domingo, 23 de noviembre de 2025

FRÍO SEDUCTOR


Cuando el campo saca la paleta de colores y a las montañas se abrazan las nubes, el frío viene a dirigir la orquesta de los albores de otoño; cambia las percepciones de las miradas y la sensación de bienestar. La invitación a rebuscar el abrigo estimula el recuerdo de los paralelismos del tiempo y su efecto en nuestro organismo. La naturaleza, siempre sensible a los cambios, saca la bandera verde de la paz y renovación del paisaje, sumiéndonos en el nuevo ciclo, marcado por la distancia del sol paseando por las estaciones de su elíptica.

Entonces paso unos días sintiendo el cosquilleo del frescor, esa caricia agradable que te convierte en víctima de la temperatura y héroe de tu termostato. Un reto de aguante se va apoderando de tu energía, y los mecanismos corporales de la defensa y el resguardo se ponen en marcha para liberar la química del bastión, siendo estas reacciones físicas una oleada de consultas internas imperceptibles que actualizan y actúan a tu voluntad con conciencia materna de protección.

Vivir en Valsequillo y medianías sacude esta gracia de contemplar los cambios de traje de la naturaleza. Se abren los armarios y se mira a la montaña buscando presagios; el despertar del nuevo día de soles anaranjados que, dependiendo de la carga de polvo de desierto en el espacio, se convierten en las auroras boreales del paraíso de las islas. A veces, caminando en la tarde, te quedas embobado mirando el espectáculo de la bóveda y las despedidas del astro rey.

Tiempos de dichas y castañas acuden en los últimos ocres de la acuarela. En la paleta, ahora le toca al verde y sus tonalidades; la legión para el cambio de piel es tan brutal que, día a día, se revela con asombro ante nuestro escudriño. Milagrosamente, como la serpiente, se cambia de piel en una metamorfosis apresurada. Es fácil adivinar el contertulio de los árboles con los animales, la fascinación por el cambio necesario y revival, toda esa armonía que compagina seducción y antojo, ciclo y rotación, renovarse o morir.

Así nos sacuden los episodios de la vida en estas latitudes: entre bancales y almendreros en gestación, entre trebolinas que despiertan y caracoles que se arrastran buscando oportunidades. Un rito ancestral que domina la naturaleza divina del espectáculo, que sufraga las tesis de la memoria para recomponer los ciclos de la existencia, con las pequeñas variantes llamadas “aquellos tiempos” o “estos tiempos que corren”. Cuántos paralelismos y circunstancias se atribuyen para definir los conceptos: la sabiduría de la observación con la variable de arrastrar el peso del conocimiento y la madurez de la experiencia.

Sigue despertando en nuestra percepción la magia de los cambios, ese bien necesario para languidecer el pensamiento y el análisis, adormeciendo la asombrosa respuesta de los comportamientos —esa madurez transigible del espíritu para evocar sueños— que repercuten en la serenidad de afrontar nuevos retos de supervivencia. Todo comienza con unas oportunas gotas de agua que se convierten en rocío y engendran el milagro de la vida, tan sencillo y milagroso este tesoro.

martes, 18 de noviembre de 2025

UN VIAJE IMPREVISTO

 

El silencio del papel blanco respira en el vacío del pensamiento como un viajero extraviado en una estación desierta, aguardando un tren que parece surgir del sueño. Es un telón de luz intacta que se abre con suavidad, guiñándole el ojo a la inspiración. Invita, en su callada pureza, a caminar alrededor de la espera, a hurgar en los detalles diminutos donde una chispa pueda prender el sendero. El silencio también contempla, y su mirada resuena honda, como un eco que recorre la intimidad. Miles de imágenes corren descalzas por los pasillos de la mente, buscando una salida luminosa. El mesón de las palabras descansa ordenado: comensales relucientes, cubertería que destella. Todo incita a descubrir palabras escondidas, metáforas tímidas que saltan, traviesas, al escenario, como duendes risueños o bufones cansados de tanto gesto.

Y de pronto, el palacio. Sus puertas ornamentadas se abren como párpados antiguos. La exuberancia del decorado acompaña el vuelo de una imaginación que despierta en su propio ritual. Como polillas señalando un fantasma en la penumbra, la densidad del aire revela dos mundos superpuestos: lo visible y lo mínimo, lo secreto y lo diminuto más allá del ojo humano. Altos techos majestuosos, telones suntuosos tejidos por viejos imperios, cuelgan en cascadas de pedrería. En las celosías, la historia de los reyes palpita entre sombras. Todo brilla bajo un barniz entre lo ostentoso y lo delirante; no hay corte posible, solo la imagen mental del lujo dormido en un recodo de película olvidada.

Me acerco al ventanal: afuera, la naturaleza ordena sus propios reinos. Bosques como islas de verdor, praderas suaves que parecen respiraciones, fuentes que levantan a los insectos en vuelos acrobáticos sobre el agua. Es un mundo abajo, inmenso y generoso, observado desde una altura que asombra. Interpreto esta perspectiva magnífica como un universo desplegado en cientos de dimensiones exactas, donde el tiempo y el espacio se entretejen en precisión sagrada. Conectar con semejantes alturas del pensamiento es ejercitar una meditación de hondura inusual.

EL OTOÑO DEL PATRIARCA


Fue aquel otoño del patriarca el que estremeció la novela, para relatar la lenta agonía y la muerte de un dictador latinoamericano ficticio, absoluto y solitario en el vértigo del poder. Esta obra magistral de García Márquez nos recuerda que el tiempo y la soledad se cierran como un cerco de enrocamiento; que esos cien años de soledad que nos persiguen también aturden y anuncian, del mismo modo que la vida solo alcanza plenitud cuando se asoma, inevitable, a la muerte.

La historia humana está sembrada de otoños y patriarcados, y a sus lecciones debemos volver para no deslizarme en ese pasotismo social que corroe los valores hasta dejarlos huecos. En esta suerte incierta que llamamos democracia, la agenda de las verdades se disfraza entre tolerancias ambiguas, tan sofisticadas en su maquinaria que terminan invitando a los patéticos a precipitarse en las trampas que ellos mismos han tejido.

Hoy añadimos a la cronología de los hechos esta retransmisión soterrada de pasillos: voces que siseaban, manos que limpiaban cajones, mentes que deshacían complots, y conciencias que, a ratos, se golpeaban el pecho bajo el peso tardío de la culpa.

No se mueve un pajume; esta quietud sensata es la antesala de la tormenta que vendrá a barrer el primer enjuague del cambio. Muchos se preguntan: “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”, para acto seguido resignarse: “Hasta aquí hemos llegado”. Poco queda por analizar de este ciclón que ha girado entre hechos, sospechas y falsedades. Y, aun así, el cambio de ciclo —tan urgente, tan aplazado— parecía esperar la señal de un otoño definitivo.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

TEMPORAL DE PESADILLA



Aquella mañana despertó el día blanco, tras la intensa tormenta. Los termómetros cayeron, contraídos en colapso: los campos se ayelaron con nieve y abundante rociada. Las barranqueras despertaron lanzando las escorrentías entre las piedras rebeldes, y los estanques, que tenían las tornas a favor, rebosaron de bondad. El barranco corrió como en los tiempos salvajes, como liberado de un presidio constante.

