En estas, nuestras queridas tierras y en los años de la postguerra. La recuperación lenta del desabastecimiento y el anhelo de avanzar en un futuro incierto, era una lucha diaria de supervivencia y la vida era difícil y dura, nuestros abuelos y padres lo tuvieron difícil para salir adelante, donde todo se volvía una especie de anarquía controlada por la sombra del autoritarismo y los poderes del estado y en aquellas penurias y pequeñas glorias, el color de la vida ere gris y rural, de una tristeza sin identidad.
En
el barrio donde me crie, con los abuelos, La Gavia. Es un lugar alto de
medianías y allí aprendí muchas cosas de la vida de niño en el medio rural, el
poder del maestro y el cura eran esencial, y la anarquía individual de los
hombres de buena fe era notoria, muchos como el abuelo, lucharon en la guerra
civil inventada por otros y a pesar de la falta evidente de medios, todo tenía
un color especial para los que éramos niños y observábamos la vida ávidos de
superación y aprendizaje, jugar y compaginar con las labores de nuestra edad
eran los momentos felices.
En
los mayores estos actos de felicidad se manifestaban, en los encuentros en las
tiendas de aceite y vinagre, que cuando caía la tarde se convertía en cantinas
de pueblos, la gente hablaba de las cosechas, de las chanzas y las risas eran
motivos de burlas de algún percance de ignorancia, pero la gente era sana y el
respeto y la lealtad eran valores en consideración.
En
la tienda de manolito “pasagijos” al caer la tarde aparcaban en batería 8 /10
burros de los arrieros que volvían de la labranza y la Zanga era un motivo de
relax, lo triste era que solo bebían ron y comían Manises y chochos. Así todas
las noches caía una docena de botellas de ron blanco y en los amaneceres
aparecían los caminos llenos de garapiñadas de vómitos de las borracheras.
Juan
Morales Gil, apodado el “Tortas” por qué repartía tortas en todas las reyertas,
era un piquero especial y un ronero de gloria, nació en el valle de San Roque,
el barrio vecino de La Gavia, y cada vez que iba a San Roque atender sus
tierras volvía con tremenda cogorza de antología, se ponía a cantar puntos
cubanos, y a enhebrar estrofas con rima, y por aquellos caminos montado en su
mojino gris cantaba en la oscuridad a la luna y a los oídos del silencio de las
noches tras las puertas, le veían pasar los luceros. “Soy Juan Morales Gil, el
borracho la pepina y el que quiera tomar café que pasé por la cocina”
Una
tarde que regreso a tono de San Roque, paro en la Era de la tosca en la tienda
de Pepito Ramirez al que llamaba lázaro en sintonía con sus creencias, dame una
botella ron para la cena Lázaro. Pepito Ramirez que era exquisito en el trato
le aconsejaba y acababa cediendo, no antes de las retahílas de palabrerías
nunca dichas con normalidad y ahora escuchadas en sintonía con su estado de
embriaguez, a lo que resumiendo optaba por despacharlo y andado Morales
Le
dio la botella ron, toma Morales vete a dormir antes que te coja la noche.
Cogió la botella y al intentar metérsela en el bolsillo interior de la
chaqueta, se escurrió y cayó al suelo, rompiéndose y llenando un charco de
cristales y ron. El primero que reaccionó fue el burro, que con la sed se
acercó al charco e intentó beber pensando que era agua. A lo que un enorme
resoplido de disgusto salpicó a los atentos. Juan tortas, miró con cara de
disgusto a Pepe Ramirez y le dijo en tono bíblico. Lo ves Lázaro…
Ese
ron no es para los animales que se hizo para las personas.
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