lunes, 16 de junio de 2025

SOLEDAD

Hola mamá, en esta hora larga de la noche, donde los duendes, juegan a ser jefes del silencio, la soledad de la espera, me atrapa en su protocolo huraño, vigilar tu respiración, es la tranquilidad de saber que aun estás aquí, luchando por partir, me levanto del sofá de la guardia, y paseo por los corredores del viejo edificio del hospital de San Jose, pienso en los cientos o miles de persona que han encontrando en esta última estancia, el pasaporte al destino final. Las paredes blancas de los pasillos y los portones son testigos mudos de muchas senectudes, transiciones y despedidas, en el fondo me alegra que hayas formado parte de la historia de su existencia, es como una vieja hamaca tumbada al sol de las canteras, en ella se recuestan los gozos del ayer, la esperanza y el adiós, casi en una postal romántica de antaño, donde la puestas de sol despiden cada día la elegancia de la vida. Esta mansión de los sueños del más allá, forman la comunidad de la despedida, las habitaciones que dan al mar, están llenas de nonagenarios, son viejas enciclopedias voluminosas de ilustraciones, casi todas con las carcasas rotas o descocidas, las tapas rasgadas y muchas con las hojas ilegibles. No siempre la senectud es una agradable lectura, es la mayoría de las veces el purgatorio del olvido, la maquina donde se resetean los cerebros antiguos y oxidados para viajar a otro estadio de la dualidad, aquí  pasan el último examen, el de la espera lenta e ingrata, prepararse para morir y callar, prepararse para partir al más allá, sin retorno. Al más allá de los creyentes y agnósticos, al lado cero del desconocimiento, aun lugar del que nadie trajo noticias, ni envio postales. Al vacío de la esperanza, y es en estas horas de partir, cuando la infinita sabiduría del consuelo, aboga por la tranquilidad de la paz y late la belleza de la hermandad del amor. el silencio entonces construye milagrosamente el guión de los hijos de la muerte, para despedir su paso por la luz de la existencia. Ahora miro a través del pasillo los paralelismos de la vida, las dudas del ser y escucho un grito herido de una madre llamando a su hijo en la madrugada, que hace días que no viene, tal vez semanas. Me acerco a su lecho y le pregunto para que quiere a su hijo, ella me mira y me envía un recado, si vez a mi hijo Manolin, dile que las cortinas están acabadas para que se las lleve a su casa, mientras juega con la manta destapada, como si estuviera cociendo. En su mirada limpia, solo desea conectar con los suyos, aunque sea una vez más.
 

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