Algunos pueblos tienen clara la mirada y permanente la tradición, exaltando sus valores a través de sus fiestas patronales, Tenteniguada hace piña familiar para seguir contando las suyas; a su manera, en su esencia, con la cercanía de los patrones que han hecho competente a este majestuoso pago de valsequillo.
San
Juan anuncia la llegada del verano; de madurar las cosechas; de aventar la paja
y recoger el trigo, de limpiar los rastrojos y convocar a los suyos, en el
sosiego de la tarde toca pensar en las fiestas patronales, convocar el
entusiasmo a participar en algunos de los actos, hablar con los mayores para
que la esencia de este símbolo de la llegada estival. Fragüe la vida cotidiana en
el compromiso social histórico.
Y
es que la magia de las fiestas de San Juan, van más allá de sus hogueras; y de
sus cuentos de brujas, es la esencia de muchos pueblos y la motivación de exaltar
sus valores. Que el legado de una gran familia; como los Suarez Hernandez tomen
el relevo para seguir contando sus anécdotas, con la naturalidad de su grandeza
es el sello de esa verdad, tan del pueblo. Yo siempre escuché que mis
antepasados -Los Suarez- venían de los riscos de Tenteniguada, anoche después de
contabilizar un enorme nuncio de parentescos caí en la cuenta de la fuerza de
esos apellidos, que baja desde la cumbre central abriéndose al circo montañoso
de Valsequillo para llegar a la costa seguir desparramando la gracia por Telde,
avanzando con sus ramificaciones por toda la isla.
Pero
además la gracia particular de esta gran familia conjunta Suárez Hernandez, es
que el sello de su identidad pasa por la simpática bobería de esta expresión “los
bobos”, Sin maldad, con el chascarrillo canario que dulcifica el lenguaje y
amplía el entendimiento. Y contando la curiosa anécdota de marcar su sello familiar
con elegancia.
San
Juan y Tenteniguada tienen fiestas e historias para contar debajo un castañero,
o al lado de un Pino, sentado en el muro de un estanque, o en el brocal de una
mina, escuchando la melodía del agua en comunión con la tierra, mirando desde
los riscos a la costa, desde las cumbres al valle, con la sabiduría y la belleza
de las aves de altura, anclados siempre con los pies sobre la tierra que les dio
la vida. Sus paisanos como su gente, se han criado entre codesos y almendreros,
entre los andurriales y los riscos. Y han trabajado la tierra para sacar sus
cachitos de cultivo, han esculpido sus cuevas para guardar sus aperos y subsistencia,
han bailado junto a la hoguera de San Juan, como en las noches con sus brujas y
ritos. Purificando y fortaleciendo el sentimiento de renovar los ciclos de las
cosechas y salvaguardar la tierra madre.
Fue
un acto sencillo de un valor autentico, la exaltación de la bienvenida a sus
fiestas a través del poder de la familia