Cuantas
veces hemos escuchado decir “el mundo es un teatro” lleno de actores que
representan cada cual su propia obra; Desde Shakespeare, Calderón de la Barca,
Charles Chaplin y tantos dramaturgos que hicieron guiños a los actos. O tal vez,
se pueda interpretar mejor desde la serena mirada de nuestra melancolía. El
mundo son recuerdos alegres, que es la vida si no esos momentos felices
encapsulados en la memoria de la liberación..
Hubo un tiempo en que nuestras preocupaciones eran el paseo de la subsistencia, una vida humilde, sencilla, anclada en valores y tradiciones. El trabajo, la familia, la escuela, los amoríos era un circulo simple, donde cada concepto tenía su espacio incluso su momento, por ello, aquellos recuerdos de la juventud siempre sonaron a primavera, a despertar, a olores agradables, a melodías radiantes, a la gestación de algo nuevo por llegar. Eso era el porvenir, el inmediato. Era un “coche dihora” que no se podía escapar.
Y
en ese retablo de pasiones destacaba la asociación de la diversión con el amor,
el impulso de renacimiento de ese misterioso deseo de la “Pollería”
Probablemente tengamos que trasladarnos con la imaginación a buscar esa
semblanza en la memoria, para ubicarnos en el pasaje de aquellos tiempos, para
la inmensa mayoría suena a verbena, a una alegre fiesta de paisajes rurales
entrañables, de costumbres y patrones orográficos; En el Lomito, La
Barranquera, El Montañón, La Vega, Lagunetas, o Cueva Grande. Quien prefería
más caché en las patronales; San Roque, San Matías, Pino Santo, San Mateo.
Siempre
había un lugar, que se conjugaba con las relaciones sociales y los medios. Con
el conocimiento de la armonía y la distancia de seguridad. Confieso que de
aquellos aromas de verbena. Me quedo con la expresión humilde del baile que “levantaba
las patas del suelo, cristiano” Y en el trasiego de esos recuerdos toda la
ebullición y sentimientos de los preparativos; los cotejos, los ternos, los
consejos maternos, los amigos -Probablemente localice a Paquillo el del 127 O
al primo que toca en un Conjunto- Y cuantas veces tiramos con las “amotos”
En recuerdo perenne y agradecido: Las comisiones de fiestas, Las asociaciones de vecinos, Los centros culturales, y sobre todo a los entusiastas de los pueblos que arrancaron las verbenas como principios de nuevas generaciones. Compartimentos de la alegría social, oferta de los deseos del amor, pasarela de las modas cotidianas, cotilleo de las miradas de impresión, Galantería o pedantería de los intrépidos.
Y
es que aquellos teatros de la vida, los actores tenían sus propios guiones:
Unos relanzaban la escena, otros exhibían su baile, otros encontraban pareja y
los jardineros se quitaban sus mascaras para abrir sus pretensiones, porque en
aquellos jardines abundaban sus flores O su esperanza, cada uno vió, bailó o lo
intentó. Y en cada uno quedara su interpretación mediocre, humilde o vulgar.
Del paso alegre, contrapaso o pisotón. En ello la fe de la experiencia o la
humildad de la simpatía. El amor solo manifestará su cara con el ritmo de las
canciones y la voluntad de su deseo
Vaya
entonces los pasquines o carteles con letra gorda anunciando las verbenas. Que
se vea bien el día y la localidad. Que se abastezcan las cantinas y se
enciendan las guirnaldas. Que se contraten a los buenos y alegres que, por esta
vez, posiblemente caerá. Que afinen las bandurrias y Dios dirá.
Y
en el último trasiego de acoples mientras las damas van llegando. Se oye un
micrófono hablar: “Señoras y señores buenas noches, en esta noche tan especial.
Rogamos a los caballeros abandonen la sala. Pues la verbena va empezar”.
La
vida es un teatro de mil formas y escenas, interpretamos la acción y recordamos
la ilusión de las verbenas.
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