viernes, 1 de agosto de 2025

LA CASA ES ENORME


La luz que entraba a través de unos ventanales que dejaban ver el cielo azul, era muy potente, la estancia estaba decorada con un techo alto y una pantalla enorme, en el pretil lateral, se mostraba una fila unida de jarrones de barro, que  lucían como trofeos, habían unas escaleras antiguas que subían a un pequeño corredor dando a la entrada de la habitación alta de la casa, el resto era patio y luz, aquel lugar daba la sensación de ser otro salón abierto a la distribución del resto de la casa, pues se advertía al fondo la cocina, en un lateral el baño y otra habitación; que mis padres me mostraron pausadamente, mientras me hablaban del lugar que habían acondicionado para mí llegada. Afuera tras el cristal, pude ver dos gatos; como dos mascotas animales, que se ponían en dos patas apoyados en el cristal de la puerta reclamando la atención de mis padres, y más allá en la terraza exterior había una jaula de pajarillos que sentía piar como si nos estuvieran saludando o dando la bienvenida a la nueva inquilina.

A mi aquel salón abierto de luz, me encantó, daba la sensación de estar al aire libre de la calle, por la altura del techo y la luminosidad que dejaba pasar las cristaleras. Mis padres se sentían muy bien después de los días en el hospital tan incomodos y ausentes, de esto que escuche llamar “dulce hogar” volvía a llorar, sin causa, era como si aliviara mi alegría de haber llegado a casa, claro no podía hablar, porque no me salía la voz, solo el pensamiento, - comprendía muchas cosas y divagaba- ensayaré con el llanto, me escucho y emito ese ruido, que no se parece en nada a lo bien que hablan mis padres, espero me enseñen pronto. Aunque las señoras mayores que me vienen a ver de vez en cuando dicen que el aprendizaje dura toda la vida hasta desaparecer, luego te comunicas en otra dimensión, pero solo cuando seas sabio, y yo todavía no se ni como estoy aquí y todas las cosas que necesito aprender.

LA TIERRA PRIMIGENIA

La llegada al pueblo fue el sinónimo emocionante del dulce hogar, escapar después del tormento del parto y las primeras adaptaciones y alegrías de la bienvenída, y refugiarte en el castillo, sentir su poder protector, recibir el arropo de nuestros antepasados con la ternura de la buena nueva; aquel lugar encantado de obras recientes, era un fuerte medieval, de paredes gruesas y cal blanca; Entrabas a través de una enorme nave donde el sonido del viento y la temperatura del aire, acompasaban el espacio inmenso, que se abría a unos ventanales que miraban al mar sobre los árboles y el horizonte. patio de luz enorme, años después, comprendí que era un garaje para meter los carros de dos y cuatro ruedas de mis padres. En la primera experiencia -fue genial- apenas si me dejaban ver a través de la mantilla calada y aquella enorme cesta de seguridad en la que me llevaban en volandas por los pasillos, las luces se cruzaban encima de mi cabeza como las rayas discontinuas debajo de los coches por la autopista, cada equis segundos, que no podía calcular por el factor espacio tiempo inmadurez, se asomaban a mirarme caras y ojos conocidos,- mis padres, por supuesto, deduje- sonrisas alegres de satisfacción, sentía su felicidad, como si me hubieran rescatado de algún lugar incomodo, -como si me recogieran de algún lugar donde se regalaban niños, a padres deseosos de amor y complicaciones.

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