sábado, 18 de octubre de 2025

LA NIEBLA


La mañana despierta con la melancolía jugosa de las pompas de jabón, buscan concentrarse como invitadas a una reunión multitudinaria de su esencia, nubes esponjosas suben lentamente ocupando los barrancos, y borrando un paisaje seco, el silencio va callando las exclamaciones del vacío, se retuerce en los costados de los muros, trepa por los riscos y cercados; acaricia los árboles como una balada en otoño, un murmullo de caricias invisibles tan solo percibidas en el tacto y la visión,  Es la antesala de algún acontecimiento prehistórico que recuerda hechos, las misivas de un cambio de ciclo, tal vez; la invasión silenciosa del poder de los dioses de la niebla, conjugando el paisaje, atrapando la luz con un velo de seda blanca espeso de tupidas colmenas microscópicas, que caen por seducción intrépida.

Primero avanza extravagante, inerte, con una magistral sensualidad agarrando espacios y soltando su asfixia tenebrosa de poder, avanza como una serpiente herida y hambrienta, con el silencio como escuadrón disciplinado, avanza y borra el paisaje, una pizarra muerta blanca va quedando bajo el traje de novia, con la que se ha disfrazado, y su poder se llama nada, todo a quedado en nada, una nada envuelta en sabanas blancas de acolchados terrones de azúcar gasificada.

El aviso no se hizo esperar, el paisaje quedó fantasma, exhibiendo sus siluetas apenas visibles en la cercanía, la humedad enfrío el aire y comenzó un llanto fino y perenne a colarse en el ambiente dormido, aletargado, invadido por esta faz de cortinillas de aire contaminado de tintes blancos que invade a destajo, que calcifica la mirada y deja un rastro invisible de antojo otoñal. Las plantas aplaudieron, las tierras buscaron el mejor asiento ante el espectáculo natural de una invasión aérea sobre sus secas pieles curtidas, todos cerraron filas ante el acontecimiento, y lloraron en compañía el suceso, lágrimas que escurrían los troncos, los tallos y las hojas, era una avanzadilla de un otoño esperado, los caprichos del aire viciado de ternura, el ejército de salvación y renovación de la fe, en la tierra madre, el cuarto elemento y su poder de seducción.

Ahora llueve tiernamente, polvo de agua; pero el manto blanco avalan su intención de refrescar el paisaje, de sellar el pacto de una bendición natural, la alegría colectiva acude a la mirada de un paisaje que se sacude de las tinieblas, alegre de la esperanza de ser atrapados por la pasión de la borrasca, es brillante la luz se oculta tras la cortina blanca, no quiere interrumpir la tregua del llanto, la intención del sueño otoñal y da paso a la gloriosa calma de la parsimonia por imposición del paisaje aletargado de sueños y melancolías.

Ahora recuerdo, esta sensación de regocijo, son vagos episodios de niñez, descalzo, jugando con el agua de las escorrentías, mientras el frío, quería ser amigo y se dejaba acariciar sin molestias, ni abrigos. Recuerdo los caracoles y su abundancia, de pronto, todos aparecían como llamados a una manifestación de trabajo, una zafra de babosas cubriendo todas las paredes y rincones, antenas detectando su espacio y tiempo de revelación.

Ahora recuerdo el cobijo acorazado del hogar, el asilo dormido de la manta, el sueño del letargo sanador, la melancolía de pasajes olvidados, todo tiene memoria, todo se fragua en silencio, es el poder de la niebla, del fantasma de los recuerdos escondidos en la reminiscencia.

 

 

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