En
esa expresión del norte veraniego, que se niega a ceder los colores a la quema
del sol, una primavera se extingue y el día trae a escena la maravilla de la
luz, la juventud y el color que destilan los rayos a través de un lienzo, pocas
veces exhibe el rubor en la cara de las paisanas, la alegría contenida de un pasaje
rural, de un descanso en la siega del pastizal, el valle sigue escurriendo el
color, la impresión de una soleada mañana con sus luces y sombras clásicas y
altaneras. Bien pudiera llevarle un cuento de charla juvenil a los aconteceres
del tiempo, las fiestas del santo patrón, los amores en la mina, el baile de
magos avisa, quien será la próxima afortunada, la que suspira por el arriero
noble, o el estudiante afortunado, o el hijo del boticario. Todas enhebran los
dardos de sus corazones para disparar el cortejo soñado, un real sueño de
princesa aunque en este cuento, los príncipes están de caza en otros parajes
menos brillantes.
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