Sin embargo, aunque la mayoría vivió la calamidad de las imprevisiones —con aguas guerreras sin control, buscando escape— no hubo, de momento, que lamentar víctimas. El caos se tornó activo en el sufragio de abnegar una realidad imprevisible.

Los meteorólogos sucumbieron en cumbres urgentes ante un nuevo fenómeno impensado. Argumentaban, en los pocos canales informativos —sólo Radio Nacional, Onda Media— cayó la televisión, cayeron las líneas telefónicas, cayó la luz eléctrica. Activaron la cronología del temporal: era una cascada de damas sin control de detención.

La gente más joven buscaba a los viejos ante la falta de información. No había viejos; nadie sabía dónde estaban. Muertos, tal vez. Los más cercanos a la tierra se daban la cachucha para atrás y rascaban el mentón hablando de un temporal que ni sus tatarabuelos podían contar…

sábado, 8 de noviembre de 2025

Colapso estacional


Nadie les advirtió que el pueblo es otro crisol de opiniones y culturas. Encerrarse en un argumento suicida, atrincherando la puerta de la escucha, solo conduce a la destrucción más oportuna.

Una docena de años de empoderamiento napoleónico es un viaje a ninguna parte: oficio agreste, objetivos de campamento y respuestas condicionadas. El tiempo es un sprint hacia logros cuyo valor no puede ser virreinato de atormentados oficios, ni de ellos se espera la dicha.

Pasar página en un pueblo es una transición de fe. La vara que mide el tiempo no puede escandalizarnos cuando la escuela estaba desestructurada, y los maestros de la enseñanza usaron su vara de ejecución más precaria: sin asamblea, sin chamanes, sin socios de claustro, sin consejeros, con proyectos expuestos a la deriva de los iluminados.

Aprender a gobernar es una asignatura social exigente; aplicar delegaciones, una competencia democrática estricta. La suma del éxito en la participación se valora por las aptitudes, y se congratula de las actitudes que alimentan la cadena de impulso.

El tsunami pasó: era una ventisca constante que arreciaba los rincones de la libertad y el mandamiento. Estos pasajes se miden por las constantes, y la lenta variabilidad apenas coge impulso para las minucias de cantina. Los pasillos se llenan de cáscaras de Manises trituradas, de porquerías y dejadez, por falta de ética y responsabilidad.

El día después


La sensación es un ánimo seductor, un nuevo amanecer de sonrisa de serena, no hay vencedores, ni disputas; no más agravios al pueblo que somos todos, no más impropios ni egocentrismos. Se necesita algo más que cordura y tolerancia, para afrontar el nuevo reto y lamentablemente, pasa por la urgencia de escanear y chequear los hábitos: Lagunas, malas mañas, desorganización administrativa, programación, expedientes obsoletos. Hay que recuperar la confianza en quienes sostienen la administración y liberar los servicios públicos de toda carga política

Apenas un año y medio antes del reto electoral, para demostrar al pueblo, que se puede hacer las cosas diferentes, no es fácil, si no se transparenta la gestión y la información camina por los conductos correctos, Volver a la vieja escuela que sembró ilusión, que alimentó las corrientes creativas y generadoras de salud pública; todo tiene un orden prioritario, y una rebelión comprometida, hace falta lucidez y cooperación. Valsequillo es un reto para cualquier gestión municipal, un proyecto común que implica verdad y trabajo, esperanza y resultados.

No me gustan los dias después. Son la bilis de una resaca efímera, el encuentro primario entre profesores nuevos y alumnos viejos tras las vacaciones. Comenzar por la garantía liberadora y el conocimiento del estado de sitio, habrá que tirar de manual, de una hoja de ruta real que motive y libere, que desate y genere. La sociedad es rebelde e inconformista y puede remar en la acción y avanzar arropados por la corriente, no más espejismos, ni plegarias; solo el trabajo de cada individuo hará más fuerte su comunidad, la convicción de buenos proyectos para la comunidad, siempre pensando en el futuro, aún con el malestar del presente.

LA CASA DEL HUMO

En aquellos pasajes del tiempo antiguo, en una vida rural que impregnaba el paisaje, apenas existían viviendas, solo caminos de herradura transitados por bestias. Una mirada a ese tiempo revela una evolución aborigen basada en la subsistencia y la explotación de la tierra. Tierras que empezaban a ordenarse en terrazas construidas en las laderas, donde las profesiones más notables se distinguían entre parederos, piqueros de cueva y artesanos del uso cotidiano: la cestería —mimbres, palma, pencas—.

No resulta difícil imaginar la vida a orillas del camino: el pastoreo, los sembrados, las recolectas, los entierros o los actos religiosos.

Aquel Valsequillo de cuevas y barrancos, de cumbres peladas del siglo XIX, estaba condicionado por el poder de la tierra sobre el hombre y el esmero de este en extraerle sus frutos. Las laderas y andurriales, encendidos de almendreros, higueras y frutales, y los barranquillos cubiertos de tuneras, formaban un paisaje en armonía rural, casi como un bordado.

Las cumbres de Botija y El Piquillo, ese macizo montañoso que cierra la gran depresión Valsequillera al sur, eran tierras de pastores y ganado. La trashumancia llenaba los caminos de cumbre de arrieros y pastores que a diario conectaban servicios: bajaban leche, queso o grano, y subían utensilios, pan y abrigos. Muchos paisanos nacían y crecían en la montaña, sin bajar al pueblo más que una o dos veces al año. El suministro y las necesidades de supervivencia se resolvían a su alrededor.

La historia de la Casa del Humo guarda una tragedia en su toponimia —como recordaba Paco Luis, contador de leyendas—. Arriba, en la cumbre, detrás de El Piquillo, se crió una familia de pastores venidos de las cumbres de Gáldar, cuyos nombres y apellidos se han perdido por falta de registros o por el olvido. Levantaron una casa de piedra con techos de paja y adobe. Tenían sus animales en una amplia gallanía de cuevas que rodeaban la casa, que altanera asomaba al barranco de los cernícalos, en el lugar conocido como el Risco del Drago.

Con el tiempo, los padres desaparecieron y quedaron los dos hermanos: gemelos, de complexión robusta y solterones, dedicados con esmero artesanal a su vida de pastoreo. La convivencia entre ellos debió de ser buena, marcada por la unidad y el apego al asentamiento en esas cumbres. Aunque algo distantes y bastante silvestres, cuentan que hubo días en que se notó un humo constante saliendo de la casa. Nadie le prestó atención: quizá quemaban rastrojos o estaban horneando.

Pasaron varios días con la casa echando humo, mientras los balidos de las cabras y ovejas, hambrientas, se oían desde lejos. Algunos pastores de Cuevas Caídas se acercaron a interesarse por la situación y se encontraron con la tragedia.

