Fue una noche de esperanza, de oportunidad, de oír otro mensaje. Sin embargo, en un pueblo que premia la oportunidad del sacrilegio y se divierte con las exhibiciones, después de chotear las creatividad del mal, como un valor venido ha menos, se nos presenta un malcebú, rey de los reyes del mal, engendro del averno, como mensajero del bien. Preocupado y desocupado de su maldad para echarnos sus culpas. Gracias. Muchas gracias por haber hecho el trabajo sucio, "Hijos de putas". Casi detestaba su eco con vergüenza en las risas del pueblo, cucarachas nacidas de una orgía de cerdos... Gracias.
Costaba oír el bien en bocas del mal. Sin embargo, parecía que la normalidad era estar acostumbrado a ello con los vítores y aplausos. Cuanta maldad silenciosa y hasta recíproca. El diablo de San Miguel por primera vez en su historia, se sintió avergonzado de su pueblo.
Les regalo una exhibición de las artes tecnológicas en iluminación y sonido con los efectos especiales del nuevo siglo. Envió mensajes tridimensionales en acallar o abanderar conciencias, para gritar cosas tan horribles como el mal del poder, la exhibición del ego, la sutileza de la soberbia, la responsabilidad del anonimato con el medio ambiente.
Valsequillo se llenó de líneas de colores, de vapores de efecto malvado. Tan solo, el recital del poema del diablo con la mano amigable al cuello de San Miguel y la permisividad de su tolerancia consiguió el efecto. Y es que el diablo es catedrático en intenciones, habita en las conciencias, es aliado del poder, habita en la abundancia sin sacrificios. Es considerado con el pueblo al que compra sus virtudes para sus propias glorias. Es esclavo de sus palabras que son eco de sus desgracias, pero actúa en silencio y es capaz de dar virtud a su arrogancia.
San Miguel se presta. Fue arcángel activo capaz de disputar con la maldad sus tolerancias. Encadenó al mal en un hechizo vestido de Perro. Salvo guardó su honor en la lucidez del bien y las relaciones intempestivas con el diablo. Lo mantuvo a raya.. lo amarró corto, lo encadenado para seguridad del pueblo. Pero es olvido superficial en las memorias, la letra pequeña. Yo escuchaba a mi abuela decir. Que en la noche San Miguel al diablo le quitaban el collar durante unas horas, para que hiciera de las suyas.. Y se cebaba, se comía al miedo y lo inyectaba en las penumbras y buscaba una o dos maldades para el recuerdo. De ahí, el dicho de tener más miedo "Que siete viejas" en esas noches de misterio, de dormir encadenados al rosario y a las velas. Una incertidumbre sin razón.
Pero esto ya no es lo que era. Sin embargo, aquéllas tragedias del espíritu encadenado al conocimiento, se actualizan con el ingenio de lo siglos, de la evolución. A pesar de todos y ante otra exhibición de las maldades con disfraces, somos más vulnerables que nunca, más contaminamos que nunca, más atrapados a nuestras propias trampas que nunca, más esclavos que siempre, mas infelices que siempre.
Confundimos la falsedad con la verdad. Los intereses con los valores. El diablo que salió en la noche de San Miguel, en defensa de su reino, solo tuvo que dar las gracias a tanta generosidad amiga. Y se llevó por una vez, por un instante, el mundo en el que es el rey.
Felicidades "Tembrujo" por la creatividad manifiesta.. Oportunidades que aprovecha el diablo para manifestar sus razones.
Lo mejor de San Miguel, darle una oportunidad al diablo para que riera sus gracias.
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