sábado, 16 de agosto de 2025

FIESTAS DE SAN ROQUE - RECUERDOS

 

Hace algunos años que ando desconectado de las fiestas de San Roque, y estos días, que he vuelto por su hermoso valle de palmeras y recuerdos, he podido constatar, que las fiestas de San Roque, no son, ni la sombra de lo que eran, aquellas fiestas de verano y de verbenas extraordinarias, de chiringuitos y cantinas, eran un hervidero de juventudes buscando diversión y amoríos. Al valle de San Roque no faltaba nadie de los núcleos colindantes, Telde y barrios, solana, Higuera canaria, Palmital, La Gavia, Atalaya, y al otro lado todos los barrios de valsequillo que encontraban en esta fiesta un caudal de alegría y festividad sabrosa y veraniega.

Aún recuerdo -en la pubertad- que bajamos andando desde la Gavia, a vivir las fiestas, incluso de niños, nos íbamos caminando al Lomo de la Gavia, a las cuevas de los Picos, con la comida y andando con la familia, para vivir una jornada festiva en la distancia de su plaza y el colorido de sus casetas y las carreras de caballos, Los fuegos artificiales y las verbenas consagraron un escaparate inolvidable de este rincón de valsequillo, que siempre se distinguió como ejemplo de actividad y localización veraniega ineludible.

Recuerdo a D. José Ojeda, -maestro nacional de la escuela de la Gavia- que nos llevaba de visita turística a la embotelladora en los años setenta, para que descubriéramos la fábrica del agua, y luego congregaba al colegio del Valle y jugábamos un partido de futbol en los cercados del palmeral entre ambos colegios; los actos religiosos de primeras comuniones –en las que me incluyo- o las misas de gallo.

Recuerdo montar las cantinas de explotación de tapas y botellines en las noches de verano y estar hasta la amanecida en una fiesta entrañable y activa, Las fiestas de San Roque siempre fueron el reclamo del verano, de los calores de la nostalgia de las verbenas; su excelente plaza que fue creciendo con la ilusión del pueblo trabajador y entusiasta, acabó enmarcada con los testigos mudos que hoy lucen la bendición del santo, el párroco vasco, D. Martín Lopetegui Artola, mandó a plantar los cuatro Laureles de Indias en 1975 y convenció al pueblo, para ampliar y mejorar la plaza, que ha sufrido tres modificaciones, hoy se mantienen erguidos alimentando el pasado de aquellos años de actividad incesante.

Pero recuerdo a mis abuelos contarnos, -primero- moverse en las fiestas y luego ir tras la postguerra Civíl a montar los ventorrillos de tortillas y garapiñadas, la gran afluencia de público que acudía a las fiestas, la hacían ineludibles en las fechas del verano, desde todos los rincones estaba la visita programada. Mi tía, la primera hija de mis abuelos de la Gavia, aparece registrada hace 85 años en la sacristía de la Iglesia, como la primera niña que se bautizó en la parroquia. Rosa Ramirez Suárez.

Hoy estuve en las fiestas y todos son recuerdos, volví a encontrar en los laureles el sopor refrescado del verano, y la nostalgia de otros tiempos mejores, donde San Roque, imperaba sobre el valle la condición de las fiestas más importantes de Valsequillo, una fachada anclada y sola bajo un cielo de banderines tristes de lo que, en otro tiempo, fue un semillero de alegría incomparable.

Hoy San Roque vive la jubilación de su recuerdo y todos los símbolos que la mantuvieron como coloso festivo de verano, se mantienen en la memoria, de los que hemos cumplido años.


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