Los restos calcinados de los dos hermanos y varias cabras quedaron atrapados en un incendio que no les dio tiempo a escapar. Asfixiados primero y luego calcinados, sus cuerpos fueron hallados entre los rescoldos aún humeantes. Las investigaciones y suposiciones de quienes acudieron al rescate apuntaron a que se quedaron dormidos con velas encendidas. El fuego, propagado rápidamente por el pasto y los utensilios inflamables, fue fatal

Desde aquellos remotos años —que la memoria no alcanza a ubicar con certeza, más que la imaginación— se le llama al lugar La Casa del Humo. Y así se conoce, aunque muchos desconozcan su leyenda.

 

Sollozos que no son lluvias

El patio se convirtió en un espejo lavado que, mirando la tristeza de la tarde, se alegró del acontecimiento otoñal.

Llueve apenas —perceptibles gotas de polvo—; por momentos hacen cortinillas de metal, como mariposas permeables que danzan en el vacío y refrescan la estación de la meditación.

Mirando el cielo plomizo, asoma la luna llena que anda vigilando el encapotado de nubes acolchadas.

Siempre pensé que lo mejor de esta estación estaba en su melancolía indiferente y tarambana, como contrapartida deseada a la fragua de la luz de esta tierra sedienta.

Las plantas no se mueven: sus hojas reciben el frescor húmedo del llanto.

El agua destila con la parsimonia de la calma; no se oyen los animales, que deciden echarse la siesta o meditar celebrando el cambio.

“Algo de lluvias en medianías y cumbres”, rezaban las noticias. Esquelas y mapas meteorológicos apuntan la misma tristeza.

Las nubes grises y oscuras suelen aferrarse a las montañas para evitar ser arrastradas por el viento o la evaporación en el espacio abierto; forman un rebaño amontonado y juegan a moverse en corrientes de pequeños grupos que manejan la danza, a veces como las golondrinas, sin saber que trazan figuras geométricas ovaladas de una belleza impresionante con sus vuelos acrobáticos.

Las ovejas, sin embargo, representan la huida del miedo a los lobos: se amontonan formando un muro de lana y se lamentan de su condición de borregos.

Los compases de la peregrinación de sus cencerros enfilan los galpones: es el canto del regreso, la señal de la retirada.

El frío es amigo de la lana; se presta y embadurna de cobijos de pelo sin escardar, de pezuñas desnudas que trotan entre andurriales dejando caer las orejas agitadas y el balido del llanto localizado.

Los pastores entienden su lengua y se comunican a ciegas con el silbido.

Los perros son sargentos de maniobras de acción inmediata.

Todo fluye bajo la sensibilidad del cielo, sobre el lienzo de forraje seco que mantienen los campos apenas con rastrojos.

Pronto habrá retoños, y tras estos sollozos escasamente visibles hay un mundo de espera y apariencias que se agita para entrar en acción.

Otoño de indiferencia, ya no recuerdas tus memorias.

Abandonado a los caprichos del cielo, te comportas con la tierra según el crédito de tus llantos.

No dejes que los cuervos graznen desdicha ni los grajos desgracia; permite que la oficialidad del duelo mantenga el protocolo de tu gloria, aunque las hojas sigan cayendo por gravedad y aburrimiento, aunque los caracoles no peregrinen arrastrando sus periscopios alzados y mueran resecos en sus conchas de magnesio blanco.

No queda abundancia de otros tiempos, ni se viran las tornas esperando las miserias.

Los sacrificios a los dioses pasaron a la leyenda de otros olimpos.

El tiempo bondadoso ahora es un cobarde que no enseña su destino, que no encuentra el bando de su acción.

El cielo sigue encapotado y arrepentido; no hay señales de duelo ni regalos pendientes.

La tierra ni resuella: solo enmudece y permanece en silencio despectivo.

Ya la gente no reza: ha perdido la fe en las plegarias.

El desaire se apodera creando ambientes raros, la incertidumbre galopa buscando asilos, nadie reconoce la herencia.

Los rastros se han borrado, los mojones han desaparecido, el camino ha evaporado las huellas; reniegan de pisar los últimos vestigios por dependencia.

No reconozco este llanto, aunque la orquesta entone a Chopin, Beethoven o Mozart en una marcha fúnebre sin gracia.

 

domingo, 26 de octubre de 2025

PASO DE LA MULA

 


El registro de la toponimia de los rincones del paisaje de Valsequillo acaba manifestando encuentros, sucesos cotidianos o elementos naturales que destacan en su hábitat. Desde siempre nos llaman poderosamente la atención estos sitios que, con el tiempo, van perdiendo su identidad por falta de comunicación y uso; la mayoría de las veces, por la desaparición de quienes usaron su nombre para señalar el lugar en cuestión.

Para quienes gustan del descubrimiento —la aventura del saber o la curiosidad de descubrir—, añadimos ese catálogo de nombres a una lista de la memoria, que supone además una garantía: preservar aquello que el olvido constante trata de borrar con su poder silencioso.

Arriba, en las cumbres de Botija —la cadena montañosa que muere en altura y desciende hacia el sur—, se encuentra un lugar mágico, un balcón impresionante que actúa como frontera natural con el vecino municipio de Telde. El pinar de Valsequillo, muy frecuentado en el pasado por la actividad ganadera y agrícola, es hoy apenas un lugar de paso, atravesado por una cochambrosa pista de tierra que zigzaguea remontando desde Las Haciendas por el viejo camino sur de la cumbre.

El Piquillo, Cañada Las Mimbreras y la Mesa de Los Alfaques componen la capital de altura de este espacio valsequillero. Antiguamente, fue lugar de siembras y ganado en abundancia, ocupando el Cercado Viejo, Las Mimbreras y la Cañada Botija. Desde que, en 1954, don Emilio Fillol, a través del Cabildo de Gran Canaria —siendo presidente don Matías Marrero—, decidió la plantación del pinar en estas montañas peladas que peinaban con viento los pastos, se creó el microclima perfecto de la cuenca de Valsequillo, donde cobijar en el futuro las nubes como una red natural, gracias al fenómeno del alisio.

Los años han pasado, y estas cumbres, ahora frondosas de bosque y silenciosas, cobijaron plantaciones y montes abundantes para el ganado trashumante. Para acceder al lugar, existen cuatro caminos bien definidos desde los barrios. Paso de los arrieros y lecheros, agricultores de altura que recolectaban grano y atendían su ganado. Algunos pasaban meses arriba, sin bajar al pueblo.

Está el camino de la cumbre más al sur, que sube por Las Haciendas y se entrelaza con la actual pista de tierra; el camino de Las Retamas o Retamilla, que asciende por Casas Blancas; el camino de Los Espigones, que se bifurca en Casas Blancas hacia la derecha, en dirección al Paso de la Mula; y el camino de Los Alfaques, que subía a la mesa desde la zona alta del pago de Tenteniguada.

El Paso de la Mula siempre ha sido un lugar mágico en la altura. Allí, entre los andenes de pinares que cuelgan de este palco natural, avanza el camino por el precipicio, aferrado al andén como un paso histórico de balconada. Recorriendo con la mirada la cuenca del municipio, en medio del risco uno queda atrapado por la majestuosidad de la montaña. El murmullo del viento y una melodía de bosque olvidado ofrecen sombras y nubes abundantes a partir del otoño.

