Hoy toca otro ejercicio de
paralelismo literario con la situación caótica de nuestro municipio. Tal como
el ilustre Gabriel García Márquez, titulo en una de sus tantas y brillantes obras
literarias, en el caso de la tragedia griega de valsequillo es la ceguera
política de lo absurdo y enrocamiento, contra el honor social lo que conmueve y
emite el veredicto del titular. Más tarde que nunca, porque si la gallina
estaba malucha; es mejor matarla con el silencio de todos y el honor de unos
pocos. Ya su cacareo es más de huida premeditada que de pavoneo marcando su
territorio; un espacio, esquilmado de ideas y trillado de escarbar con las patas
enterradas en el secano
En la ira literaria del
cuento social, la fatalidad los hace invisibles, que hartos de los prejuicios sucumbe
a la desgracia del destino, nadie hará nada para evitar la desaparición del sujeto,
su desgracia es víctima selecta del sacrificio por el honor, ya se oye el ruido
de los cuchillos afilados y “los gemelos Vicario” cuentan con la aprobación del
respetable pueblo sufridor. No habrá escarmiento; ni sangre inocente, no habrá
venganza. En este honor social no se tinta con sangre las culpas. Se sacuden
las conciencias para desamarrar las artes de la democracia, y usar las armas de
la justicia popular, siempre se está a tiempo para corregir el destino
Estos partes de la crónica anunciada,
son el concilio de la verdad contra la tiranía del poder, somos narradores de
sus pasajes y analíticos de sus suicidios, hace ya mucho tiempo que el
desenlace atormentado iba a tener dos testigos presenciales; “el silencio de
los corderos”, y “los gritos del silencio”; dos titulares que definen la
cultura del compadreo. Tenemos la obligación moral y ciudadana de desatascar
con las armas de la democracia, los estados de sitio, no somos una república
bananera de intereses patriarcales, la construcción de lo social exige sacrificios
y voluntades, requiere entereza y transparencia de la verdad; los valores se
han medido en mantener la llama de la esperanza constante, las credenciales encierran
el cúmulo de sinrazones y realidades nefastas que nos azotan, mientras miramos
hacia otro lado.
La importancia de la historia
de este pueblo, no reside en la crónica de esta muerte anunciada, se fortalece
en la ilusión del futuro mejor, -del sí se puede- porque somos dueños de
nuestros destinos y la melodía que genera su frecuencia constante nos hace
participes de ello. Por ello la responsabilidad colectiva de nuestras costumbres,
tambien pasa por la cultura del honor, debemos seguir barriendo las aceras, -como
antiguamente- para evitar que el mal servicio público nos contamine nuestra convivencia.
Por el honor D. Quijote descubrió
la fantástica aventura de vivir, por honor hubo movimientos clandestinos en la Alemania
nazi y heroínas que salvaron muchas vidas contra la barbarie, por honor se
entregan los premios nobel a los grandes personajes de la historia, por honor
liberamos nuestra mejor versión para la vida.
El pueblo es lo que sus
habitantes quieren y consideren y los tiempos de tedio y hastío, suceden a los
tiempos revueltos y ventosos; propicios para sacudir las alfombras y mover los
parásitos, no podemos convivir con el Diógenes de la inoperancia y el pasotismo
que se ancla en la caducidad.
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