Deja que suelte la palabra, que labre el pensamiento en un caudal de lectura e inspiración, la suerte de tener el mecanismo que elabora el tejido literario para disfrute del pensamiento activo. Soñar y contar los sueños, vivir y contar la vida desde la observación y las perspectivas. Es la melodía de la lectura quien lleva en volandas la suerte del encuentro. la filosofía de una vida buscando la plenitud a través de jugar con las letras y los mensajes encriptados que desvelan belleza literaria

martes, 22 de octubre de 2024

RECUERDAME…

 

En los días de mi infancia con más memorias, solo recuerdo pocos sonidos que me sacaban del tedio de una vida triste de espera. -Había que esperar por todo- El tiempo era tan lento, que, hasta el reloj, se conjugaba con la luz del sol para hacer más largas las horas. Años lejanos de mi reminiscencia, que acuden a la nostalgia a pintar de gris los sueños de nuestra infancia. En la caída de la tarde, escuchar los sonidos de las motos a la vuelta de las jornadas de trabajo. Aquellas pequeñas cilindradas que salvaban las distancia con mucho honor y exquisito brío de transporte familiar.

Sonidos de rateo y mezclas de aromas aceitosas de combustión forzada. Allí corríamos a la novedad de descubrir el equilibrio sobre motos, o la estética del fabricante, que se acercaba más a lo practico que a lo moderno. Todos aquellos conceptos fueron dejando en mi pituitaria, ese tufillo de adrenalina motorista.

Muy alevín fui víctima de un atropello, en esa nefasta curiosidad de salir corriendo a la calle para ver las motos que pasaban. Fui testigo constante de las cruzadas heroicas, de los cuentos de entusiasmo en la tienda del barrio, de las rutas que dibujaban los mayores en sus tertulias, de aquellas risas envalentonadas con sus épicas aventuras, paisajes escondidos que saltaban a la vista de aquellos motoristas. -más pendientes que su moto, no trancara el pistón- que de observar la belleza de la orografía de las islas. Sucumbió en  mí, el misterio de grabar el hito de la aventura pendiente, Y para ello, había que crecer, ir a la escuela, y volver a crecer un poco más, para buscar un piadoso trabajo para comprar la moto de las quimeras. Tristes sueños de la pobreza. Aunque el valor elemental que escapaba a toda cuestión paralela del pensamiento adolescente, era primero la moto, luego el mundo. Y más tarde buscaré la chica de ayer.

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