Allí, los arrieros y pastores charlaron de la aldea de Valsequillo en el pasado. Los guirres y cernícalos marcaron su territorio de altura y paz.


Modelar la luz de las palabras

 

Mientras la memoria indaga en los archivos y la respuesta llega en forma de reminiscencia de reserva —como una noticia convertida en cuento o un suceso transformado en fábula— los clasifico como la crianza de los recuerdos: un filtro temporal donde el pasado reposa para que el tiempo le quite las asperezas y lo convierta en pasaje o en relato clásico.

Me encanta esta parte del proceso, cuando las cosas se manifiestan con la calidez de una memoria llena de imágenes y películas. Repasamos en cámara lenta, filtramos, eliminamos los espacios muertos y los comentarios vanos; enriquecemos los colores, iluminamos los contrastes y reescribimos un nuevo guion —atractivo, tierno, romántico— con una cadencia que invita a la lectura sencilla.

Un mensaje encriptado de verdad, decorado con el jardín de las palabras bonitas, donde la poesía se acerca a la prosa elaborada de emociones y detalles que enhebran recuerdos, reacciones y conversaciones. Allí, el paisaje se vuelve bucólico y traspasa la imaginación, haciendo florecer los recuerdos: un sortilegio de palabras labradas para el entretenimiento del alma.

Mirar hacia esos adentros mentales, en cualquier pasaje de la vida, obliga a convertir el archivo interior: extraer el resumen de la vivencia, redecorar los espacios vacíos, resumir y condensar el contenido para darle fuerza. Es el ejercicio de usar las palabras precisas y estructurar de nuevo el reto de la creación literaria, como un albedrío nacido de una inspiración entrenada para improvisar.

Es la insistencia de la luz la que cambia la manera de ver el paisaje; los contrastes se duplican según la exposición de la mirada. Un Monet de pinceles finos y mente iluminada, una imaginación llena de paletas de colores: desbordada, lúcida, viva.
Un canal que permite el desagüe de la convicción narrativa, que no necesita guía ni temario; solo libertad creativa, para adormecer, clarificar, enredar y jugar con las letras. Letras que despiertan el entusiasmo del jeroglífico literario y buscan un nuevo amanecer.

En las tesis infinitas del vocabulario habita el bruto de las conspiraciones escritas: la habilidad de usar criterios y artimañas, siempre que cumplan los beneplácitos de la intención. que llevan a alguna parte, como un tren encarrilado en vías infinitas; en el trayecto contemplamos paisajes, descubrimos realidades paralelas que elevan, sacuden el pensamiento y limitan el lance del objetivo; una perla de conchas prehistóricas, dormidas y relucientes, en exhibición de corrientes marinas esporádicas y reveladas.

Soltar las riendas no necesita guion; apuntar intenciones solo requiere motivación y pericia. Esta exposición agudiza el ingenio como práctica de ensayo, como alegoría lectora cargada de intensidad narrativa y prosaica. Es el escaparate del placer de las lecturas, el juego de las letras que se encarrilan en frases elaboradas por el pensamiento.

Luego de la intensidad, sentí regocijo en el alma y orgullo en el pensamiento: Razones para querer y poder, para jugar y conjugar las emanaciones de una escuela de autores anónimos, héroes de un destino implacable con lo vivido


sábado, 25 de octubre de 2025

MALECONES EN EL RECUERDO

Ayer crucé una tertulia agradable con una vecina de Valsequillo que llegó al municipio hace ya 53 años. Venía de La Gavia, y lo curioso es que su recuerdo —como el de un niño— sigue intacto desde que se casó, siendo muy joven, con un señor del pueblo. Juntos emprendieron una nueva aventura al otro lado de las montañas.

En aquellos tiempos, Valsequillo era una puerta abierta al futuro, un cruce de caminos para enlaces entre latitudes y vecindades. Para los jóvenes y niños de los años setenta, venir aquí se sentía más cercano a nuestra ideología rural que bajar a Telde, ese núcleo más adelantado socialmente, casi como una capital lejana.

Eran años grises de despertar, donde nos sorprendía lo profundamente agrícola que era este pueblo, dormido entre sus propias tierras. Destacaba, con porte solemne, una iglesia grande y poderosa, que marcaba el ritmo de la vida al son del tañido de sus campanas. La ruralidad, apenas abrazada a un viejo cine descascarado por los costados, dejaba entrever los sillares de tosca de su antigua construcción. Una plaza custodiada por una araucaria esbelta y centenaria, y unos edificios coloniales anclados frente a la iglesia —como si siempre hubiesen estado allí, amarrados a la esencia fundacional de este Macondo valsequillero— daban forma a la escenografía de lo cotidiano.

La vida se despachaba en unos pocos servicios: tiendas de aceite y vinagre, herrerías, zapateros, panaderías… Apenas unos cuantos cafetines que, según la hora y la necesidad, se convertían en bares de paso urgente.

Alguien tuvo la idea de plantar cipreses intercalados a lo largo de la calle nueva, esa que conecta la iglesia con el cementerio, junto al Calvario. Como si quisieran trazar, con velas naturales, el poema del camino hacia la salvación y el porvenir de la humanidad.

El descubrimiento de aquel pueblo era, la mayor parte del año, una tristeza callada. Bajar a Telde antes de 1940 o subir a San Mateo después de 1960 era, para los jóvenes que buscaban nuevos retos más allá de la cuenca, una verdadera aventura.

Valsequillo ha tenido 54 alcaldes a lo largo de su historia, y todos —salvo contadas excepciones— han convertido la política del pueblo en un despacho personal, en nombre del poder que les otorgaba su capacidad organizativa. El egocentrismo de sus aptitudes ha dañado profundamente la posibilidad de generar sinergias fructíferas. Y eso, traducido al desarrollo local, se manifiesta en una lentitud exasperante, en una ineficacia de almanaque, donde lo único que se salva son las fiestas, como expresión de culto y deber.

Mis primeros recuerdos de Valsequillo siguen siendo los de una triste carretera de malecones, abierta a pico y pala entre barrancos. Quince minutos de radio, con noticias locales, que emitía —en conexión directa y telefónica— el recordado Jacinto Suárez Martel. Una iglesia grande, orgullosa de proteger al santo que luchaba contra el mal endémico y social, olvidando, quizás, el poder que ejerce a su antojo. Paradoja perenne.

Aquel pueblo es continuidad de este, aunque evidentemente cincuenta años han permitido que la invasión venida de fuera encuentre aquí su paraíso de facilidades, viviendo a sus anchas, en condiciones que sangran a lo local.

Pero hay un recuerdo que nunca se me borra, una llama viva en mi memoria: la revolución juvenil del grupo Almogarén. Ellos izaron la bandera del “basta”, y dijeron: “este es mi pueblo y quiero moldearlo con sabiduría, con acción solidaria, con libertad competente”.

¡Cuánta falta hace hoy otra revolución antisistema local! Una que venga con la energía juvenil del poder de la renovación y la empatía hacia otra realidad.

