Los giros de la vida, la
aventura del descubrimiento, nuestras raíces vienen más allá de la suerte y los
factores, se pierden en la textura borrable del tiempo, hurgando en la memoria
de los antepasados adivinamos otras lindezas que esconde la sazón y los
recuerdos. En esta tesis de descubrir y contar la historia de mi familia, una
nueva revelación llega a mi vida, a través de la voz escuchada en el eslabón de
una tía abuela. Sor María Ramirez la Monja, hermana mayor de Miguel, la que
rogó por él, cuándo lo llamaron al frente y movió cielo y tierra y los ministerios
de la Santa madre iglesia, para que su hermano pequeño Miguel, no lo llevaran
al frente, a la carnicería. Comentaba a su familia en aquellas reuniones con
los mayores que su abuelo, por parte de padre era francés, y lo repetía con el
orgullo de la certeza, su madre Rosita Amador y Antoñito Ramirez le decían que su
abuelo había venido de Francia. Pero en realidad después de juntar las piezas
del puzle su abuelo -mi tatarabuelo- Era el famoso Sajorín, que además tenía
otra identidad de nacimiento Francia. Probablemente de aquellos 800 prisioneros
que llegaron a Gran Canaria, 1000 a Tenerife y 200 a la Palma. Tras las
batallas épicas y sangrantes de la guerra de la independencia Napoleónicas. De
1808/1814
Posiblemente el apellido
Ramirez, lo heredó de familias canarias de adopción, que lo aceptaron como
sirviente en sus tierras a cambio de cobijo, Posiblemente su apellido fuera
Martín, el apellido más famoso de Francia. Por la zona donde vivió la familia
Ramirez, quedan apellidos Martin, que además suben en descendencia barranco
arriba hasta llegar a La Gavia y San Mateo. Probablemente sus hijos, mi
bisabuelo Antonio Ramirez, no heredó el apellido, ya que su padre, prisionero o
esclavo por deshonor o vergüenza en las tradiciones lo borraron, hasta el punto
que el nombre se perdió y se ganó el de su bondad. “El Sajorín”, toda esta
tesis, apasionante crucigrama de búsqueda, da un giro a la historia familiar,
Donde volvemos a navegar en la imaginación para ubicar un pasaje literario en
aquella textura del tiempo. Mientras los duendes del misterio nos revelan
nuevas pistas.
“En las afueras de Toulouse, las revueltas eran de una
agitación exaltada, la fama de Napoleón había sucumbido la tranquilidad de la
vida en la campiña, y la revolución y exaltación de conquista comenzaban a
llevar en volandas una patria gabacha pretensiosa de héroes y batallas, de
glorias y epopeyas. Francia tenía un status sobresaliente en la hipocresía de
los reinos, estaba en Guerra constante con toda la vecindad, su ambición y
egocentrismo no tenían freno imponiendo e instituyendo las interpretaciones
pioneras de reglamentos y fundamentos para instituir el futuro de la vieja
Europa, desde un prisma arbitrario y voraz
Entre tanta hipocresía
cortesana, Cruzaron el Pirineo para plantar cara a España con la intención de
sentar en el trono a Jose Bonaparte hermano de Napoleón, y tras la destitución
del trono de Fernando VII, comenzó el orgullo ibérico a revolverse por el abuso
impositivo de un malvado vecino indeseado.
Tomaron el camino equivocado
y el ajuste de tanto abuso y escalada les pasó dos facturas, primero en Vitoria
los leñadores del norte le plantaron batalla y expulsaron de iberia y del trono
tales pretensiones, segundo en Waterloo el remate de los aliados europeos le
bajaron los zumos y la fama al Emperador de la Galias, que purgó sus últimos
días en la isla de Santa Helena, prisionero y desterrado de su derrota. Murió a
los 52 años”.
“Jean
Martín un niño amable que nunca quiso jugar a la guerra, pues odiaba las
represiones huyó con su padre a Lyon buscando una vida tranquila, su bisabuelo
Alexander Martin exmilitar de la corte de Luis XVI le enseñó la aristocracia
del poder y el respeto a la monarquía y pretendía para su biznieto una carrera
militar fulgurante, se había criado en Lyon con su padre Bernard campesino y
constructor que se marchó de las afueras de Versalles en aquellos años de
revolución, para fundar la familia con los valores cristianos, era un hombre
bueno, pacifico que inculcó en Jean la gracia del valor y la paz, a su niñez le
añadió los principios de bondad y tolerancia, mientras la juventud le agitaba
el pensamiento y la filosofía. Pero la guerra y su maquinaria propagandística llega
para todos y Jean Martin, tuvo que partir al frente con apenas 17 años, por la
gloria de Napoleón a luchar contra España y los vecinos del sur, en una guerra
que nunca quiso, ni soñó que su destino cambiaría para siempre…
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