Cuando
el frío te sube por las piernas y sus manos frescas van sacudiendo los protones
de tu calefactor, advertimos la ternura de los días chicos y opacos. Su paisaje
se vuelve alentador de recepción constante. Las montañas llaman a las nubes
para plegarlas, y gritan al viento, al azote de la borrasca, para abrir la veda
de la caza de lluvia.
Es
tiempo de abrigos guardados, de sacudir su letargo y estirar sus mangas
dormidas. Placer seductor de invierno, que alarga las noches con frescor y
oscuridad. Los machetes helados de la ventisca se afilan en las herrerías de la
espera; la armonía de los campos esgrime la llegada de su estación favorita, de
su actividad más estresante: ocupar espacios, procrear naturaleza y encender
los hornos del hogar clamando al cielo.
Gracias
a estos cambios de luz, el paisaje se anima al maquillaje, al estreno, como los
jóvenes que se preparan para el baile de promoción en busca de exultar su mejor
belleza y captar las emociones del sentimiento. En tierras tan cálidas y secas,
la llegada de los pétalos de agua del cielo es una bendición esperada. Dicen
que las plegarias no llegan al más allá y que los dioses pasivos no permiten
arengas ni tempestades, aunque las conciencias del mal sigan atacando
furtivamente, incontroladas, en lugares inesperados.
Nosotros
nos conformamos con que los tiempos de gestación y lluvias no abandonen a esta
tierra sedienta y amable; que el color verde no sea un maquillaje espontáneo,
sino un forro polar de abrigo necesario. Quiero escuchar el tintineo de las
esquilas en el campo mientras se ordenan los espacios en los galpones; el
lavado de cara de los árboles y las escorrentías alegres en las barranqueras;
las montañas luciendo pamelas de algodones y las palabras sacudiendo tertulias
de tradiciones; los viejos en corrillo argumentando señales, los fogones
soltando aroma de potajes, las campanas doblando el tañido de agradecimiento y
los portales rechinando la hinchazón de la madera.
Todo
ese universo de color que se junta en tonalidades para resumir el salmo del
“verde, te quiero así”.

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