Este Valsequillo se merece lo mejor.

 

sábado, 18 de octubre de 2025

LA NIEBLA


La mañana despierta con la melancolía jugosa de las pompas de jabón, buscan concentrarse como invitadas a una reunión multitudinaria de su esencia, nubes esponjosas suben lentamente ocupando los barrancos, y borrando un paisaje seco, el silencio va callando las exclamaciones del vacío, se retuerce en los costados de los muros, trepa por los riscos y cercados; acaricia los árboles como una balada en otoño, un murmullo de caricias invisibles tan solo percibidas en el tacto y la visión,  Es la antesala de algún acontecimiento prehistórico que recuerda hechos, las misivas de un cambio de ciclo, tal vez; la invasión silenciosa del poder de los dioses de la niebla, conjugando el paisaje, atrapando la luz con un velo de seda blanca espeso de tupidas colmenas microscópicas, que caen por seducción intrépida.

Primero avanza extravagante, inerte, con una magistral sensualidad agarrando espacios y soltando su asfixia tenebrosa de poder, avanza como una serpiente herida y hambrienta, con el silencio como escuadrón disciplinado, avanza y borra el paisaje, una pizarra muerta blanca va quedando bajo el traje de novia, con la que se ha disfrazado, y su poder se llama nada, todo a quedado en nada, una nada envuelta en sabanas blancas de acolchados terrones de azúcar gasificada.

El aviso no se hizo esperar, el paisaje quedó fantasma, exhibiendo sus siluetas apenas visibles en la cercanía, la humedad enfrío el aire y comenzó un llanto fino y perenne a colarse en el ambiente dormido, aletargado, invadido por esta faz de cortinillas de aire contaminado de tintes blancos que invade a destajo, que calcifica la mirada y deja un rastro invisible de antojo otoñal. Las plantas aplaudieron, las tierras buscaron el mejor asiento ante el espectáculo natural de una invasión aérea sobre sus secas pieles curtidas, todos cerraron filas ante el acontecimiento, y lloraron en compañía el suceso, lágrimas que escurrían los troncos, los tallos y las hojas, era una avanzadilla de un otoño esperado, los caprichos del aire viciado de ternura, el ejército de salvación y renovación de la fe, en la tierra madre, el cuarto elemento y su poder de seducción.

Ahora llueve tiernamente, polvo de agua; pero el manto blanco avalan su intención de refrescar el paisaje, de sellar el pacto de una bendición natural, la alegría colectiva acude a la mirada de un paisaje que se sacude de las tinieblas, alegre de la esperanza de ser atrapados por la pasión de la borrasca, es brillante la luz se oculta tras la cortina blanca, no quiere interrumpir la tregua del llanto, la intención del sueño otoñal y da paso a la gloriosa calma de la parsimonia por imposición del paisaje aletargado de sueños y melancolías.

Ahora recuerdo, esta sensación de regocijo, son vagos episodios de niñez, descalzo, jugando con el agua de las escorrentías, mientras el frío, quería ser amigo y se dejaba acariciar sin molestias, ni abrigos. Recuerdo los caracoles y su abundancia, de pronto, todos aparecían como llamados a una manifestación de trabajo, una zafra de babosas cubriendo todas las paredes y rincones, antenas detectando su espacio y tiempo de revelación.

Ahora recuerdo el cobijo acorazado del hogar, el asilo dormido de la manta, el sueño del letargo sanador, la melancolía de pasajes olvidados, todo tiene memoria, todo se fragua en silencio, es el poder de la niebla, del fantasma de los recuerdos escondidos en la reminiscencia.

 

 

jueves, 9 de octubre de 2025

Algo está pasando en Valsequillo


Estos tiempos confusos que atravesamos en las medianías son reflejos del pasado, calcos de una historia que insiste: los que gobiernan a su antojo y los que resisten los despojos. Es como si ya hubiéramos vivido este mismo hartazgo en otras vidas, un bucle que repite su formato y sacude, una vez más, la génesis de la revolución social.

Aún anonadados en la caverna de la observación —espectadores más que actores—, sentimos agitarse en nosotros esa cansina sensación de “más de lo mismo”: atascos administrativos, falta de lucidez e ideas, compromisos latentes, proyectos sin definir; falta de ética y exceso de complacencia. Pan y circo para el pueblo, dicen los antiguos. En el lenguaje del barrio, significa estar pegados al sillón del poder, con el pasaporte sellado hacia el pelotón de fusilamiento.

Sin embargo, se respiran corrientes de cambio. Se escucha la voz de los otros, el eco que sacude los barrancos. Primero en las sombras, en murmullos de esquina; luego, en la recomposición de los viejos sistemas de defensa democrática. Todo comienza con el poder de la palabra: la iniciativa, la denuncia, los medios. La tertulia, suma de pensamiento y acción; la cultura, motor de diversidad y excelencia; el deporte, impulso de juventud, aspiraciones y retos.

Valsequillo tiene poder y deber. Tiene una tesis y una reflexión: la responsabilidad de generar el cambio. Desde la pluralidad gentilicia, desde la juventud emergente —preparada y digna de asumir los retos—, debe abrirse paso, un nuevo tiempo. Los viejos valores y formas de gestión han de ceder el paso a las virtudes frescas y las acciones honestas. Somos un pueblo de medianías, habituado a la generosidad y el talante. Pero hipotecar nuestro futuro en el juego del favoritismo y el compadreo es dilapidar las oportunidades de un pueblo más digno.

viernes, 3 de octubre de 2025

OTOÑO DE ARADO Y BARBECHO

Aún en la frontera con el alisio, las tierras respiran el otoño crepitante del final de otro ciclo. Son ocres las paletas que embadurnan el paisaje de Valsequillo, y en las frondosas vegas de frutales los pájaros, hartos de fruta madura, aborrecen los atracones, picoteando a destajo, sin provecho, aquí y allá. Revolotean entre ramas de perales e higueras, entre cirueleros mollares del país, cargados de minúsculas ciruelas amarillentas y resilientes, cuya pipa se suelta con facilidad en la boca azucarada de hebras de pulpa.

Los barranquillos guardan la densidad del aire fresco que corre entre las umbrías dormidas al amanecer. Aquí la naturaleza nos recuerda el pasado aborigen: la supervivencia en la frescura del naciente, entre la cueva y el pedregal del risco, donde el ingenio humano aprendió a aprovechar los recursos naturales.

Como en la subsistencia primera, fue la necesidad la que ordenó antes, y la sabiduría de la supervivencia la que sacudió la suspicacia, agudizando el ingenio para vencer a los elementos. Nuestros antepasados explotaron la tierra en armonía laboriosa, escrita en sus genes, adaptándose a las épocas y a las costumbres heredadas. Tradiciones cultivadas en los pasajes del tiempo, donde la mirada engloba los acontecimientos. Ahora, en las tertulias parroquianas, resuena la sentencia: El tiempo está cambiando… Los días se hacen más cortos, amanece antes y más al sur… Las noches refrescan… Observaciones del comportamiento natural: la primera universidad de la vida. Escudriñar el paisaje y sus movimientos, reconocer la sabiduría de la tierra en las expresiones de la luz y los elementos.

lunes, 29 de septiembre de 2025

MALDITO PERRO…


En estas latitudes de medianías, en Valsequillo, hablar del perro maldito forma parte del lenguaje popular. Desde aquel tiempo en que, al Miguelito venerado, se le cruzara en el camino de su santidad, se encumbró como defensor frente al mal y guardián perpetuo de la condición cristiana. Siempre atento a las escaramuzas del enemigo, San Miguel se levanta en la leyenda como figura de continuidad: nacimiento y muerte en un rito de resurrección permanente y de guardia.

