La
sombra vertical que arroja la luna en las noches claras, marcando las lomadas
que cuelgan en los riscos de Tenteniguada, rememoran los cuentos de los
ancestros, -abuelos- sentados en el patio de sus casas, con toda la prole de
sus familias y chiquillería, que miran con brillo en sus pupilas las historias
de los viejos, relatos antiguos que se remontan a las noches oscuras y a los
miedos perennes de lo desconocido. Allí se encerraban los dos poderes del
hombre, el control de sus semejantes sembrando el miedo, y la nostalgia de los
poderes ocultos a través de la magnitud de la naturaleza y sus secretos.
Estos
resquicios de indagar en el cuento entretenían sobremanera a toda la comunidad,
dada a los milagros que nacen de las pocas luces que alumbran la tierra aún.
Una hoguera es sinónimo de luz y misterio, de una magia sin comparativa, que
nuestros antepasados, sentados a su alrededor o embobados mirando al fuego,
descubrieron la primera poesía luminosa de la tierra. Y a través de su llama
indagaron sus fantasías y expiaron sus misterios; allí quemaron sus maldades,
sus pesares y desgracias. Prometieron amor eterno y purificaron su alma en las
noches de sanjuaneras, cuando la fruta apunta cosechas de sabores y la
guindilla tiempla de alegría y sonrisas la llegada del verano.
Las
noches de San Juan invitan a los cuentos y al baile junto a la hoguera. A los
cuentos que nos despertaron la imaginación cuando de niños indagamos los
misterios, por falta de comprensión, a los bailes junto al fuego por el amor de
las chicas, que lucían coloretes y revuelos en la caza de sus mariposas de
juventud. Aunque llegados a las vísperas sanjuaneras hay que recordar que en la
cumbre de Tenteniguada y sus pitones monolíticos; aun destila en las noches
oscuras, una de las historias más recurrentes de un pasado de estrellas y
andurriales fantasmagóricos.
Isabelita
Pérez nació en cueva Grande. Allá por 1870. Fue hija única, de pastores de
aquellos pagos Su vida se desarrolló, a lomo de bestias, entre las tierras de
las cumbres. En la trashumancia perenne. Pronto tuvo que aprender sus lindes
sin marquesado. Que iban más allá de su control visual.
Los
andurriales de las Hoyas del Gamonal. Los Manantiales, la Cruz de los llanos,
Pargana Laderas del cabezo, las Cañada de la Meca y Ayacata. Las Hoyas de la
vieja y de la Fuente. Candelillas y
hasta abajo cerca del Morro Gonzalo, en el llenado de la presa de Soria, tenía
tierras.
Se
casó con un tal Pancho Valentín de Valsequillo. Medianero y
"correcaminos" Entre los dos, sumaron muchas fanegadas de andurriales
y animales. Como las Suertes eran tan
grandes y dispersas, fue cediendo terreno a medianeras y pastores que le
cobraba el diezmo con el trueque de sus frutos. Quesos, higos pasaos,
almendras.! ¡¡Mira que daba abundancia la tierra trabajada!!
Pancho.
Su marido, le dio 6 hijos. Pero murió joven, vivió menos que los siete burros
que quemó en vida. Vigilando sus tierras Los pobladores de las cumbres. La
llamaban Isabel la Católica, porque se le veía de noche y día, forrada y
montada en la burra. Ayacata arriba, Cueva Grande Abajo.
El
día que el nietillo se enfadó, porque se negó al mandado y le llamo. Isabel la Católica. Se llevo tremendo tirón de orejas. Y dio
cuenta, del poder y respeto de la Reina de las cumbres centrales de Gran
Canaria. entre los pastores y la leyenda. Cuentan, que aún después de muerta,
era fácil advertir a la vieja en las noches oscuras, paseando su fantasma con
un farol. montada en la burra, custodiando sus tierras…
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