Ella era morena -antes- de mirada
profunda y brillo en sus ojos oscuros, su mirada era una radiografía de la vida,
un diagnóstico de su mundo y aunque confundido quedaba a atrapado en su imantada
presencia, siempre aprendí que el amor, nace, se exhibe y nidifica em su explosión
que comparte, ilustra y resplandece. Ella era consciente de sus habilidades
para captar la energía positiva de su vida. Como encontrar sus demandas, sus
controversias, asistencias, anhelos, conexiones…
Esa rubia imponente que le robó
a su destino su alma, que hecho el mal de su lado, que sopeso la justicia, el
equilibrio, la satisfacción de enhebrar la vida con artesanía de bienestar para
todos, de pulsar los miedos, las intolerancias, las fatigas. A luchadora no hay
quien le gane a protectora no hay quien se atreva, a benefactora le puede la
lucha, todo honor y entusiasmo y pasión.
Ese día, lo recuerdo bien, declaré
otra mujer en apariencias, ella libre, imponente, exclusiva, la madre de… La
esposa de… La autoridad de… Cuantas aptitudes le cayeron de repente. Pero
mantenía el tipo como un angel rosa, rubio. Esplendoroso, confundido con su autoridad
de musa de un Velázquez. De Diosa de Confucio. Adivina de platón, fidelidad de emperador.
Siempre atenta al pensamiento libre, siempre resuelta en el planteamiento duro…
Ella llegó escoltada en un
Buick V12 de 1932 una de esas extrañas obras de arte que aún ruedan por
nuestras geografías de los sueños de la poca existencia y esplendor ocasional. Ella
giró su silueta en donaire. Expreso felicidad en su instinto, colapsó el aire
del misterioso encuentro de atracciones espontáneas. Contaminó el silencio de los
pájaros, que escoltaron sin trinos de rama en rama su profunda convicción. Lleno
de voz y susurros el deseo, la arritmia de la música entrañable de los compromisos
y bailó su generosa silueta antes de abandonar su personaje de Marilyn. Se
entregó a la justicia de su libertad personal, a la causa de su extraño personaje
habilitado.
Yo aun, miro el cuadro de su
abundancia genuina, para pellizcar mi encuentro como el día que conocí a “Marilyn”
en mi vida. Y que Dios me regaló su compañía y virtudes para encontrar la razón
de su existencia y la mía
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