María
cogió con las dos manos a su bebe y acabo de alumbrarlo, lo levanto y llevó a
su pecho con infinito cuidado y ternura. Aquel ser maravilloso había salido de
sus entrañas y miraba a mamá emocionada de ponerle cara a los susurros que
escuchaba en su placenta, ese cruce de miradas es el mayor regalo del mundo,
dar vida es el milagro que se repite cada día en la humanidad y siempre será la
máxima expresión de belleza de la grandeza de Dios: Amor y vida. Bienvenída Famara.
Todos miraban a Famara como si fuera un ser venido de otra galaxia, su pequeña
figura bien esculpida solo tenía ojos y curiosidad, por reconocer el exterior
de su nave nodriza; el primer símbolo de libertad se acaba de desatar, el mundo
es tuyo deja que te guie, -pensaba su padre-; cuanto amor concentrado en una
personita tan diminuta.
Este momento emocionante que marca la vida de cualquier agraciado; es una exaltación indescriptible, tanto a la muerte, como la vida, son ciclos tan rotundos como absolutos en los que la voluntad humana cuestiona su existencia y la grandeza del Dios supremo de amor. Recibir en la comunidad a un nuevo miembro es una exaltación de ese valor de la existencia y el ciclo que arranca destilando el proceso de crecer, aprender y vivir con la plenitud y la educación que recibas y percibas, harán de ese camino la experiencia de todo ser humano en su gloria; estas aquí y tienes un destino, encuéntralo; le susurraba el abuelo, mientras la ternura de las abuelas, le trasladaban a su pasado en la experiencia de haber dado fe a quien ahora repite la magnitud del milagro: Vida de mi vida, amor de mi amor.
Famara,
con tanta novedad después de curiosear la sala de parto, el eterno iluminado y frío
espacio, pegó su carita a la piel de su madre –la única persona que conocía en
la sala- y se quedó dormida, habían sido muchas emociones para preocuparse
ahora, lo que necesito es dormir -pensó- ya vendrán buyas y celebraciones y
quiero estar dispuesta para empatizar con tantas caras enormes que me miran y
que entiendo que forman una comunidad de bienvenida, pero con lo que me costó
salir de esa cueva, estoy agotada. Despertó mamando de la teta de la madre, ya
había encontrado la fuente de su primera experiencia externa; la nevera de la alimentación,
con su temperatura agradable y completa. Al menos aquí, parece que tengo una
fuente de supervivencia y la cara de mi mamá desprende una ternura que me hace
sentir muy bien.
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