Si la bohemia del tiempo
tiene sensibilidad con un paisaje de palmeras, el antiguo valle Cásares era el
marco de tamaña obra natural, un pueblo dormido al naciente de boca barranco,
por donde el sol saca pulso cada mañana de verano y se enarbola entregando luz
al palmeral y a las casas talladas en las cuevas blancas y negras de cantera
dulce. De sus entrañas sacaron los perfiles de iglesias y catedrales. De sus
campos yermos territorios de terratenientes que exhibían proletariados de señoríos.
Fuentes de agua perenne que mantenían el valle encantado de verde y frutales. Y
fuentes de aguas agrias que sentaron precedentes medicinales y patrimonio de
tradiciones.
El valle sigue dormido entre
la abundancia y el abandono. Entre el pasotismo y el sueño de la historia
olvidada, y entre sus placeres descubrir sus encantos, sus añoranzas, sus verbenas
de verano y ventorrillo, sus romances anuales de camadas y tradiciones. Cuantos
recuerdos de niñez. Cuantos apuntes para una historia sin escribir, sin
recordar, ¿dónde quedó tu memoria, valle de las cien Palmeras? Dónde quedó tu
rincón olvidado aborigen de asentamientos primarios, donde tu pastoreo continuo
de migración y pastizales. Dime de tus abuelos, cuanta belleza cautivaron sus
miradas hacia el palmeral, cuanto amor derrocharon en sus virtudes, y en las
cumbres de su cenit. La vieja montaña de las Palmas tiende el manto al norte cayendo
por el viso de sus palmeras muertas para sacar su fortaleza de antaño, abajo el
valle, la solana, el barranquillo de Juan Inglés, desde el lomo del Palmital en
la distancia, al Lomo del rayo de en medio. Dos barrancos engrandecen tu riego.
La abejera alta, y el de los Morenos creando un paisaje casi bíblico de oasis
en un valle escondido.
San Roque, sacó su perro a
pastorear, saco su ganado a pastar, sacó su brillo de un pueblo con identidad,
dormido y paciente, cadencias de otros tiempos más esplendidos donde sus paisanos
comparten lo mejor de su cultura y fieles anfitriones del momento. Lucidez espléndida
de sol y encanto. Quien no conoce sus perfiles verdes que explotan en los
cielos del valle. Quien no conoce sus ecos veraniegos de esplendor Y arriba la
cantera, en el roquete caballero la marca municipal divide como la sacristía de
su Iglesia, las lindes de otros terratenientes municipales, los que olvidan que
el pueblo es mucho más, que voladores y festejos.
San Roque un Valle de ensueño,
dormido en el encantamiento de su palmeral.
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