y ese espacio antiguo de mar y tierra, quiso la evolución milenaria tallar en las rocas, una cueva abierta al atlántico y Herminia le llamaron.
Y el guardián de los mares hizo un pacto para guardar su entrada y su misterioso capricho cierra el paso al curioso y en ella una playa descansa, la de las sirenas blancas que escuchan las melodías de las noches majoreras, con cielos de estrellas iluminadas y mares azules de conchas doradas. El pacto milenario, de la tierra y el mar artesano que escondió su trabajo a los ojos de los humanos y solo unas mareas permiten el paso una vez al año por septiembre, con el agua mansa y por la cintura. Entonces el misterio convirtió la cueva de Herminia en un deseo aventurero y hasta allá acuden curiosos y bucaneros, una imagen desvela el tesoro natural, que sigue estando custodiada por el mar.
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