Y me asalto Miguel revolucionado por la tarde sabatina, para subir a la nieve
con la moto de trial. Aquella experiencia la tenía pendiente en su casillero
mental, después de vernos en años anteriores subir ilusionados al chapoteo
helado sin poder acompañarnos
A las 8,30 h. Con Javier y su mentor, con
los chubasqueros enfundados. Ya empezamos a sacudir retamas de escarcha
temprana. Un dominical que despertó agradable y soleado y nos metió en faena
trialera, ya que las sendas estaban arrastradas de tanta agua y escorrentías.
Era de Mota, Las Romeras, Cañadas de Marrero, el ferrú y pronto escalamos la
cima de la Mesa los Alfaques, buscando gloria en las alturas. El terreno
enchumbado y la temperatura bajando
Crestas de Botija, Morro la Aguililla
y lomo de amaranto. Donde empezamos a divisar los andenes nevados de los
Marteles hacia arriba. Cerramos el cráter por los Bucios y ya entre pinares y
nieve virgen subimos a los cascajales, para disfrutar de magníficas vistas de la
Mesa las vacas, blanca, los pasillos vírgenes de pisadas entre pinares
Y
el cielo se oscureció y empezó a granizar de nuevo. Las trialeras se defienden
bien en la nieve. Y el frío helado empezó a calar botas y chubasquero, pronto
iniciamos descenso por sendas y caminos nevados, andenes maquillados de
inviernos de otras tierras. Postales que nos ubicaban en algún espacio alpino de
la memoria.
Recuerdo aquel pasaje de los Cien años de soledad, del
Coronel Aureliano Buendía, en Macondo, relataba la experiencia, cuando su padre
lo llevó a conocer el hielo. Yo miraba a mi hijo Miguel, que tiritaba, abrazaba
el cilindro y escape de la Beta. Para que el calor aliviará el hielo que entraba
como puñales. Sin embargo su corazón latía con fuerza, estaba siendo testigo del
sueño, estaba trialendo en la nieve, en las cumbres, en el bosque, estaba
disfrutando cada segundo de la experiencia.
En Lorian. La familia de
Chanito, con el gran Paco, nos rescató al refugio de los fogones. Café, ron,
mermelada artesana de Membrillo, Queso de cumbre riquísimo y bizcocho de Batata.
Nos sacudimos el frio helado que había entrado en el cuerpo. Charlamos un
ratito, con el gran jefe que ha visto nacer, todos los bosques de las cumbres, y
partimos al descenso embarrado.
Paramos varias veces a recuperar las
manos heladas con el escape en el descenso de las Haciendas. Lavamos las motos
en casa, del barrizal granizado de chocolate. Y al garaje del Rincón..
A
eso de las 15,00 h. Seguía granizando y tronando a través de las ventanas, esta
vez en el calor de casa, Miguel y yo mirámos a la cumbre, al Pinar. Y sonreímos.
Ha sido un gran regalo para el día del padre, poder compartir una aventura
trialera en moto por las cumbres nevadas
Para enmarcar.. Gracias
"Viejito"
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