaginación, tal vez pudiera ayudar en la comunicación del desenlace. Las miradas de espera, se cruzaban en el pasillo, en algunas horas del día era el corredor de la muerte cuando se le sentía avanzar firme, con los zapatos betunados de negro brillante, golpeando el suelo, al compás de un sonido letal, Si portaba la carpeta bajo el brazo, venía a comunicar una muerte digna y el paciente, esperaba su visita, estaba en paz, preparado para cruzar al otro lado…

Mirando al final del pasillo, con la vista aturdida de espacio y confinamiento. Constaté como una enfermera tropezaba con la esquina de un carro y se lamentaba de su torpeza, miré al suelo y vi la muerte sentada con los pies estirados, le había puesto una zancadilla de maldad, en la distancia le reproché su actuación. Percatada de su actuación, se limitó a decirme que a veces tambien se aburría, no usaba la guadaña y solo podía hacer trastadas con los diablillos que le hacían apuestas, cuando se despistaba la guardia de la bondad.

En ese mundo de imaginación y pasillos tambien acudían duendes inapropiados, y había seres extraordinarios que ayudaban a pacificar los sufrimientos, que daban agua y consuelo. Que acompañaban en la dura soledad del pensamiento, que usaban la palabra, para el alivio, la energía para la paz, los hospitales están llenos de ángeles buenos, que dulcifican las despedidas, los abandonos, que limpian las heridas, que dan de comer con sus manos, con el respeto y la dignidad de una humanidad que sigue luchando por su equilibrio, en esos espacios terminales, uno se encuentra con el uno que conoce a si mismo y advierte la frontera de la vida sin poder mirar más allá, con el deterioro inevitable del colapso.

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