Hay una observación, casi
imperceptible de la lealtad, en algunas personas, cuando las descubres, es una
mezcla de honor y valentía, que escapa a un portal del tiempo, claro en tiempos
modernos descubrir estos valores en gente normal no es posible, porque casi
todo tiene un precio y en estos parámetros de catálogo y adivinación se escurren,
sin sospecha…
El caballero de la luna es
además el guardián de las constelaciones, se siente atraído por la naturaleza
universal de la bóveda celeste y escudriñar el cielo en cualquier parte del
planeta, puede ser el amigo más cercano a su pensamiento.
Es luz en la oscuridad, parsimonia
analítica de un después, no llega a ser un tipo duro, pero si flexible,
tolerante y con estilo propio. Un Don Iñigo Errea caballero medieval de las
cruzadas, - Como diría Leti- en la que el tiempo después del viaje, le ha
convertido en un guardaespaldas al más puro estilo de Kevin Costner, pensativo,
audaz, reflexivo e intuitivo, con la naturaleza simple de lo sencillo. Gran
actor e infinito donaire
Cuando después de una gran
velada, decide consultar el calendario lunar para recibir la luna, en su
naciente, nos sorprende la precisión de la escena, casi ritual, observar a
oriente entre el mar de luces que la tierra manifiesta como luciérnagas, la
ciudad bulliciosa abajo pinta iluminada una fresca noche, sin saber apenas que
algo milagroso acaba de ocurrir, una enorme bola rojiza, mancha un cuadro en el horizonte, sale del mar como una
sirena encantada y sube, vuela sobre las luces de la tierra, es poderosa y encantada
y se deja atrapar por las miradas y el culto a su naturaleza la proyecta y
exhibe en la noche hasta conseguir su máxima grandeza, luego vuelve a morir
despedazando sus formas y a acaba menguando en la mirada terrícola hasta
esconder su cara complacida
El caballero de la luna, ha
justificado su intuición, a escudriñado su trayectoria, ahora su rumbo, matiza
la línea en el horizonte que se traga el cielo y confirma que una vez más la
luna y su lealtad son regalos de naturaleza divina que brillan en el silencio o
en la algarabía, su poder imanta, su aura atesora, su constancia impresiona. En
esa capacidad de gestión se reconoce en la verdad. Caballero de la luna, guardaespaldas
de las estrellas.
Grande muchacho, ese sendero luminoso.
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