A veces recuerdo el tiempo aquel, que era yo y mis circunstancias, era un soñador enamorado de una vida triste, que añoraba alegrías, no estoy seguro si la felicidad se compraba, creo que no. Siempre supe que ser feliz era un regalo divino y se manifestaba con la pureza de los actos y de un gran corazón, es verdad que la infancia era una adolescencia constante una dependencia jerarquizada por los estigmas de la sociedad y la familia, pero este niño que tuve dentro, sintió la belleza de los pequeños detalles, la observación de la vida como un sueño moldeable, cuando sea mayor seré... iré, estaré, disfrutaré de aquellas cosas de mayores. Era un conflicto, que tampoco me llenaba de alegría, era como una pesada responsabilidad sobrevivir a mayor y yo sigo siendo aquel niño que en la ternura fué un ángel, en la dulzura un pajarito, en la libertad un intrépido. Mejor será que lleve el mandado de la tía, a la abuela y de paso, le preguntaré por la vida que ha vivido para ser tan mayor..
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