La
luz se acerca a la tierra en su dimensión más próxima al ecuador, la
temperatura sube sacudiendo la corteza y su vida; desde tiempos inmemoriales
estos ciclos veraniegos, cumplían el requisito del tiempo en la traslación, y
ejercía el termómetro de las estaciones para la vida en el planeta. Estas
vueltas largas que da el mundo y nos lleva acumular tiempo vivido, nos hace más
filósofos de la observación y de las partituras del tiempo.
El
ser humano tiene la tendencia a vivir con prisas o arraigo, y en esa vocación
sin notario, el recuerdo, graba las imágenes de una felicidad etérea, que
transita a la velocidad de su emergencia por la vida. Estas prisas desencadenan
la inestabilidad de saberse vulnerable a los cambios. Inestable a los acontecimientos
provocados; No andamos rápidos por naturaleza, andamos muchas veces sin rumbo, por
la inercia que nos generan otros y en estos pensamientos que analizamos desde
la templanza o la observación cotidiana; interpretamos lo que, de verdad, importa,
lo que de verdad nos protege de lo errante. Y el valor más cotizado de este
estoicismo, es la familia: La paz del hogar, y la burbuja de tus sueños
programados, la charla, la constancia, la libertad, el análisis y las vivencias
de los recuerdos como cultivo excepcional de la vida.
Ni
los cálculos más cercanos a mis pensamientos, podían susurrarme que sesenta y
dos años después de mi aterrizaje en este planeta, se convirtieran en el día a
día de las celebraciones por la vida. Una cascada de sensaciones como cosechas
de sensaciones por el aprendizaje, que de alguna manera avalan, esa inversión
de lo existido acorde al pensamiento labrado; todo comienza con el
existencialismo y transcurre en un estado de objetivos a resolver; canalizar
toda esa explosión de vida y juventud inexperta, es un trabajo agotador que enfoca
el orden de las prioridades en la vida, -ese vestirse despacio, que tengo
prisa- avanzar en los estadios del crecimiento personal e intelectual;
experimentar, proteger y luchar por el bienestar de los nuestros. Los tiempos existenciales,
lo llaman la tesis de la vida; la filosofía de cada uno de vivir en relación a
sus conocimientos y actuaciones, bajo la premisa de su control. Habrá un nombre
para todo, una expresión o corriente. Mejor una reflexión autodidacta, del
querer y el poder del goce equilibrado.
Estos
derroteros a los que me lleva el pensamiento es el acumulado de las actuaciones:
La literatura, la experiencia y el conocimiento; la curiosidad siempre fue el
arma más poderosa de la iniciativa, el desarrollo; la emoción contenida en compartir
las vivencias y currarse los objetivos. Sin embargo, con lo que no contaba en
las empresas de actuación era con las pasiones encontradas, una especie de
abono al cultivo y el sentimiento de expresar con libertad el pensamiento,
siempre con el criterio justificado de no renunciar a lo que importa y apetece.
Esta
mañana mi pensamiento viaja encapsulado, al pensamiento de mis genes a través
del futuro inminente; ese viaje misterioso que comienza hace mas de sesenta
años con mi nacimiento y que continúa a través de mi hija María y mi nieta
Famara, el último retoño de este árbol de vida y cuidados. Esta vez, mi mirada
hacia adelante no olvida el pasado analizado de mis genes, que me trajeron hasta
aquí, en ese movimiento de traslación y evolución temporal constante, que nos
hace participes de la vida como una luz que habita en el espacio tiempo de las
constelaciones. Somos ese polvo de estrellas con identidad capaz de imaginar el
colapso del universo en relación a nuestra exactitud
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