Amaneció mudo y frío en el edén del almendrero. Desperezaban las flores dormidas
en los andurriales de Valsequillo, poco a poco el cosquilleo mañanero dio paso a
un inusual peregrinaje tempranero. Burros con serones cargados, mulas con
faldigeras, carromatos con bueyes tirados. Sacos y sacos de almendras
entongados, todos recorrían un camino: Del Helechal a Mirabala, del Rincón a
Las Casillas, del Ferrú a los Frailes, de Las Haciendas al Aromero. Todas las
rutas llevaban el festejo decorados por almendreros reventados de flores al
andar, un decorado inusual, una tradición a festejar.
Las Vegas,Tenteniguada, Valsequillo, La Barrera, todas las urbes de paso vivieron con intensidad la más colorida fiesta invernal, el tiempo puso la tregua de un invierno que no llueve, pero apetece tirar al campo.
El ciclo se repite, y en contra pronóstico se adelantó a enero la fiesta. Faltó algo de color, de alegría, de ritual. A favor la tendencia y devoción del combinado. La oferta en gastronomía puso nuevamente los tintes al visitante, que por la nueva fórmula del euro degustaban a bajo coste los placeres culinarios de las medianías.
Y el sol espantó la amenaza de lluvia y las flores reventaron de alegría. El paisaje logró teñirse de nuevo para regalo de las miradas. Y el desfile se convirtió en tormento de caravanas que arriban al pueblo del queso, miel, fresas y almendras.
Valsequillo se presentó limpio, ordenado, con nuevas casetas de feria. Con la gratitud y suerte de ser elegido para el día grande, que siempre se queda chico y que estira el atardecer. Reivindicamos dos días de fiesta intensa en esta feria peculiar. Lo agradecen los peregrinos que no quieren perderse todos los rincones del festejo y que demandan más tiempo para disfrutar, los agricultores para vender, los negocios para generar. Hay que volver la mirada al campo y darle esa oportunidad, la elección y las colas se destilan, se apaciguan y disfrutan de las fiestas. El carácter no puede ser tan fugaz, cuando lo fácil es hacerlo más completo.
Y allá la invención de cada barrio. La "fiesta del turista" puede ser buena, pero la fiesta es del pueblo y el turista la disfruta igual, con la misma gestión y familiaridad. En las Vegas, no se puede cortar un carril habiendo espacio para la feria. La fiesta está y los visitantes la encuentran. Aplauso al Rancho de ánimas por mantener la tradición y la romería, el paseo y la devoción hacia sus ancestros.
El "Matajilorio" volvió a triunfar, el frangollo y la simpatía de la interacción. El mercadeo funcionó y se vendió queso y miel, garapiñadas y vino, artesanía y papas arrugadas, todos alegres por la oferta y predisposición. Valsequillo se merece sus fiestas y el buen tiempo se la ofreció una vez más con cercanía, con almendreros a medio abrir y con el carácter peculiar y sencillo de la gente de Valsequillo.
A todos los amigos de AV por esa entrega ejemplar dando fe y vida a los valores del almendrero, su fruto, su culto, su entrega, su salero...
De febrero en febrero volveré a lucir mi traje de romero, por que no hay mayor tradición ni alegría, que festejar esta romería grande y del pueblo.
Sean Felices..
Las Vegas,Tenteniguada, Valsequillo, La Barrera, todas las urbes de paso vivieron con intensidad la más colorida fiesta invernal, el tiempo puso la tregua de un invierno que no llueve, pero apetece tirar al campo.
El ciclo se repite, y en contra pronóstico se adelantó a enero la fiesta. Faltó algo de color, de alegría, de ritual. A favor la tendencia y devoción del combinado. La oferta en gastronomía puso nuevamente los tintes al visitante, que por la nueva fórmula del euro degustaban a bajo coste los placeres culinarios de las medianías.
Y el sol espantó la amenaza de lluvia y las flores reventaron de alegría. El paisaje logró teñirse de nuevo para regalo de las miradas. Y el desfile se convirtió en tormento de caravanas que arriban al pueblo del queso, miel, fresas y almendras.
Valsequillo se presentó limpio, ordenado, con nuevas casetas de feria. Con la gratitud y suerte de ser elegido para el día grande, que siempre se queda chico y que estira el atardecer. Reivindicamos dos días de fiesta intensa en esta feria peculiar. Lo agradecen los peregrinos que no quieren perderse todos los rincones del festejo y que demandan más tiempo para disfrutar, los agricultores para vender, los negocios para generar. Hay que volver la mirada al campo y darle esa oportunidad, la elección y las colas se destilan, se apaciguan y disfrutan de las fiestas. El carácter no puede ser tan fugaz, cuando lo fácil es hacerlo más completo.
Y allá la invención de cada barrio. La "fiesta del turista" puede ser buena, pero la fiesta es del pueblo y el turista la disfruta igual, con la misma gestión y familiaridad. En las Vegas, no se puede cortar un carril habiendo espacio para la feria. La fiesta está y los visitantes la encuentran. Aplauso al Rancho de ánimas por mantener la tradición y la romería, el paseo y la devoción hacia sus ancestros.
El "Matajilorio" volvió a triunfar, el frangollo y la simpatía de la interacción. El mercadeo funcionó y se vendió queso y miel, garapiñadas y vino, artesanía y papas arrugadas, todos alegres por la oferta y predisposición. Valsequillo se merece sus fiestas y el buen tiempo se la ofreció una vez más con cercanía, con almendreros a medio abrir y con el carácter peculiar y sencillo de la gente de Valsequillo.
A todos los amigos de AV por esa entrega ejemplar dando fe y vida a los valores del almendrero, su fruto, su culto, su entrega, su salero...
De febrero en febrero volveré a lucir mi traje de romero, por que no hay mayor tradición ni alegría, que festejar esta romería grande y del pueblo.
Sean Felices..
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