Aún
recuerdo -en la pubertad- que bajamos andando desde la Gavia, a vivir las
fiestas, incluso de niños, nos íbamos caminando al Lomo de la Gavia, a las
cuevas de los Picos, con la comida y andando con la familia, para vivir una jornada
festiva en la distancia de su plaza y el colorido de sus casetas y las carreras
de caballos, Los fuegos artificiales y las verbenas consagraron un escaparate
inolvidable de este rincón de valsequillo, que siempre se distinguió como
ejemplo de actividad y localización veraniega ineludible.
Recuerdo
a D. José Ojeda, -maestro nacional de la escuela de la Gavia- que nos llevaba
de visita turística a la embotelladora en los años setenta, para que descubriéramos
la fábrica del agua, y luego congregaba al colegio del Valle y jugábamos un
partido de futbol en los cercados del palmeral entre ambos colegios; los actos
religiosos de primeras comuniones –en las que me incluyo- o las misas de gallo.
Recuerdo
montar las cantinas de explotación de tapas y botellines en las noches de
verano y estar hasta la amanecida en una fiesta entrañable y activa, Las
fiestas de San Roque siempre fueron el reclamo del verano, de los calores de la
nostalgia de las verbenas; su excelente plaza que fue creciendo con la ilusión
del pueblo trabajador y entusiasta, acabó enmarcada con los testigos mudos que
hoy lucen la bendición del santo, el párroco vasco, D. Martín Lopetegui Artola,
mandó a plantar los cuatro Laureles de Indias en 1975 y convenció al pueblo,
para ampliar y mejorar la plaza, que ha sufrido tres modificaciones, hoy se
mantienen erguidos alimentando el pasado de aquellos años de actividad incesante.
Pero
recuerdo a mis abuelos contarnos, -primero- moverse en las fiestas y luego ir tras
la postguerra Civíl a montar los ventorrillos de tortillas y garapiñadas, la
gran afluencia de público que acudía a las fiestas, la hacían ineludibles en las
fechas del verano, desde todos los rincones estaba la visita programada. Mi tía,
la primera hija de mis abuelos de la Gavia, aparece registrada hace 85 años en
la sacristía de la Iglesia, como la primera niña que se bautizó en la
parroquia. Rosa Ramirez Suárez.
Hoy
estuve en las fiestas y todos son recuerdos, volví a encontrar en los laureles
el sopor refrescado del verano, y la nostalgia de otros tiempos mejores, donde San
Roque, imperaba sobre el valle la condición de las fiestas más importantes de
Valsequillo, una fachada anclada y sola bajo un cielo de banderines tristes de lo
que, en otro tiempo, fue un semillero de alegría incomparable.
Hoy
San Roque vive la jubilación de su recuerdo y todos los símbolos que la mantuvieron
como coloso festivo de verano, se mantienen en la memoria, de los que hemos
cumplido años.
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