Y debió arreciar el tiempo infinito en el barranco, de sol y de agua, de riscos y palmeras, de pueblo de cumbres y valles desiertos. Y descubrió la calzada de tus medievos, callejuelas empedradas del devenir de mar a cumbre, rincón de paso hacia las tirajanas, sostenido de tejados de aldea pobre, que busca subsistir con el trajín de los días.
Hoy recuerdo tu sencilla postal, de un lugar que edificó el bienestar sobre una Montañeta en el barranco de fataga, fatiga de otro tiempo, las bestias son el transporte de tus consuelos, tus noticias, tus encargos de costa, pero allí estaba la infinita galantería de un rincón del Sur de Gran Canaria, uno de esos bellos lugares del alma, que quedó inmortalizado con cien años en tu estampa.
Arriba las cumbres de Trujillo, Caideros de Manzanilla, depresión de lajas coloradas, abajo el pueblo antiguo, duro y hermoso a la mirada, debió atrapar la nostalgia a este turista extraño, que encontró en el enfoque un pueblo ermitaño Y en este tiempo infinito de tu crianza, de tus andanzas, sigue ahí tu espejo antiguo, encapsulado entre vertientes de inviernos duros.
Fataga hermosa desde el día que caites rendida sobre tus tejados. Amasijo rural de vecindad de barrancos escarpados, simplemente bella tu existencia.
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