San Miguel no busca otra cosa que alejar las tentaciones y acercar la armonía. Para ello, con su lanza ejerce el recuerdo vivo de un legado de discordias, aguijones y resistencias que nunca cesan.

Cuando llegan sus fiestas, el relevo cultural de sus hijos toma la lanza simbólica y escenifica, con acierto, la lucha mitológica. Colectivos del pueblo, jóvenes y creativos, ofrecen una exhibición de arte escénico donde la devoción se funde con la identidad.

Guion, coordinación, vestuarios, talleres artesanales, maquillaje, decoración, iluminación, sonido… todo un despliegue técnico y artístico que, año tras año, mejora cada edición. Así, el pueblo no solo honra a su patrono, sino que revive la leyenda en carne y gesto, renovando la victoria de San Miguel en el carrusel festivo de su memoria.

Este año fue el tiempo quien marcó la escena y el contenido. Un tiempo que se empeña en manipular y apagar, despojando de recursos la comunicación, las relaciones y hasta la esencia misma de la fiesta. Y, sin embargo, la actividad sigue naciendo de la iniciativa altruista de la juventud de Valsequillo, de su inagotable capacidad de superación y encuentro.

martes, 23 de septiembre de 2025

Tiempos de maldad

Mientras la maldad, sigue castigando la franja de Gaza, el mundo descubre aterrorizado la impotencia de las acciones de paz, tan solo las minorías y colectivos aportan la anarquía de la manifestación y el grito a un silencio que nos hace cómplices de nuestros miedos y hartazgo de indiferencia; esta crueldad retransmitida en directo, para los espectadores del mundo, revela las decadencias de los sistemas, incapaces de parar y  buscar soluciones a un exterminio espantoso y manipulado por mal nacidos, dejando sobre la mesa del horror, las caras de los culpables, que se escudan en la confusión y el terrorismo más atroz.

La inmensa mayoría del mundo desconoce, porque está ocurriendo este genocidio controlado; por qué los vaticinios y el destino de un pueblo, tiene que pagar una factura tan brutal por la existencia. Pavoroso e inexplicable como los designios de Dios, que mantiene el perdón para regocijo de los asesinos; esta naturaleza salvaje y confusa de credos y pasiones, no entiende de treguas, ni escatima en dolores. Es una calca del terror en las peores fronteras del ser humano, una pesadilla que contamina las conciencias del mundo, y su impotencia ante la actitud del poder corrupto e intransigente

Cuando despedacen al enemigo inventado; cuando descuarticen la miseria por parcelas, sacaran los trofeos al sol, expondrán sus contribuciones de asesino a sueldo de su propios genes, sin remordimientos, ni culpas, asistirán al reparto de un botín de escombros, por la gloria de sus principios, una nueva profecía de gloria, que vuelven a tintar de sangre inocente los destinos de un mal nacido, los proscritos del planeta, que junto a otras resistencias de la tierra, siguen levantando la bandera de la paz y el atributo divino para su existencia

sábado, 6 de septiembre de 2025

Anoche la pasaste llorando


Anoche te sentí llorar Famara, un llanto de dolor incomodo, algo molestaba tu tranquilidad, cuando lloras los adultos intentamos analizar el dolor; las causas de las molestias, analizar los patrones de reacción; Era la inmadurez intestinal, que a buen analista se manifiesta siempre después de las comidas; cólicos o reflujos ya manejamos el vocabulario técnico de tus maldades. La tragedia es como calmarla, pasearte, sacudirte, darte golpecitos, todas estas mañas comienzan a ser el consuelo de tus lamentos, y los papis se pasan muchas horas caminando y porteando tus dolencias para aliviar y meterte en el reino del sueño, que adormece el dolor y lo desplaza a su función regeneradora.

Te sentí llorar Famara, y las abuelas lloran adentro, tambien… Quiere aliviar tu angustia de bebé; aunque ya tuvieron hijos, su naturaleza materna le araña la sensibilidad. Y aplica los remedios antiguos de las abuelas. La de Valsequillo, te pone sabanitas calientes en la barriguilla; la del Lomo Magullo, te aplica unos rezos para el maldeojos; remedios de abuelas, a veces consiguen aliviarte algo. Un algo que calma el sosiego y alivia el desespero. Mama y Papá, se van curtiendo en tu crianza, convierten su templanza en tranquilidad, permitiendo que la naturaleza humana realice el trabajo de la madurez; te llevan a las revisiones periódicas de pediatría, toman nota de cualquier anomalía o circunstancia; elaboran una hoja de ruta de pronóstico, que ayude a la pediatra analizar síntomas; a descartar patologías asociadas.

Cuando lloras Famara, los que están pendientes de ti, analizan si es dolor o habilidad para llamar la atención de otros bienestares; deducidos por tus manifestaciones activas de bebe maduro y flexible, de mirada “Quiqua” y curiosa, tu pequeño mundo está lleno de motivación y estímulo; muchas de tus actuaciones, giros, movimientos, miradas, son de una graciosa actividad y madurez, por ello todos te observan para entender tus manifestaciones de amor o dolor, de hambre o sueño; una ternura solo al alcance del amor de tus padres y familia cercana.

Como has crecido Famara; tus movimientos agitados a veces, tu mirada con chispa que aun no define el color de tus ojos; entre grises y azul eléctrico, entre océano profundo y universo sin estrellas infinito, la cabecilla la giras con una destreza digna del reflejo activo, le das a tu musculatura infantil el trabajo de fortalecer los pies, en los que ya te irgues; tan solo una semana y media, y algunos ya consideran que te vas a echar a correr, entre macetas y gatos. Otros, que pronto te subirás a cabalgar a lomos de “Marley” ese perro grande que te mira con ternura y que te envía mensajes de responsabilidad

Como aprender a quererte Famara, si ya nos tienes cogidos por tus alegrías y movimientos, ese amor que destilas de la fuente del amor de tus padres; que, a la vez, son el reflejo de la fuente del amor de tu familia; una comunidad sumida en valores y hazañas de historias y continuidad, regalas tantas emociones que solo tu crianza, merece el amor de los tuyos y en eso te aplicas, con naturaleza divina, como una especialista pequeña Famara.

domingo, 31 de agosto de 2025

LA PALMA Esencia y Tradición

 

Pocas veces nos sentimos atrapados en un escenario tan singular como La Palma, isla atlántica de historia y esencia que cautiva al visitante con su naturaleza indómita y espectacular. No en vano fue bautizada como la isla bonita: quien la descubre, siempre siente la necesidad de volver, de recorrerla de nuevo, de adentrarse en sus rincones, su arquitectura, sus bosques milenarios, sus montañas escarpadas y cubiertas de verde, sus dragos que se aferran a acantilados vertiginosos, y sus volcanes que aún respiran el latido interno de la tierra.

