Así nos hacía sentir la
familiaridad cariñosa con una sonrisa eterna de sosiego, de diversión y alegría,
por identificarnos en sus cabales como sobrinos del corazón. El tío Pepe Torres,
fue ese sentimiento errante de que la familia viene y va, existe y desaparece y
la continuidad se prolonga en el recuerdo perenne, en los consejos y en las
bendiciones.
Aquella mañana el tío estaba
más alegre que nunca pues su cuñada Carmencita casada con su hermano Felipe, se
había puesto de parto de nuevo y la comadrona Doña Carmen, asistente en todos
los partos de la familia, andaba en camino a la casa de la calle altozano de
San Francisco. El número 15 era una bonita cifra, pues allí en menos de 3 años
ya iban por el quinto parto y es que las hijas y nuera de Norita comenzaban con
la retahíla de partos, chiquillos y llantos de bebe, la crianza de las
generaciones futuras se estaba gestando entre los tejados del barrio de los
artesanos. Pero esta vez, el llanto que venía de la habitación del medio del
pasillo de la vieja casona. era especial, era angelical, pues no era de varón.
A la tercera va la vencida y se comparte la baraja, pues cuatro chiquillos
seguidos era señal de preocupación, esta vez una hermosa niña vino al mundo y fue
zarandeada el 17 de mayo de 1964, tan lejano y tan real. Felipe llegó corriendo
de cargar plátanos, le había llevado la noticia Pepe, que aún era joven y trasmisor
de buenas nuevas. Felipe tira para San Francisco que va a nacer tu hijo, Le dijo
con una sonrisa que delataba alegría a raudales. Y felipe salió corriendo por el
Bailadero desde la finca del Cubillo donde cargaba el viejo Ford T, de los Calderines.
El preconizó que esta vez había llegado su
Rosita Marina, una flor de mar, que por encargo le rezó a la virgen María, para
que le asistiera en el pedido espiritual. Felipe fue fiel creyente y los milagros
de la fe mueven tantas verdades que solo el pensamiento prevalece en el don de
esa creencia tan poderosa. Rosa Marina mi niña, pequeño tesoro, por fin has
llegado a nuestras vidas, eres la elegida de nuestros sueños, tu madre estará
tan orgullosa de ti, que sentiré que el tiempo mueve el mundo para dar brillo
de nuevo a la esperanza de la gran familia.
Felipe emocionado miró con
ojos azules a su hija Rosa Marina y descubrió con cierto reproche paternalista
que Carmen, su hermosa mujer le robó los ojos de su color. Dejando el castaño
de su mirada en la profundidad de las pupilas infantiles, tan profundas y
encantadas que el caoba anaranjada volvió a brillar como un zafiro de gracia. Y
exclamó privado de emoción y ternura. Gracias cielo por regalarme una estrella,
dijo mientras Carmensa sonreía complacida de felicidad por el regalo de amor a su
familia. La casa se empezaba a llenar de chiquillos gateando y la vida seguía girando
en el destino de los tiempos venideros, pero fue aquel día, en aquel momento,
donde la fusión del amor se manifestó con una inmensa alegría en el regalo de niña
que le hizo su mujer. Rosa Marina que maravilla.
Para mi querida hermana,
tesoro de sensibilidad, responsabilidad y amor. Feliz cumpleaños cielo.
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