domingo, 9 de enero de 2022
CARTA DE ALBERT EINSTEIN
EL PASADIZO SECRETO
Los
chiquillos eran ruines de maldades infantiles, no de corazón, pues a la primera
llamada de atención se derrumbaban como castillos de naipes, la malicia no era
más que un intento de desafiar las leyes establecidas de la ética y la moral
que se destilaba por entonces, aquellos años sesenta de pleno siglo veinte,
sumidos en una recuperación industrial y económica pujante, ayudaba a liberar
la fuerza del turismo que se avecinaba como un boom que cambiaría la historia
de las islas para siempre.
En
los pueblos de medianías de Gran Canaria, la tierra era la principal fuente
subsistencia y ello junto a la ganadería, fueron quienes soportaron el gran
vacío de abastecimiento que dejó las grandes guerras y la civil española.
En las tierras altas de Valsequillo la zona de las Vegas, entre la chiquillería circulaba un misterio sobre un personaje, eran cosas de chiquillos evidentemente, pero tenía cierto toque mágico que despistaba la ignorancia de los chavales. En las charlas a la salida del colegio, alegaban que Dieguito Bermúdez era un brujo, un señor de la zona, dedicado a la labranza y que en su actividad tomaba todos los días el mismo camino para bajar el barranco del chorrillo y continuar por el lomito del mismo nombre e irse hacia las cuevas del barranco los aromeros, recovecos del barranco de los Llanetes, tan salpicados de asentamientos aborígenes. Ninguno entendía como aparecía y desaparecía por arte de magia, causándoles gran incertidumbre y angustia a la población juvenil.
TIERRA AGRADECIDA
Tierra agradecida que recibes el llanto de las nubes y lo conviertes en esplendor, hoy tras un soleado final de año, que aparentaba que el año venidero iba a ser penco, como anuncian los paisanos, nos diste una tregua en Reyes, y dejaste pasar las nubes del riego de mi jardín, llevamos unos días enchumbados de tu gloria y la tierra se ha vuelto viva, explota en todo su verdor, saca su esencia más fuerte para recuperar la sintonía de esta época. Explotan los almendreros en capullos blancos tocando campanillas de navidad, es la función de enero de las lluvias del norte, las que abrazan los campos con absoluta normalidad invernal, calan frío, y destilan gotas sobre la piel de las hojas de las trebolinas y la plantas crecen con una euforia espectacular.
Tras
mi ventana, la mirada es tierna y seducida por un paisaje invernal, ese que nos
regala tres meses al año en todas las tierras altas de las Vegas, los campos de
las haciendas y el ascenso hasta el pinar. Valsequillo son medianías protegidas
por el tiempo, por las estaciones, todas se manifiestan con un esplendor
especial.
JUAN TORTAS RONERO MAYOR
En estas, nuestras queridas tierras y en los años de la postguerra. La recuperación lenta del desabastecimiento y el anhelo de avanzar en un futuro incierto, era una lucha diaria de supervivencia y la vida era difícil y dura, nuestros abuelos y padres lo tuvieron difícil para salir adelante, donde todo se volvía una especie de anarquía controlada por la sombra del autoritarismo y los poderes del estado y en aquellas penurias y pequeñas glorias, el color de la vida ere gris y rural, de una tristeza sin identidad.
En
el barrio donde me crie, con los abuelos, La Gavia. Es un lugar alto de
medianías y allí aprendí muchas cosas de la vida de niño en el medio rural, el
poder del maestro y el cura eran esencial, y la anarquía individual de los
hombres de buena fe era notoria, muchos como el abuelo, lucharon en la guerra
civil inventada por otros y a pesar de la falta evidente de medios, todo tenía
un color especial para los que éramos niños y observábamos la vida ávidos de
superación y aprendizaje, jugar y compaginar con las labores de nuestra edad
eran los momentos felices.
En
los mayores estos actos de felicidad se manifestaban, en los encuentros en las
tiendas de aceite y vinagre, que cuando caía la tarde se convertía en cantinas
de pueblos, la gente hablaba de las cosechas, de las chanzas y las risas eran
motivos de burlas de algún percance de ignorancia, pero la gente era sana y el
respeto y la lealtad eran valores en consideración.
En
la tienda de manolito “pasagijos” al caer la tarde aparcaban en batería 8 /10
burros de los arrieros que volvían de la labranza y la Zanga era un motivo de
relax, lo triste era que solo bebían ron y comían Manises y chochos. Así todas
las noches caía una docena de botellas de ron blanco y en los amaneceres
aparecían los caminos llenos de garapiñadas de vómitos de las borracheras.
Juan
Morales Gil, apodado el “Tortas” por qué repartía tortas en todas las reyertas,
era un piquero especial y un ronero de gloria, nació en el valle de San Roque,
el barrio vecino de La Gavia, y cada vez que iba a San Roque atender sus
tierras volvía con tremenda cogorza de antología, se ponía a cantar puntos
cubanos, y a enhebrar estrofas con rima, y por aquellos caminos montado en su
mojino gris cantaba en la oscuridad a la luna y a los oídos del silencio de las
noches tras las puertas, le veían pasar los luceros. “Soy Juan Morales Gil, el
borracho la pepina y el que quiera tomar café que pasé por la cocina”
Una
tarde que regreso a tono de San Roque, paro en la Era de la tosca en la tienda
de Pepito Ramirez al que llamaba lázaro en sintonía con sus creencias, dame una
botella ron para la cena Lázaro. Pepito Ramirez que era exquisito en el trato
le aconsejaba y acababa cediendo, no antes de las retahílas de palabrerías
nunca dichas con normalidad y ahora escuchadas en sintonía con su estado de
embriaguez, a lo que resumiendo optaba por despacharlo y andado Morales
Le
dio la botella ron, toma Morales vete a dormir antes que te coja la noche.
Cogió la botella y al intentar metérsela en el bolsillo interior de la
chaqueta, se escurrió y cayó al suelo, rompiéndose y llenando un charco de
cristales y ron. El primero que reaccionó fue el burro, que con la sed se
acercó al charco e intentó beber pensando que era agua. A lo que un enorme
resoplido de disgusto salpicó a los atentos. Juan tortas, miró con cara de
disgusto a Pepe Ramirez y le dijo en tono bíblico. Lo ves Lázaro…
Ese
ron no es para los animales que se hizo para las personas.
LA POESIA DEL DAKAR
Cuando la caravana del rallye llega a la etapa de descanso, todas son caras de gozo, es como haber conseguido la graduación para el segundo grado, algunos llegan arrastras con el equipo y la mochila destrozados de sobreesfuerzo, otros llegan con las ilusiones hundidas por los reveses del destino, pérdidas, pinchazos, etc. Otros levantan el vuelo hacia hospitales cercanos y de ahí estabilizados hacia su país de origen. El Dakar es un tremendo ciclón que barre el desierto en busca de gloria y de penurias. Es cruzar el infierno porfiando las grandezas del diablo y la belleza de Dios.
Algunos o incluso la inmensa mayoría, solo ven arena, dunas, Ouads, crestas onduladas y se agarran al GPS para que les saquen de esas trampas, solo ven arena y cielo, roca y horizonte y un único objetivo, llegar. La caravana no se detiene, el rally continúa y toda esa gigantesca maquinaria en marcha es un rodillo que deja profundas huellas en una franja del paso por desierto, Es un ciclón que juega con la arena, la seduce, la salta, la espolvorea y en él, van las ilusiones de los intrépidos de los actores que, anclados a sus máquinas, intentan hacer suya su gloria, navegar los océanos de la tierra desierta
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