Han pasado unos meses desde que el volcán sin nombre, mantuviera en vilo esa tierra tostada de fuego y verdor, ahora los colores son tonos negros en la orografía de una noche azulada, de estrellas y luna. Donde la vía láctea, se mantiene dormida y expectante al abrigo de los rescoldos que quedan en los cráteres, después de la tempestad de lava, la tierra aun caliente descansa su furor, la belleza del silencio ahora es infinita, con esos puntos calientes que denotan que donde hubo fuego aún quedan brasas y esa sensación increíble de haber sido testigos del fuego que vuela, el dragón que grita, rugidos de las entrañas de la tierra, La lluvia negra del cielo que siembra el paisaje de cenizas, las lenguas de lava líquida, que dejó calcinados los campos verdes de las laderas y que hasta la playa se fue a enfriar su maldad milenaria. Hoy me quedo atónito de nuevo al ver la serena calma, que resucita la vida. Lugar de reflexión sobre el tapiz más bello del universo. La Palma siempre profunda y viva.
Foto; Abián San Gil
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