jueves, 23 de agosto de 2018

DOMINGA .UNA MUJER DE LAS DE ANTES..


Los años cuarenta de nuestros tiempos, después de sobrevivir a la guerra civil y a la destrucción bélica de la vieja Europa. En estas abandonadas islas, la subsistencia se tradujo en esfuerzo y lucha para sobrevivir. En las medianías y cumbres, las familias se agarraron a la ganadería y huertas para sacar el día a día. Y entre tanta pesadumbre y dureza de vida nos encontramos a gente que, sin saber leer ni escribir, han resuelto con dignidad de sus vidas.

Anoche charlamos con Dominga. Una personaje entrañable de Tenteniguada, alegre y con una vida plena, llena de detalles que comparte para revitalizar su suerte. !Me vienen a buscar los maestro, las asociaciones... para que le cuente Romances a los niños... Y ella prodigiosa de mente, convierte cualquier charla en centro de atención y regalo de risas divertidas.


Yo antes de nacer, ya me habían dado y me habían puesto nombre. Antes las familias, se daban los hijos a los parientes, como quien entrega un regalo natural. Como no tiene hijos, le dejo esta que va a nacer y que ya tiene muchos hermanos, para que le haga compañía. Asì la abuela se convirtió en madre de nuevo.  Ella nació un 23 de mayo de 1935 y su tío fue al que le hicieron  el encargo de apuntarla en el juzgado. Fue en busca del Juez Macìas, al que encontrò este señor  recogiendo papas y para no olvidarse,  escribieron en la manga de la camisa la fecha, y se vino acordar el 5 de Junio cuando su mujer fue a lavar la ropa y vió la camisa escrita.

Ella se crió cuidando vacas y atendiendo la casa de la abuela, nunca fué a la escuela como sus hermanos y la vida la hizo dura y valiente. Cuando murió la abuela, su madre la fué a ver y le llevó 300 pesetas que le había dejado en herencia para la dote del casorio... Y le pidió que la llamara mamá, que la gente no entendía cómo iba a estar sin madre. Ella sacó su genio de impronta y le dijo, yo a usted no le llamo madre, mi madre se murió. Y al día siguiente compró una vaca con la dote.

Entre pinceladas y cuentos de su vida.  Desgrana el romancero con retahíla y "carrerilla" una historia antigua, que va rimando y conversando y acaba con nuestras caras de sorpresa y aplausos.

Yo me casé un lunes y la noche de bodas cuando me fui con mi marido a consumar el matrimonio. Yo preparada esperándole, me toca en la puerta de la cueva, mi suegra. Dominga acompañe que la vaca se puso de parto y trajo dos becerros, toda la noche en velas cuidando el animal.  

Con Dominga hablando nos quedamos embelesados, su espontaneidad es tan cercana, que el tiempo compartido es un regalo precioso. La identidad de nuestras gentes es tan rica en valores, que las conexiones del cuento se han olvidado y solo perviven en los románticos cazapersonajes del pueblo. 

Cuanto echo de menos al abuelo sentado en la cueva  con la familia alrededor, a la caída de la tarde contando cuentos e historias de sus antepasados..

Sean Felices..

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