foto; Laura Rowe
Belleza y nostalgia, piropos de otoño. No vi las hojas caer, pero si la lluvia incoherente a destiempo, como un grifo de ducha que escupe gotas sin orden, ni concierto. Al principio el tamaño de los goterones marcaban el suelo y la pared del patio con fuerza, con energía y discordancia. Sin embargo en cuanto el suelo se empapó de gotas malvadas en repique, un triste vapor de humedad salió del patio buscando el frescor y el escape en forma de nube que asciende al rescate gaseoso de la materia. Siguió lloviendo tenue, conciso, sin estruendo, era una lluvia mansa, sin pasión ni cometido. Eran razones de tormento, celebraciones de conquista. Y llego encapsulado el sentimiento y el recuerdo de tiempos de lluvia, de bohemia otoñal, somos conscientes de la naturaleza del tiempo, de los caprichos de su temperamento, del exilio de su olvido. Y disfrutamos de su regreso, de sus anécdotas caprichosas, de dejarse oír. Y brindamos por el querido otoño en puertas, que envió la avanzadilla. No se preocupen nos dijeron, las primeras gotas al golpear. Somos mensajeros del otoño. Los hermanos pobres del invierno, los saltadores de caminos secos. La constancia de la existencia hecha verdad y avanzamos más rápido cada año, por el temperamento de la ciencia cuántica, casi una expresión real del pensamiento inteligente. Tan volátil e improvisada, tan artista y extravagante, que no renuncia ahora y mirando el campo, las nubes regresan como los caracoles se agarran a las montañas como jugando a la cogida. Es voluntad natural las circunstancias que el tiempo tenga vida y marque los ciclos, yo feliz de brindar por los tiempos que corren
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