jueves, 13 de febrero de 2025

CARTAS A MI MADRE



Querida mamá

Hoy te encontré despierta y me hablaste con voz clara, deletreando con claridad tus incoherencias, tres palabras sueltas y una frase corta y sin sentido, creo que las usas para entablar esas conversaciones de siempre, cosas de rutina cotidiana, que no coordinas, no te salen o no recuerdas cuales son las palabras correctas para decirlas y que te entienda. Yo te entiendo, descuida. Me quedó con la primera expresión que estabas peleando mentalmente con la sábana de la cama, y cuando levantaste la cara, para ver quien había llegado, abriste los brazos como un angel, para recibirme, Mi niño acerté a escuchar. Me dio mucha alegría abrazarte y dejar que esa emoción se fundiera en nuestras caras. No siempre te encuentro así. Sabes que siempre te regalo mil besos y te los doy con insistencia, estes dormida o no. Pero he sentido especialmente como me besabas haciendo buya con la boca en mi cara, intentabas morderme para tener ese contacto amado.

Hay muchas frases que no concuerdan e intento ayudarte a enlazarlas en conversación, entonces se te escapa la palabra. Y los niños… Quieres que te hable de ellos, lo haré, y comienzo a contarles esas cosas que a las madres les gusta escuchar sin preguntar, ella esta atenta a mis conversaciones. Ya sabe que estamos en invierno y le habló del frio que tenemos en Valsequillo al caer la tarde, la humedad. Ella se sube la manta hasta el cuello, la palabra le estimula la sensación, es increíble la comunicación humana. Mantengo sus manos agarradas, transmitiéndole mi calor, mientras le sigo hablando a la verita de su cama, observo su cuerpo que se ha debilitado un montón, se está consumiendo en su propio armazón. Una mujer que fue gruesa, esta por debajo de la mitad de su peso. Pero en su mirada sigue habiendo chispa de vida. Me señala las cortinas de la ventana que cuelgan con un nudo hecho en su cola y dice algo que interpreto como que están mal puestas. Me rio siempre fue perfeccionista de las cosas, y una gran costurera. Nos hacía la ropa con un arte increíble, que habilidad tenías Carmencita.

Le hablé de lo bonito que está el campo y en Valsequillo es una explosión de flores de almendrero y trebolina, todo verde intenso y precioso, es la época más bonita del año en el pueblo, todo el campo sonríe de amabilidad y eso que los inviernos no son como los de antes, pero el sol y la humedad hacen el milagro del jardín rural en el que vivimos. El pasado finde estuve por casa en La Gavia y tu hermano Antonio te podó el guayabero que tienes en la puerta y siempre estaba frondoso, pero últimamente los frutos eran muy pequeños, seguramente lo hizo para que cogiera fuerza de nuevo. Nieves sabes que todas las mañanas te riega con el valdillo las macetas, limpia los tiestos y quita las hojas muertas, te tiene tus plantas bien cuidadas. Sabías el Ficus de la terrera tiene tu edad, 80 y tantos años y recuerdas que se lo regalaron a Fela cuando era chica, y ella nunca le perdió la propiedad, el otro día cuando Juan, su marido paraba de visita y ella estaba despejada comentaba que el ficus era de ella. Como revindicando su patrimonio y mira que ha crecido hoy creo que es el árbol más grande y longevo que hay en la pepina. Que regalo tenerlo haberlo plantado allí antes de que pasara la carretera de asfalto es uno más en la familia.

Entonces silencio un poco, mientras ella estaba con los ojos momentáneamente cerrado como pensando y memorizando todas las cosas que le contaba, abrió los ojos y me dice con carita triste. Tengo una pena tan grande… Anda mama, que bien lo pronunciaste, sabes que te llevamos siempre en nuestro corazón y solo queremos que no sufras, que estes cuidada y estes en paz contigo. Fran el médico, es un chaval estupendo, te tiene controlada, viene a verte todos los días, animarte y a saber de tu estado, quiere mucho a sus pacientes y tiene un don especial con las personas, les sonríe y los anima con mucho cariño hacia ellos. Ah y tiene moto mama.

Llegó la cena, vamos a comer y se lo come todo, y queda en sus conversaciones internas, en un estado de gracia. Ya te vas a ir, me acierta a decir entre cucharadas. No, todavía no cariño, cuando te lo comas, hagas la digestión y te entre sueño. En ese espacio de tiempo que no habla y solo piensa, pronuncia, por que no me lleva dios, ya. No puede mama, tiene demasiado trabajo. Fíjate que le encargo a un señor que tiene una empresa que se dedica a la muerte, que le hiciera ese trabajo y este hombre antipático por naturaleza, no puede hacer lo bien, porque son tantas demandas, que no llega a todos con la rapidez que desea. Viene por el hospital dos o tres veces al mes, mira el estado de los pacientes y a veces se va sin llevarse a nadie. Esta saturado de trabajo. Ella me mira y sonríe con la mente resignada a mis elocuencias, que nunca han tenido reparo con ella en alegaciones. Me despido de las dos niñas -mayores- de la habitación 105 las dos esperan que vengan a buscarla, las dos miran el techo y recuerdan tantas cosas que ordenar en la memoria, tantas luces que se apagan y se vuelven a encender.  Mientras a través de las ventanas se ve la playa de las canteras, la brisa marina, a veces se cuela por las rejillas de las puertas enrollables y ambienta los pasillos, este viejo hospital de San Jose, tiene cerca de 140 años es más viejo que la arena que entra por sus poros con la brisa del viento. Es un lugar agradable para despedir la vida simulando estar tumbado en sus hamacas mirando la espuma de la barra y el sol luminoso hidratando tu cara.

A la vuelta por la avenida, el fresco acompañaba en la conducción de la moto. Pongo velocidad de crucero el radar y dejo que la tecnología conduzca en automático mientras divago con el pensamiento, La luna está saltando de nube en nube sobre el mar. Es luna llena y tiene una luminosidad triste, me mira agarra a un celaje y se comunica con mi pensamiento. Como si quisiera jugar al escondite aparece y desaparece, cuando por fin consigo verla, me traga la tierra – me interno en el túnel de la laja- cuando salgo, vuelvo a buscarla y esta escondida, en breve se asomará de nuevo y me traga de nuevo la tierra en el siguiente túnel. Cuando vuelvo a salir, ya está resignada no quiere jugar más ahora me mira luminosa y advierto hoyuelos en su cara. Que te pasó le dije en silencio. Esta mañana me quedé dormida y unos chiquillos “mataperros” me apedrearon buscando dianas. Querían jugar con el sol y confundieron mis sábanas. 

Lo que hay que imaginar para hablar contigo. Le dije, Tranquilo yo meceré con destellos desganados la noche mientras tu paseas en tu caballo de metal hacia tu castillo encantado de Valsequillo. Anda ya. Exalté. Guardaré silencio que vienen curvas y tráfico. Te haré compañía hasta tu casa. No vio la mueca que le hice dentro del casco, pero era esos desdenes que se escapan de indiferencia. Cuando cruzaba el barranco San Miguel, seguía ahí encima de mí, alumbrando resuelta en su noche de guardia y compañía. 


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