Un
hombre bueno, supone la plenitud de sus actos, la responsabilidad de su
conciencia que siempre va acorde con su manera de pensar. Manuel Suárez Guerra
bisabuelo materno, era uno de esos valerosos hombres que le echaba a la vida el
coraje meditado de la armonía activa, hombre pasivo y analítico, observador y
justo.
Su
nacimiento se produjo en el 1884, hace apenas siglo y medio sus padres “Los
Suarez” venían de Tenteniguada y su madre “Los Guerras” del monte. Que acabaron
asentándose en la Pepina, del barrio de la Gavia, allí entre las cuevas que
sorteaban las laderas, fue creciendo la ebullición de la edad moderna, tuvo
tres hermanos conocidos, Miguel y una Hermana que desconocemos su nombre. Yo
recuerdo a su hermano Miguelito Suarez, porque era el abuelo de mi vecino, y
como niños teníamos la responsabilidad de atenderlo sentado en su perezosa
envuelto en una manta con un pie amputado, pues su hija Dorita, salía a
trabajar y el abuelo era responsabilidad de los pequeños. Gonzalo, Guillermo,
Nieves.
Manuel
Suárez era ágil en la labranza, silencioso en el pensamiento y resolutivo en el
respeto, le inculcó valores de supervivencia a sus hijos con el arte de lidiar
con la vida. Muchas tardes pasaba bajo el árbol del patio sentado, hablando con
ellos de las noticias del mundo, y la revoluciones que se medían por bocas de
tercero. Los medios eran escasos y las noticias corrían por los caminos y las
pocas tiendas de aceite y vinagre.
Los
reales de Vellón era la moneda difícil de coleccionar, solo las tenían los señores
terratenientes de la ciudad. Los apellidos ilustres de la burguesía. Los pobres
seguían jugando al trueque como método de supervivencia. Y así cabalgaron
siglos y todos sobrevivían con la habilidad de la adaptación. Pero Manuel,
presintió venir los tiempos mejores, se generaban trabajos con dedicación y las
remuneraciones en viejas monedas aparecían como miserias del deber, que la
mayoría de nuestros antepasados no gastaban, solo guardaban para las
necesidades de supervivencia; Comprar una vaca, un cochino, unas gallinas, la
fuente de la alimentación alternativa.
La
casa se le lleno de hijos con María Pérez, una mujer grande y fuerte, que
cargaba con la destreza la dureza de la vida hasta que la vejez se apoderó de
sus recuerdos y la fue volviendo loca, siempre le reprochó a Manuel que dejara
ir a sus tres hijitos a Cuba, y que desaparecieran para siempre. Los apegos
para Manuel no era moneda de cambio, el cambio era necesidad y supervivencia
por ello aconsejó a Pepe, Manuel y Juan que había que ir a buscar la suerte del
trabajo y el bienestar y los consejos recibidos de Miguel Morales -padre de su
Yerno Juan- eran buenos argumentos. Cuba ondeaba en la mente de todos como un
destino feliz, donde el trabajo, el dinero y la comida no faltaba jamás.
Y
los Suárez Pérez tomaron sus últimos ahorrillos y la maleta de madera
compartida y tiraron Matanza abajo, para pillar el coche de hora en la cuesta
Ramón, que los llevaría al muelle de Las Palmas. Donde los Vapores de los
barcos embadurnaban un paisaje de aventura y nostalgia, las caras de tantos
otros como ellos que se embarcaban para el caribe era una motivación cómica del
futuro incierto.
Manuel
Suárez estuvo unas semanas sin hablar con nadie, con el enyurge de los hechos,
su mujer María andaba entre sollozos y valentías disimulando la perdida y el
silencio comenzó a sacarle brillo a un enemigo como el Alzheimer. Se le
escuchaba hablar con las gallinas primero y con las tuneras después, a las
primera les decía que los chiquillos vendrían pronto con la maleta llena de
sonrisas y regalos y con las tuneras se liaba a golpes como si fueran la causa
de un desahogo del cuerpo, en realidad era una crisis galopante de la que nunca
se pudo recuperar. Mientras Manuel se pasaba el día buscando noticias y
labrando, de los pedazos de tierra a los animales, su hermano Miguel muy
crítico con la realidad, le aconsejaba en largas charlas y argumentos los
avatares de su raza, que llegaron de los riscos de Tenteniguada en Valsequillo
y sobrevivieron a muchas penurias y allí estaban con sus familias y sus
asientos…
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