La Palma es mucho más que isla verde. Es la tierra de plataneras que, terraza a terraza, descienden hacia el mar; de laderas que se visten de verde para dibujar, en el horizonte, el azul romántico del Atlántico, ese mismo que rompe en espuma blanca contra la costa volcánica y milenaria.

El bosque mágico de sus montañas es manantial de vida. Juega con las nubes, protege la tierra, se envuelve en la penumbra donde apenas se filtra la luz entre ramas que se enlazan como brazos milenarios. Allí la naturaleza se revela como espejo íntimo, como una invitación a reencontrarse con la esencia propia.

El pueblo palmero, guardián de tradiciones, conserva en sus casitas pintadas y en sus fachadas coloniales un aire caribeño, un colorido sencillo y particular que resalta sobre el verde intenso de la foresta. Sus perfiles arquitectónicos, sus tejados y ventanas enmarcadas con gracia pintoresca, hablan de una idiosincrasia única que ha sabido abrazar el pasado sin perder la frescura del presente.

La Palma grita en silencio la grandeza de su bosque milenario, y con la misma fuerza se rebela contra los excesos de la tierra calcinada. Late con la furia y la gracia del volcán, que abre grietas en su piel para recordarnos la fragilidad y la grandeza de la vida.

Es una isla de cielo hecho tierra: poderosa, titánica, superviviente. En ella conviven el alisio eterno, la montaña gigante y el acantilado protector, el fuego latente bajo su piel y la ceniza que fertiliza la esperanza. La Palma es universo y corazón estelar; una visita a ella no solo enamora, sino que obliga a la humildad, a reconocer en sus paisajes y tradiciones la elegancia sencilla de la tierra que nunca deja de renacer.



sábado, 23 de agosto de 2025

LOS DESTELLOS DE FAMARA

Ella mira con una curiosidad golosa, como intentando identificar, lo que se mueve a su alrededor, responde a los estímulos de juego de sus progenitores y familia, a los arrumacos infantiles de los que bajan a comunicarse en un idioma que no está escrito, en comportamiento de adultos. Así creen conectar con su pequeña cabecilla de ideas en ebullición, en estado primario. Ella y sus días de descubrimiento en este mundo exterior; Ya manifiesta dos armas poderosas, de las que conoce su uso y poder: El llanto y la mirada reconocedora. Y es que esos pequeños ojillos melosos e intensos de matices sin definir, esconden una personalidad genética de gran calado; los estímulos a los que someten su enseñanza corresponden a que es ella quien marca la pauta: Comer, dormir, luchar contra su madurez intestinal, mirar con conexión de identificar a sus padres, y el olor corporal que desprende la química con ellos, que le hace sentir segura y dueño de la nave de su infancia, están conmigo por lo tanto mando yo.

Un pedacito de cielo, se encoge en su corazón y palpita con la necesidad de manifestar su vida, de aprender y descubrir, porque está aquí. ¿Por qué le tocó esta familia?: Este regalo, estas sonrisas… Su madurez, va escalando días con puntualidad y fortaleza, con avidez y desarrollo, ya no es la recién nacida de cristal, que parecía romperse con la mirada; va formando sus capas aislantes de crecimiento y piel; estira sus facciones, su pequeño cuerpo de bebé se mueve arqueando y girando su físico, ya descubre sus movimientos. Los de sus pies y manos son activos y constantes, los de su cuello, gira en acuerdo con el sonido que percibe, responde a la voz, buscando con el movimiento, el eco de las palabras o arrullos. Está erguida siempre, por que interpreta esa postura como la mejor para sus consultas y golizneos.

Famara duerme y toda la legión de angelitos le susurran en sueño, ella boca abajo, y con la cabeza girada, a descubierto una posición excelente, para calmar sus digestiones y complacer sus pequeños músculos que ejercita, desde el minuto cero de su despertar. Ahora y en naturaleza de sus cansancios, va estirando sus sueños, más plácidos cada vez y menos oportunos, comienza a descubrir la naturaleza de la adaptación del exterior, encuentra en el intercambio en el placer de medir los tiempos de comer, llorar o dormir. Mientras todos la miran y quieren de esta bondad una hermosa niña que colme la felicidad de los suyos; los relevos generacionales se manifiestan en estos ciclos de creación, Abuelos padres, hijos, nietos y cambió de ciclo. Y así hasta el infinito de la cobertura en la tierra. El aprendizaje es ahora, la explosión del amor infantil, hay que prepararlos para la vida adulta, para fortalecer el pensamiento, la palabra y sus obras.

Famara llegó en la bonanza, en la tecnología, en la bondad y en el ciclo de las entendederas y derroches. Su tiempo -este que pasa tan rápido- ya tiene fecha de expedición, el crecimiento y el desarrollo lo va realizando con nota y etapas, su pronta conexión con los estímulos de la vida le auguran un aprendizaje rápido y tierno, resuelto en una cuna de amor potente y familiar. Famara es hoy dueña de sus destellos y estos flashes de su mirada le marcan el destino de su integridad.

Pedazo de flor encantadora en su expresión de vida. Jardín mimado con amor.

domingo, 17 de agosto de 2025

UN TROCITO DE TI

Hoy observé un trocito de ti

En tu pequeña estructura de carne y hueso, quedó impresa mi ternura de abuelo, ese olor entrañable que desprende tu piel de bebé, tus movimientos, activos, fuertes con la sintonía y viveza de emprendedora. Buscando libertad en una primera manifestación de controlar tus instintos, ejerces y pataleas a resolver los movimientos que te impulsan a descubrir esa sensación de pertenecer a una vida. Atrapas a los seres vivos que te rodean con la imantada energía de ternura que desprendes.

Dedos que enaltecen el andar del camino, jóvenes y aprendices de la escuela, entre manos compara la magia del amor concentrado, la inocencia tierna de la bondad, cuanto cariño despiertas en la mirada, en la intuición de tus genes. Y ahí brillas como llamada a vivir con la cofradía familiar de amor eterno

Hoy observé un trocito de ti

El amor que desprendes criatura, ese misterio que solo obedece al amor ancestral y que llena la tierra de vida en el ciclo de la renovación, eres naturaleza de madre, flor de crianza, sueños de cielos encantados, eres la libertad de la fantasía real, el escaparate de la obra del creador, el modelo a imagen y semejanza de tus congéneres, la tierna humildad del amor.

