Y en la inmensidad de su
paseo marino de dos orillas de mar azul, de conchas blancas y arena granulada marfil,
se acerca el atlántico para besar esta isla canaria. Fuerteventura es al mar,
una toalla acolchada de soles desiertos, que se recuesta en la costa de norte a
sur. La playa de la barca o laguna de
sotavento es ese espejo mágico del juego del cielo, el mar y la tierra, donde
el agua salada llega mansa y jugueteando con rizos a besar tu piel de caminante
insaciable, de sol continuo y brisa de marismas. Una isla de mar y arena, de
paz y sosiego, de sol y viento, allí donde el tiempo se fue de vacaciones para
no contar los minutos de su vida, para medir el pulso de los elementos que
rompen la locura de la vida rápida, esta isla es encontrar el espacio tiempo que
se escapó y que la meditación natural te regala con un amor terrenal.
Fuerteventura cuanta belleza y quietud.
Foto; fuertevidorra
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