Deja que suelte la palabra, que labre el pensamiento en un caudal de lectura e inspiración, la suerte de tener el mecanismo que elabora el tejido literario para disfrute del pensamiento activo. Soñar y contar los sueños, vivir y contar la vida desde la observación y las perspectivas. Es la melodía de la lectura quien lleva en volandas la suerte del encuentro. la filosofía de una vida buscando la plenitud a través de jugar con las letras y los mensajes encriptados que desvelan belleza literaria

domingo, 17 de mayo de 2020

LA DANZA DE LOS GORRIONES


Mientras el paisaje refresca mis pensamientos en el ventanal de mi mirada, descubro de nuevo los gorriones como fichas de damas de tablero, que quieren jugar a enebrar la mañana de trazos invisibles, garabatos acrobáticos que liberan la energía del movimiento. Y ensimismado en el color de las hojas de los olivos y la belleza natural de sus cimientos en la tierra, intento captar el arte instintivo de los vuelos. Hasta que una fugaz nostalgia me envía de nuevo a mi infancia. Aquellas tardes de primavera, corriendo con los amiguetes del barrio La Gavia por las lomas y laderas, jugando libres como las aves, saltando de alegrías inocentes. 

Eramos los dueños de un mundo humilde, lleno de sensaciones y aromas naturales, estábamos tan integrados con la naturaleza que formamos parte de los ciclos, con la normalidad de los días, pocas cosas alteraban nuestras mentes más que el aprendizaje espontáneo de la observación. 

Y entonces los gorriones nos imitaban querían compartir nuestra alegria, era un canto a la belleza de la libertad. Nos quitamos las camisetas, cojiamos los palos de la escoba y enganchamos en la punta en forma de bandera, para animar la danza de los gorriones y su festín de primavera. Agitamos separados los palos en el Aire, describiendo diferentes movimientos y se producía el milagro de sus acrobacias. Venían en bandadas a jugar con nosotros. 
Increíble destreza sus movimientos pasaban tan cerca de nosotros que nos intimidaban a ver quién lanzaba más giros y piruetas. Aquellos bumeran negros, lunas rotas azabache, eran puro arte y destreza. La gente mayor nos decía que era imposible cogerlos de lo rápido que volaban y que nunca se posaban. Claro está que aquella silueta de media luna negra desplegada, escondia un pajarillo titiritero que pasaba invisible ante nuestros ojos salvo cuando iniciaban los ritos acrobáticos de su danza. 

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