Deja que suelte la palabra, que labre el pensamiento en un caudal de lectura e inspiración, la suerte de tener el mecanismo que elabora el tejido literario para disfrute del pensamiento activo. Soñar y contar los sueños, vivir y contar la vida desde la observación y las perspectivas. Es la melodía de la lectura quien lleva en volandas la suerte del encuentro. la filosofía de una vida buscando la plenitud a través de jugar con las letras y los mensajes encriptados que desvelan belleza literaria

domingo, 7 de julio de 2024

EL PASILLO DEL PENSAMIENTO


Ella agarra el libro entre sus manos, siente que atrapa el latido de su memoria, los relatos de los hechos que le marcaron la vida, ya quemó sus recuerdos, dejó enterrado todas sus penas y ahora camina por el pasillo del pensamiento, errante, perdida en un mar sin tiempo, flotando en perspectivas, maltratando los bucles repetitivos con existencia. Apenas si le da el destino para tranquilizar su vacío, su identidad calla y deja la conexión en el silencio de los duendes, que la visitan y la mantienen en vilo.

En otro tiempo de evolución corría por los caminos, soñadora, inspiradora, activa con aquel don especial para la precognición, de saber y callar, de consultar a través de los sueños sus escapadas y miedos, de un talante elegante y materno sublime, con aquel fundamento que le inspiraba la abuela, siempre recuerdo aquellos secretos de madres a hijas en mensajes encriptados de sutileza. “Un pizco de jango mi niña”. Expresiones coloquiales de rotunda clarividencia.

Y en aquellos paños de tela que bordaba kilométricos se encerraba y acudían al pensamiento todos los sueños, hilvanaba uno a uno sus puntadas y cada doscientas, extendía el paño para ver la rosa que dibujaba en el pespunte y suspiraba, por la miseria de un trabajo artesano impagable. Una voz hablaba en secuencias y programación y entretenía las radionovelas los conciertos del tedio y los amoríos. Simplemente María o Lucecita. Aquellos amores castos llenos de una pasión turca desbordada de sufrimiento y angustia

En los días intensos de verano organizaba con fecha, el bajar a la playa con la cuñada, eran una o dos veces al año, pero caminábamos por la carretera vieja de la Gavia bajando hasta el Palmital, para pillar la triste guagua que nos llevaría a Telde. Y luego de conectar con los primos, recorrer medio Telde, pillar en los picachos, la de Melenara para llegar a la playa, Pero éramos tan felices que la orquesta de los sueños se transformaba en cuento, para vivir una emocionante realidad

Y el tiempo te rifaba la suerte, pero había que dar tiempo al tiempo, solo servía para esperarlo, para que los sueños se acercaran a su definición, aunque en el camino del guion perdieran su reparto principal y se tornaran en otras imprevisiones, el destino y sus caprichos sin más comentarios, que las resoluciones del pensamiento.

Una tarde de domingo, Carlos Martel por fin estrenó su Lambretta Servetta de mini Cross, era una moto preciosa dorada con un tanque semi redondo y unas líneas verdes pintadas al más puro arte italiano, tenía seis velocidades, antes de estrenarla ya le colocó un cilindro grande y un tubarro que emitía un sonido metálico muy sugerente, quedamos para bajar al cine y flirtear con las chicas en el parque. -Año 76/77- Los tiempos estaban cambiando, ya teníamos carretera recién asfaltada. Yo compré uno de aquellos pullovers con decoración americana, que llegaban al mercadillo a través de los gitanos. Mi madre me dió las doscientas pesetas del cine y la seguridad, con el amor de su alma, que venía a ser, una semana intensa bordando aquellos paños y nos lanzó el mensaje tengan cuidado.

Con la privación de probar la carretera nueva y la moto nueva, bajamos por la Asomadilla a San Roque, en la alegría del estreno iba también la imprudencia de la ignorancia, y aquella máquina corría un montón, más el plus del piloto. Hasta que en una de aquellas curvas cerradas se nos atragantó la velocidad y el espacio, y subimos por la pared del radio, más de dos metros.

Caímos a la carretera, lleno de rasguños, heridas y pulidas, la moto seriamente dañada, en la pared, unos yerros sujetaban una tubería aérea y entre sus puntas de lanza aparecían colgadas las juntas del retrovisor sin cristal. Pasamos cerca de ensartarnos, Mi pullover quedó rasgado por el costado y nuestros sueños, en una lección inolvidable de orgullo herido. Volvimos después de los remiendos a casa, tocados por un destino que nos enseño las otras cartas, mi madre me vio entrar cabizbajo y herido psíquicamente. Tras las clásicas regañas sacó el costurero y mientras le contaba los detalles se puso a zurcirme el costado de aquel suéter precioso. Quiso borrar el pasado inmediatamente, sacudir la mala suerte de la ocasión, ella no quiere nada de sus malos recuerdos, solo el amor de los suyos.

Ahora la veo de pie en un rincón de la casa, con el libro en una bolsa, al que mete y saca con cariño y orden, dobla la bolsa y la agarra con firmeza. Mira el envoltorio y vuelve abrir la bolsa para sacar el libro ver su portada, pensar en algún recuerdo que borró de su memoria y vuelve a meter el libro en la bolsa. Y así horas…  Sabe que todas las secuencias de su historia están allí escritas, con detalles y dolor, con amor y pasión con la poesía de una vida de aprendizaje y espera. Una espera interminable a la que solo añade borrar su pasado, por que ya no le quedan hilos para bordar.

 

 


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