Aquella
melodía del caribe, untaba el ambiente de la pobreza, con una esperanza
perenne, el ser humano tiene la suerte de trazar el destino con la decisión de
su voluntad. Las islas Canarias en los años 20/30, era pobreza sin consuelo,
era sufrimiento sin plenitud. Las noticias que venían del nuevo mundo, eran
atractivas, era cambiar la vida aborigen por una vida más digna. Era soñar con
la prosperidad y el mañana mejor, siempre habría tiempo para volver, para recuperar
las huellas de los genes. El lugar donde nacieron u se hicieron hombres a duras
penas.
Los
hermanos Pepe, Juan y Manuel Guerra, ya habían tomado la decisión de su vida,
nos iremos juntos a cuba, fundaremos un nuevo renacimiento, arroparemos nuestra
dignidad y construiremos una nueva familia, manteniendo unidas nuestras raíces.
Manuel Suarez -padre- estaba al corriente de los aconteceres de allende los
mares, a través de las vagas noticias que llegaban de boca a oreja, sabía de
las buenas corrientes que atravesaba la perla del caribe. Y con todo el pesar
de su alma, aconsejó a sus hijos a tomar la decisión más sabia. Prosperar en el
futuro.
Aquí se queda Domingo, Carmen, Benita y Jesús. Con ellos la familia sigue quedando completa, y las necesidades serán menos y compartiremos el esfuerzo de superarlas. Aquella tarde la meditación llevó a María Perez a soltarse en llanto reprimido, pero Manuel, son tres hijos que se van, le reprochaba al viejo, tres hijitos que se me marchan, quien sabe a dónde… Benita por ser la más pequeña, aún no estaba en edad de entender la dimensión del acontecimiento que sucedería en las próximas semanas. Estaba contenta porque habían enviado una seglar al barrio de la Gavia, la primera maestra, que llegaba al pueblo, le habían condicionado la casa de Manuel Cruz, donde daría las primeras clases. Se llamaba Primitiva Díaz García procedía de santa María de Guia y venía destinada unos años a la educación primaria en los despertares del barrio de la Gavia
Benita
le pidió a su madre que le permitiera asistir a clases, quería conocer de manos
de una maestra, las cosas del mundo y tal vez le preguntaría si pudiera saber
donde estaba cuba y porqué la gente se iba tan lejos a trabajar. Le preocupaba
advertir los sollozos de su madre, que intentaba disimular delante de ella el
disgusto. Y así asistió a la escuelita, con todas las niñas del barrio, ya
abundaba vecindad y se adivinaba el crecimiento de un futuro, el mundo de la
enseñanza era muy duro, comprender el orden de las cosas del mundo era complicado,
ella era lista y aplicada, su teoría del desarrollo de mujer, era una
aplicación casera de virtud y deber responsable. Tal vez el destino le tendría
reservado una familia con un buen hombre, o sus hermanos volverían de cuba a
vivir en canarias y traerían mucho dinero para ayudar a la familia.
La
mente infantil de Benita, le absorbía la dedicación de aprendizaje, que le
costaba seguir aquellos trazos que le imponía doña Primitiva con exigencia. Tienes
que sujetar el lápiz así, le decía y le explicaba y copiar lo que dice en la
pizarra, igual para que puedas ir aprendiendo. El método antiguo era difícil para
las mentes poco privilegiadas al cambio de hábitos, la paciencia y la aplicación
se confundían a veces con la exigencia y la saturación, produciendo altercados
de comportamiento y vuelta a comenzar. Benita cuando volvía a la casa, le
contaba a su madre que mejor, se quedaba atendiendo la casa, que a ella no le
hacía falta la escuela, eso era para gente lista. Con ganas de aprender..
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