sábado, 19 de noviembre de 2022

DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

 


Los giros de la vida, la aventura del descubrimiento, nuestras raíces vienen más allá de la suerte y los factores, se pierden en la textura borrable del tiempo, hurgando en la memoria de los antepasados adivinamos otras lindezas que esconde la sazón y los recuerdos. En esta tesis de descubrir y contar la historia de mi familia, una nueva revelación llega a mi vida, a través de la voz escuchada en el eslabón de una tía abuela. Sor María Ramirez la Monja, hermana mayor de Miguel, la que rogó por él, cuándo lo llamaron al frente y movió cielo y tierra y los ministerios de la Santa madre iglesia, para que su hermano pequeño Miguel, no lo llevaran al frente, a la carnicería. Comentaba a su familia en aquellas reuniones con los mayores que su abuelo, por parte de padre era francés, y lo repetía con el orgullo de la certeza, su madre Rosita Amador y Antoñito Ramirez le decían que su abuelo había venido de Francia. Pero en realidad después de juntar las piezas del puzle su abuelo -mi tatarabuelo- Era el famoso Sajorín, que además tenía otra identidad de nacimiento Francia. Probablemente de aquellos 800 prisioneros que llegaron a Gran Canaria, 1000 a Tenerife y 200 a la Palma. Tras las batallas épicas y sangrantes de la guerra de la independencia Napoleónicas. De 1808/1814

Posiblemente el apellido Ramirez, lo heredó de familias canarias de adopción, que lo aceptaron como sirviente en sus tierras a cambio de cobijo, Posiblemente su apellido fuera Martín, el apellido más famoso de Francia. Por la zona donde vivió la familia Ramirez, quedan apellidos Martin, que además suben en descendencia barranco arriba hasta llegar a La Gavia y San Mateo. Probablemente sus hijos, mi bisabuelo Antonio Ramirez, no heredó el apellido, ya que su padre, prisionero o esclavo por deshonor o vergüenza en las tradiciones lo borraron, hasta el punto que el nombre se perdió y se ganó el de su bondad. “El Sajorín”, toda esta tesis, apasionante crucigrama de búsqueda, da un giro a la historia familiar, Donde volvemos a navegar en la imaginación para ubicar un pasaje literario en aquella textura del tiempo. Mientras los duendes del misterio nos revelan nuevas pistas.

         “En las afueras de Toulouse, las revueltas eran de una agitación exaltada, la fama de Napoleón había sucumbido la tranquilidad de la vida en la campiña, y la revolución y exaltación de conquista comenzaban a llevar en volandas una patria gabacha pretensiosa de héroes y batallas, de glorias y epopeyas. Francia tenía un status sobresaliente en la hipocresía de los reinos, estaba en Guerra constante con toda la vecindad, su ambición y egocentrismo no tenían freno imponiendo e instituyendo las interpretaciones pioneras de reglamentos y fundamentos para instituir el futuro de la vieja Europa, desde un prisma arbitrario y voraz

Entre tanta hipocresía cortesana, Cruzaron el Pirineo para plantar cara a España con la intención de sentar en el trono a Jose Bonaparte hermano de Napoleón, y tras la destitución del trono de Fernando VII, comenzó el orgullo ibérico a revolverse por el abuso impositivo de un malvado vecino indeseado.

Tomaron el camino equivocado y el ajuste de tanto abuso y escalada les pasó dos facturas, primero en Vitoria los leñadores del norte le plantaron batalla y expulsaron de iberia y del trono tales pretensiones, segundo en Waterloo el remate de los aliados europeos le bajaron los zumos y la fama al Emperador de la Galias, que purgó sus últimos días en la isla de Santa Helena, prisionero y desterrado de su derrota. Murió a los 52 años”.

“Jean Martín un niño amable que nunca quiso jugar a la guerra, pues odiaba las represiones huyó con su padre a Lyon buscando una vida tranquila, su bisabuelo Alexander Martin exmilitar de la corte de Luis XVI le enseñó la aristocracia del poder y el respeto a la monarquía y pretendía para su biznieto una carrera militar fulgurante, se había criado en Lyon con su padre Bernard campesino y constructor que se marchó de las afueras de Versalles en aquellos años de revolución, para fundar la familia con los valores cristianos, era un hombre bueno, pacifico que inculcó en Jean la gracia del valor y la paz, a su niñez le añadió los principios de bondad y tolerancia, mientras la juventud le agitaba el pensamiento y la filosofía. Pero la guerra y su maquinaria propagandística llega para todos y Jean Martin, tuvo que partir al frente con apenas 17 años, por la gloria de Napoleón a luchar contra España y los vecinos del sur, en una guerra que nunca quiso, ni soñó que su destino cambiaría para siempre…


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