En
el paisaje quedo la mancha negra de tu impronta, la tierra quemada de tus
gritos. Lanzarote duerme aún al dragón que desgarro su alma, los ciclos del
tiempo marcaron con desgaste y armonía tus montañas. El viento que no cesa deslizó
tu calma, mantuvo aireada tu piel y suavizó tus cicatrices.
Aquel
pasillo negro de rofe y lava gano el inmenso valle de Yaiza corrió de orilla a orilla
y no se detuvo ante nada, buscando el mar del refresco, robando al mar su
calma, y convulsos y agitados, mantuvieron la guerra en alza, tras seis años de
angustia, la infinita tregua llegaba, muchas poblaciones enteras quedaron
sepultadas
Y
el milagro devolvió el aliento a quien su tierra no abandonaba, creció la vida
de nuevo entre grietas y lavas, vides y caldos maravillosos, hortalizas a
tierra baja, luego llegó el turismo y la mano del equilibrio, que bautizó el
silencio y la calma, que devolvió la belleza olvidada y al arrecife mar de espuma
blanca. Lanzarote es al fuego un paraíso de volcán y tierra amada, un lugar donde
el sol veranea y la luz no descansa.
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