lunes, 6 de febrero de 2023

TIA ABUELA SOR MARIA.


Maria Ramirez, nació en el barranco de Garcia Ruiz, allí bajo la sombra escultural de los picos del Lomo La Gavia, donde nace el Lomo el rayo hacia abajo. una cresta de ceniza -picón del viejo cráter de Bandama- que llega hasta la vuelta Los Rodriguez. Una tierra fértil y frutera y ahí en el seno de una familia pobre y armoniosa, se crió con sus cuatro hermanos, ella la mayor con la responsabilidad del cuidado de sus hermanos pequeños. Antonio y Miguel -abuelo- al ser el apoyo de su madre Rosita amador, que le dejó en plena juventud y tras la decadencia de su ida. Unos años después murió su padre Antonio, quedando la familia huérfana de padres, bajo la responsabilidad de la hermana mayor.

La necesidad obliga y la responsabilidad exige, pronto sus hermanos se enfrentaron a la vida con el amor de hermanas y el recuerdo de padre. María siempre fue la madre consejera, la facilidad para educar y arropar a los más pequeños la fue llamando a los hábitos religiosos de amor a los demás. Se presentó a charlas espirituales en los conventos de San Francisco -Telde- y allí encontró la iluminación y resolvió el conflicto de vida en una entrega a los demás

Sus hermanos ya habían encontrado el camino de su juventud y aunque Miguel era el más pequeño, supo aconsejarle y darle el arropo desde su corazón familiar, el mismo que se le rompió cuando le llamaron a filas a luchar al frente, y se presentó como una madre enfurecida ante el poder de la Iglesia para recomendarle encarecidamente. La plegaria y el rezo de un destino amparado. Que no lo enviaran al frente que era un hermano huérfano de padres y su juventud no entendía de maldad.

Sabido es que las plegarias llegaron y el destino de Miguel Ramirez en las milicias fue tan afortunado como su gloria. Ordenanza de los altos mandos militares, por recomendación divina. No había manga más poderosa, que la que resolvía el poder de la iglesia, María debió de hacer un pacto con Dios de entregarse de por vida a la atención de los niños y enfermos, era el precio de su plegaria, era el destierro de su destino, supo encontrar en ese amor de entrega la compensación de la felicidad devuelta, en forma de sonrisa, reconocimiento, amor de los demás.

Fue enviada a la isla de La Palma al hospital de nuestra señora de las Nieves, un lugar donde solo llegaba a golpear sus puertas; El desamparo, la enfermedad, la vejez y la infancia, y el abandono. Allí hilvanó su entrega como madre trabajo y madre coraje. Con madre amorosa y madre plegaria. El amor tiene muchas formas de expresión, pero la más infinita es el de la entrega a los demás.

 -Yo recuerdo a la tía Sor María Ramirez, ya mayor, cuando venía a casa de los abuelos una vez al año una semana de vacaciones y aquella mujer nos resultaba de una extraña virtud-  Era conciencia y acción en años duros de supervivencia, nunca le vi sonreír en familia, y el silencio y el hablar en tono bajo, era una disciplina que me condenaba el pensamiento de rebeldía juvenil. Todos le guardaban un respeto absoluto y extraño.

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