Horacio tenía claro, que
toñin -Terio- era de “buena cepa” Simplemente Es que el abuelo, había dejado
bien alto la honestidad, de su legado -no la reputación- tan exquisito en
humildad y nobleza -por fuera- Ya sabemos de aquellos años de honra y
reputación, perdón. Pensamiento, quería decir que la salvedad era el
pensamiento puro, sin el anacronismo de una inteligencia evolucionada, Cuando
Toñín partió a correr por la calle parriba, a la tienda de Horacio, liberó el
escape de una libertad condicionada de entusiasmo en aquella juventud vigorosa.
Un paquete de cigarrillos Vencedor o partagás, dice mi abuelo y me dio las
“perras” Horacito, -A punto de irse arriba con una chulería aún no inventada,
en Telde- pudo haber dicho, pero se abstuvo de indicativos no recomendados por
el abuelo. Ya sabía que Horacio, conocía los vicios sagrados del Sr. Díaz. No
le gustaba que ningún comerciante intimidara su -reputación- credencial, tal
vez, por qué la sociedad filtraba el sentido patriarcal de las tradiciones,
como símbolo de tolerancias y principios.
Se limitó a juzgar la
inteligencia de Terio. Intentando colar un clásico Abaco. -por inventar todavía-
o no. Al menos poniendo a prueba la inteligencia de un buen chaval. Toñin
siempre fue un niño listo, lo sabía su abuela. Una mujer inteligente que supo
tolerar y administrar, la abundancia y la pertenencia -Atrevido pensamiento
escrito- Disculpa Terio. Hablar mal o bien de una abuela que desconozco. Prefiero
atribuir bondad, como haría siempre por principios una honestad amiga. Mi
querida Julia.
Hay quien dice que la
expresión poco leída, de “al doblar la nevera” -super simpática, expresión
entendible, en todos los frentes, y en este más- No es nada simple. Yo creo que
de siempre. Estás metáforas tan exquisitas comenzaban a espabilar nuestras
mentes literarias, aún por descubrir simpáticas expresiones.
Me alegro tanto Terio, que aquella gominola de
fresa, que te hizo pasar vergüenza, en la tienda de Horacio delante de Bertina.
Te regalara la primera lección honesta del abuelo. Me quedé prendado en este
verano intenso de esa esquina. La que “dobla a la nevera”. Aunque doblar la
nevera, en la calle bebedero me suena más sugerente. Imagino un frescor
exquisito, tal vez de espíritu errante de un Dios congelado. O la publicidad de
boquilla de un resfriado mal curado de la tía Carmela.
Siempre diré que la vida de
antes y las secuencias que producían la buena credencial, marcaban mi
pensamiento como aquellos valores épicos de caballerosidad, nobleza, lealtad,
Honor. ¡Santo cielo! Cuanto fausto destino.
Un abrazo querido de aquel diciembre de 2016 -De luces y sombras- tan prometedor.