Hoy observé un trocito de ti

De tus lloros y amamantos, de tus exclamaciones y tentativas, devuelves al estimulo una sonrisa primaria que aprende a satisfacer las miradas, y te enredas en los movimientos en cadena, que te dan la escuela del aprendizaje, ya trepas por los cuerpos que te quieren, ya miras y ves la inmensidad del mundo aquí afuera, ya planeas conquistar ese espacio y entiendes la necesidad de aprender, de observar, de exigir con dolor, de amamantar con hambre, de saciar con esmero

Hoy aprendí un poquito de ti

Que un cuerpo tan pequeño, no puede existir más amor concentrado, que una mirada mas limpia no puede haber más miradas contaminadas, esa cristalina transparencia de bebé, de divinidad en miniatura. Cuanto amor pequeña Famara, cuando amor regalas a los tuyos.

Hoy agradecí a Dios tu existencia

 

FAMARA SE PRESENTA

 

Ya pensaba esta niña, la suerte de vivir en una familia activa, donde la vida es un pulso de inercia constante; su llegada al lomo las Lajas, era esperada, desde mucho antes del engendro, la abuela Estrella soñaba con la nieta; la hija que nunca tuvo, ¡Tantos machos!, le ha condicionado el perfil, aunque su amor sigue intacto por ellos. Una nietilla venía a ser el regalo perfecto de alegría y continuidad. Más de una vez pidió en silencio este regalo, aunque las cosas del querer sean equivalentes en lo real a lo que el destino brinde, siempre creyó en el karma de la justicia y nunca fue tarde para saborear las rosas del camino, su perfume somnoliento era en el recuerdo, un regalo olvidado de juventud

Famara era un juguete de cristal de bohemia; un jarrón chino tallado, la máxima expresión de ternura reflejada en las miradas de los protectores; el reflejo de tantos amores depositados en la unión de dos que se quieren y desean esa primicia de bondad llegó en buenas manos, y consejeros, no faltaron en la tribu, su reinado ya se erigía con aplomo en el condado de los Suárez y Santana. Suárez fueron sus genes por las dos ramas procreadoras y ahora estaba aquí, con deseos de aprender rápido y conocer su camino.

Aquella mañana de Traída del agua, los tambores y cornetas de la banda, no la dejaron descansar, ella intuía que la fiestas de la que había escuchado rumores, suponía una alegría colectiva y venía a ser una especie de tributo al pueblo en su llegada, entonces se uniría en complicidad con la abuela, para que le mostrara sus ancestros y tradiciones, el tamboreo y la fanfarria anunciadora de la marcha mañanera invadió el espacio acústico y sacó de la terraza del barranquillo la regala, a toda la familia; el tío Gaby, tenía la manguera preparada para el bautizo y auxilio del rigor del verano a la muchedumbre manifiesta. La abuela Estrella portaba en manos el tributo de su familia a la comunidad, era la presentación oficial en puerta, con toda la marcha abundante de alegrías compartidas caminando en desfile cuesta abajo.

Famara estaba contenta, con tanta buya; nunca intuyó tal manifestación de alegría, por unos salpicados de manguera, comenzaba a entender el valor del líquido elemento que refrescaba las pieles curtidas y azotadas del calor, y entendía las dos vertientes; La de las tradiciones y el culto al líquido elemento y su traída de la fuente o la acequia, en la necesidad del verano, y la curiosidad de festejar salpicando el liquido elemento como rito de juerga y gratitud tradicional.

Ella no paraba de reír y saludar a los vecinos que la miraban como a un nuevo vecino en la comunidad del Lomo Magullo. Una nieta de gran obsequio familiar, una Simba del futuro reinado de la selva del barrio.  Arriba en el Lomo, bajo la sombra de la buganvilla rosada, dos personajes charlan distendidos -mientras miran en la distancia, el jolgorio y la presentación de Famara- confirmando el pensamiento activo de la profecía de la nueva heredera. Marley como un padre consejero, habla despacio mirando a los ojos de Mate; ella ha venido para reinar, y nosotros pasamos a un segundo lugar, a partir de ahora te debes comportar como un perro, y no como un bebé embrutecido, nuestros protectores quieren que entendamos nuestras nuevas responsabilidades y todo pasa por que madures, Mate. Cuando creo que ya he conseguido que lo entiendas, te vuelves bipolar y actúas sin control, decepcionando a tus dueños, acabaran llevándote a un psicólogo o a una perrera de internado. ¡Aprende tolete! que eres un perro de clase…


sábado, 16 de agosto de 2025

El bosque de los pitones

Y el cielo rural se llenó de pitones amarillos, y mil abejas pulularon sobre sus ramas verdes, que colgaban como faroles encendidos en los días de verano. La imagen que tiñe andurriales y barrancos, es un frenesí de polen sin igual; un festín para las abejas, que ve recuperación laboral en los extras después de la primavera, el rito anual de agasajar al sol, la vida en la tierra canaria.

Ahora los campos son libres de acción y albedrío, la nula actividad sobre las pitas, han hecho reverdecer los bosques de pitones, tras la muerte de la pitera, los nuevos semilleros de pitas jóvenes, complacen la voluntad de su anarquía procreadora, y se reproducen año tras año, como una plaga de color que mantiene los mástiles erguidos de pitones enramando el cielo de las laderas

Ante el desuso de sus cualidades culinarias para los animales domésticos, de hebras de hilo para la artesanía, los menjunjes sanitarios de propiedades curativas. Ya nadie coge las pitas, las desnuca con las piteras de hierro, aquel trabajo artesano, que consistía en arrancarlas desde la base desnucando su tronco y pelando las pencas, para hacerlas comestibles picándolas troceadas como melones, al ganado vacuno. Era una fuente de alimentación constante, que dejó de usarse en detrimento de la naturaleza invasora.

De niños, nos enviaban a localizar los pocos pitones que crecían libres, ya que estaban controlados sus lugares, para usar los palos, rectos de sus troncos, como vigas para techos de chozas, como marcos de madera para las puertas de los alpendes, -estos, después de secarse se mantenían tiesos, aguantando muchos embates del tiempo-, no eran fáciles de destruir, incluso ocuparon nuestras primeras porterías para los campos de futbol del barrio.

Hoy los pueblos y barrios de medianías sureñas, sobre todo en los núcleos rurales donde hubo explotaciones ganaderas, las pitas se han propagado invadiendo todos los espacios antes controlados por el factor humano de su cultivo y explotación. Podemos encontrar núcleos como las riveras de los barrancos de valsequillo, Los mocanes, zona de las chozas, San Roque, Los lomitos, helechal, el Moreno, Montañón o abejera alta, donde su desplaye visual es de auténtica exhibición de bosque de pitones amarillos.

Una belleza que enaltece los veranos isleños y nos recuerdan nuestro pasado agrícola y ganadero, donde la alimentación de las reses, iba más allá de pastos y las pitas eran una golosina complementaria, sin olvidarnos de la naturaleza invasora de su ocupación, al crecer el pitón, muere la pita y deja hijos que continúan el ciclo, como las plataneras. Con la diferencia que la primera apenas necesita agua para su reproducción.

Hoy queda desierto el acto del control de la naturaleza reproductora e invasora y tanto, las tuneras, como pitas suelen ejercer esa naturaleza desbocada en una tierra tan madre como nuestras islas, acariciadas de sol y alisio todo el año. Y con el cartel de no tocar, por su excelente belleza y surtida variedad

 

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