Se borró el paisaje, y se
lleno de una extraña sensación de suspense, un aire de trasiego revuelto, escudriñar
nuevas formas caprichosas del paisaje que esconde y enseña tras el vapor de nubes
blancas abstracciones combinadas, una inmensa humareda que nace en el cielo y baja
a la tierra buscando aire donde acolchar su instinto de negar espacios visibles.
Volvía a casa después de
trabajar y me quedé impregnado de una sensación de ausencia de mis montañas,
alguien borró mi paisaje, algo estaba sucediendo con un poder natural, se
estaba manifestando otra vez, es esa sensación de que somos juguetes del
tiempo, de la tierra y sus valentías en manifestaciones extraordinarias, no
estaba preocupado, estaba fascinado por el fenómeno. Observaba el
comportamiento de las nubes, que se movían a sus anchas, como atrapando paisajes
vivos para borrarlos del mapa. Pensé en los invidentes, pero no me atrevía a comparar
la sensación, esto era mirar para ver todo blanco y borroso.
Miguel, salió a saludarme y
conectó la expresión del descubrimiento de la niebla y el pensamiento seductor
de su increíble poder, ¿has visto el paisaje? ¿Qué suspense verdad? Era obvio
que había analizado las vistas y las sensaciones, me alegre de ese instinto de
observación, tiene una sensibilidad especial, sin duda; Pensar, mirar, cuestionar,
sentir. En realidad, no hacía frío, más bien calidez, pero la indescriptible versión
de la niebla que vino sin avisar. fue un espectáculo más de la madre naturaleza,
acostumbrada hablar sin palabras, a comportarse con ciertos patrones de similitud
análogos a las estaciones, que le toca lucir y mientras por las hojas perennes correteaban
gotas de agua transparentes, como lágrimas sin dolor, como una expresión otoñal
más de belleza de los atardeceres.
Le propuse subir a la azotea
y tomar unas fotos y sentir esa sensación que nos regalaba el otoño
infrecuente. Es verdad que ya las cumbres cobijan los bancos de niebla densa,
que vistos desde aquí abajo, nos recuerda que llega el invierno y todos
contentos, pero esta visita inesperada muy por debajo de las cotas normales de
exhibición, fue un hermoso regalo a la lucidez y al análisis, fíjate, las aves
no vuelan en estas circunstancias, no llueve alisio, es una especie de vapor seco
que prende todo con absoluta anarquía como el humo denso, pero sin olor a
quemado. Indoloro, insonoro e inofensivo, aunque absolutamente rebelde
Al día siguiente mientras
volvía al trabajo, costeando por la autovía hacia la capital, advertí el dulce
plato de mar, que regalaba la mañana sereno, dormido, como una enorme balsa líquida
que dejo de mecer ondas constantes, no había señal de movimiento en el agua, el
último rizo de la ola en la orilla era un revuelto si energía, apenas un golpe
seco y sencillo que no quería despertar la mañana. Busque razones y culpables, juzgue
al tiempo, al día especial, a los caprichos del mar, a las sirenas dormidas. Y
encontré al culpable, a la culpable de tanto concierto de serenidad vespertina.
La luna llena que quiso dejar las aguas de la inmensa bahía de Las Palmas, con
los luceros de los barcos destellando limpios y en silencio.
A veces deduzco que el
paisaje habla, que los elementos trasmiten sus encantos por el sosiego que exhiben,
por la magia que destila su luz o la belleza de sus formas. Es una comunión
espiritual del paisaje y nos remite alguna parte de la habilidad del
pensamiento para el cauce de las sensaciones como armonía de la belleza de la vida
Y recordé de nuevo el volcán,
esa otra buya constante que no cancela su furia, que sigue vomitando rabia con
el paso de los días, que se ensaña con las laderas, con las fincas, con el
pueblo, que solo apacigua su rabia el mar, solidificando el fuego de su
garganta, ya no me quedan palabras para definir su maldad, los científicos han
creado universidad y laboratorio, el pueblo aprendido a calmar su lamento, que
nace en la montaña y cubre los llanos de humo y lava, de espantoso rugido y lluvia
ácida, a quien acudimos a sacudirnos las penas, quien barre las calles del
espanto, los jardines del luto, los ladridos de los perros roncos, los plátanos
negros de cenizas, los invernaderos fundidos de rofe y picón, las paredes
reventadas de soldadura ardiendo. El cielo negro de presagios y maldades, los
cantos amargos de oración. Más pensando en tu suerte, vida