Cuando
Miguel Suárez, vió subir a Miguel Ramirez por la vuelta la Pepina, detrás de su
hija cargándole el cacharro del agua bendita de su existencia, supo que este
hombre se había ganado sus respetos y que su hija se había encontrado con el
hombre de sus sueños. María Pérez andaba ya decadente, un Alzheimer acentuado
le fue comiendo la vida y los recuerdos, aunque tenía momentos lúcidos
preguntando por sus padres y hermanos, andaban trajinando en una nube de algodón,
con frases resueltas y espontáneas que nunca se le oyeron, por el sentido
recatado de su vida. Algo empezaba a fallar en aquella cabecita. Miguel Suárez,
se alegró de recibir a Miguel Ramirez, era inusual estas visitas directas, pero
el traía en su saco de valores la pedida de mano de su hija, y debajo del
almendrero del patio de la casa en la Pepina, mientras Benita se fue al fogón
hacer un café con la alegría y permiso de sus padres, Miguel conversó de la
Guerra, de la suerte de la contienda, de la nueva España, Miguel Había visto
mundo y sus conversaciones eran de un interés desmesurado y aprobado por todos.
Allí
Manuel hizo confidencia con su futuro yerno, le habló de los tres hijos que
decidieron escapar de las miserias embarcándose a cuba, habían pasado casi tres
años y aquello dejó un vacío en la familia, que ahora se podía acentuar con
llevarse a Benita, aunque el destino y la gracia de encontrar a este hombre le
honrara. Carmen se había casado con Juan Morales, hacía casi 7 años y aunque
volvían constantemente a visitar la familia ya la diferencia de andar por casa
denotaba en la ausencia. Es verdad que aparecieron los primeros nietos Carmen y
Juan. Pronto todo cambia, verdad y Miguel le debatió lo de la partida de este
mundo de sus padres y él se quedó solo en el barranco y naturalmente necesitaba
una mujer de valía, por ello insistía en el agradecimiento de solicitar la mano
de su hija.
En
cuanto Benita, salió con el buchito café para su padre y Miguel. Manuel Suarez
en estado oficial, le dijo a Benita que ya era hora que pensara en fundar una
familia y que este hombre es honrado y que no va encontrar mejor fortuna que su
respeto y compañía. Sin duda Benita pudo saltar de alegría, pero la prudencia,
contesto con un, lo que usted diga padre, Yo apruebo vuestra relación y quiera
Dios que tenga una gran familia, continúo y dio por zanjado el desenlace. Que
pronto caminaron a San Roque para la causa, todo se resolvió en pocas semanas.
Benita
estuvo unos días ordenando lo poco que fue adquiriendo, las dotes no eran
grandes, pero la ilusión sí, y con ella lleno sacas y cajas, lleno corazones y
amistades, lleno la familia y los sueños que caminaban a su encuentro.
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