Como
debe ser la iniciativa en un chiquillo, con apenas trece años, para buscar sus raíces,
o su familia. Para tomar la decisión heroica de cruzar media isla para buscar a
sus tíos. Estas secuencias del cuento, vienen a explicar en el futuro las causas
por que los hombres no tienen miedo, ni límites geográficos, la aventura de una
imaginación avalada por cruzadas o destierros. Juan Morales “Junior”, el hijo
mayor de la tía Carmen, hermana de Benita, ya contaba con antecedentes de
olfateador de caminos, de cazador nato, de aventurero sin reparos, ni espacios.
Casi un año después de que la tía Benita se casó con Miguel Ramirez, le dijo a
su madre, que un día iba a visitar a la tía a Guanarteme. Obviamente, no tenía
ni idea de donde estaba, ni su dirección para localizarla, aunque Juanillo aprendió
el dicho -preguntando se llega a Roma-
Siempre
fue atrevido, nunca paraba en la casa, desde que salía el sol, hasta que se
ponía -andaba de la seca a la Meca- Sin mayor freno que el de su propia intuición,
un día aparecía con dos o tres conejos para comer, otro día con alguna gallina
extraviada que se cruzó en el camino. Frutas, almendras o castañas, era un buscavidas
extraordinario, con él, nadie pasaba hambre ni necesidad, pues andaba rápido a
la caza.
Aquella
mañana salió temprano y tiró Lomo Peña abajo, hacia la matanza, recuerda haber
ido pequeñito, cierta vez, con su madre al mercado de Piedra de Vegueta. A llevar
unas cestas de juncos que trabaja Carmen artesanalmente y que llevaba a un
señor en Las palmas, El tomó nota del camino mental y pronto estuvo en la cuesta
Ramón. Donde con unos ahorrillos se subió a un “Pirata” que le soltó en Las
Palmas, allí fue preguntando a todo el mundo, donde estaba Guanarteme y avanzó,
como un perro perdiguero en el trigal, cuando vió el muelle de la Luz, y fincas
unidas y los arenales comenzó a entender que la capital era grande y que había
que aligerar el paso
Ya
en Guanarteme, preguntó, preguntó y se hartó de preguntar, desde las canteras a
la Cicer, de la Cicer a Chile y cuando el tiempo se agota y los recursos no
acuden, apareció la mano de Dios, para guiarle un poco, unos pescadores de la Cicer,
les dijo que la zona del Pilar, habían llegado vecinos nuevos, porque había casas
de alquiler para trabajadores de carreteras y allí llegó con la esperanza bajo
el brazo y las alpargatillas gastadas de dar rueda. La tía Benita cuando lo vio,
suspiro con un Juanillo… Tía Benita, llevo todo el día buscándola, a donde
diablo se vino a vivir, tan lejos. Benita incrédula cobijó a su sobrino y se acordó
de su hermana, que estaría dando gritos por el barranco llamándole, aunque con
las primeras ausencias largas, extendía que volvería tarde.
Por
supuesto espero que llegara Miguel y lo enviaron de nuevo hasta el Teatro a
coger los piratas para Telde. El resto lo imaginan, Juan había descubierto
américa aquel día, viajaba tan entusiasmado hablando con todo el mundo que
aquella noche llegó tarde a la Pepina, después de andar barranco de Telde
arriba, La tía Carmen con la palmatoria en la mano, daba vueltas y cogía el
farol y caminaba por las veredas con la esperanza de sentir el rastro de la
figura y en algunos de aquellos rezos de soledad, escuchó la trapisonda de
Juanillo que volvía de hacer las Américas entusiasmado por todas las experiencias
vividas en un solo día. Tu padre te va a matar, desgraciado, que me vas a
quitar del mundo, y empezó hablar y hablar y a reír y Juan Morales el viejo, comenzó
a sentirse orgullo de su raza perdiguera.
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